El gobierno de Javier Milei tomó conciencia de que el combustible que puede prender fuego a sus pretensiones es la clase media, que fue la que consolidó su triunfo en el balotaje. El enojo de un sector de la clase media llevó al ultraderechista a archivar el manual libertario y revertir el aumento de la medicina prepaga.
En la Casa Rosada se vanaglorian con la revista Time, que puso a Milei entre las 100 personas más influyentes. Es un ranking curioso. No figuran Joe Biden, ni Donald Trump, ni Xi Jinping, ni Vladímir Putin, ni Lula, por ejemplo.
Milei, quien se jactó el viernes en la reunión de la derecha empresarial en el lujoso hotel Llao Llao de Bariloche, de llevar adelante el ajuste más grande la historia de la humanidad, fue alertado de que la crisis de la educación pública podría ocasionarle un efecto parecido al de la medicina prepaga, donde tuvo que dar marcha atrás con sus aumentos.
Las encuestas marcan que se empieza a afirmar una opinión mayoritariamente negativa a su gestión en ítems como jubilaciones, salud y educación. El falso anuncio de un acuerdo con las universidades nacionales fue un síntoma de eso. Para las encuestadoras, “aún” conserva el 50% de apoyo. Ah, y el otro 50% está huérfano de liderazgo y de mística, aun en shock por el resultado electoral y las malas noticias y la crisis que le siguieron… Pero se teme que muy pronto se le termine la paciencia.
Pese a los análisis agoreros, parece lejano aún el día del “juicio final” en el que explota todo y Milei se va, y lo que ha logrado el gobierno es una convivencia más naturalizada de la oposición política y sindical. No ha habido ninguna prueba definitiva de la lucha de clases; pero hasta ahora el Mileinato no pudo llevarse puesto el régimen político.
Con su sesgo bonapartista, amenaza ahora con hacerlo cuando gane las elecciones de octubre de 2025 y su hermana Karina arme un nuevo partido. “En diciembre de 2025 presentaremos 3000 leyes para ser votadas en extraordinarias”, dijo, pero para esa fecha falta demasiado y demasiadas cosas podrían pasar antes.
El guatemalteco Augusto Monterroso escribió el cuento más breve del mundo: “Cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí”. No hay en el país ese clima político asfixiante que había a mitad del año pasado, pero Milei sigue ahí. La oposición no logra arrastrar a las masas, y tampoco el gobierno. Hay un gran ausente, el peronismo en las calles -dice que primero tienen que “reorganizar el movimiento”- abandonando la contención popular para volver al poder en 2025, como Lula después de Bolsonaro.
Nadie espera un cambio en Milei: es la provocación permanente y está logrando aplicar un ajuste económico brutal. La burguesía política está incondicionalmente con la gobernabilidad, pero no incondicionalmente con Milei. Pero el FMI ya dio dos alertas, uno sobre la situación social y otro donde le dicen que el ajuste macro fue más rápido de lo que creían, pero para que no sea un ave de paso el gobierno tiene que traducir estas medidas durísimas en leyes.
El gobierno tiene enfrentamientos con varias instituciones: con los gobernadores por los fondos, y todo el tiempo entran y salen cosas del proyecto de ley ómnibus, que de más de 600 artículos había bajado a 200, ahora podría crecer a 400, y se empieza a tratar esta semana en el Congreso, donde acumula dos derrotas: la caída de la ley original en febrero y la del decreto de necesidad y urgencia en Senadores. Ninguna de estas derrotas abrió una crisis política, quizá porque nadie quiere que se vaya.
Está también la Corte Suprema de Justicia, que no se quiere pronunciar antes que las instituciones políticas y donde se metió el lío por la posible designación de Ariel Lijo como miembro de la Corte, un juez demostradamente corrupto.
El gobierno tiene a favor que las tres crisis que deberían unirse, política, social y económica, no hay quien las una. La crisis política no le importa al 56% que votó a Milei, donde es dominante el tema de la corrupción. La crisis social es distinta, porque si cae el techo de la escuela protestan todos. O lo que pasa con la epidemia de dengue, sobre la que el gobierno no actúa, copiando el negacionismo de Jair Bolsonaro acerca del covid.
Milei en su salsa
El entorno del presidente sabe que a Milei le importan solo tres cuestiones: el déficit cero, las redes sociales y su fama en el mundo. Insisten en que se ha convertido en un referente internacional de la derecha, lo que deriva en frases grandilocuentes como la de que coordinaría acciones con los presidentes del mundo, lo que obviamente está muy lejos de la realidad, ya que “los mandatarios hablan con la casa matriz (Washington), no con la sucursal”, señala Raúl Kollman.
Una semana atrás, Milei anunció la interrupción de su viaje a Dinamarca por el conflicto Irán-Israel y porque regresaría al país “para coordinar acciones con los presidentes del mundo occidental”. Como era previsible, ningún presidente del mundo occidental se dio por enterado. Hoy en día Milei no tiene presidentes con los que hablar. De haberlo hecho, el costoso equipo de trolls lo hubiera difundido.
Más allá de que no coordinó nada, produjo una crisis con dos de los mandatarios de la región – Gabriel Boric de Chile y Luis Arce de Bolivia – cuando su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, repitió un añejo libreto estadounidense: que las triples fronteras entre Chile, Bolivia y Perú y la de Argentina, Brasil y Paraguay, son el foco de todos los males.
En materia de sobreactuación, Luis Petri, el ministro de Defensa, solicitó ser una especie de socio de la OTAN, la alianza militar que encabeza Estados Unidos y los países europeos. Más allá de la cuestión constitucional, la asociación a la OTAN rompe con una tradición argentina de neutralidad, de no intervención y de buscar la paz como prioridad.
Desde hace años, Estados Unidos trata de desacreditar a las Naciones Unidas y fomenta “The coalition of the willing” (la coalición de los que quieren), o sea la asociación de Washington con distintos gobiernos de distintas zonas, para influir en esas regiones y, en el peor de los casos, ejercer el papel de policía.
Y siguiendo con la sobreactuación, Petri, en videollamada con Milei, anunciaron la compra de los añejos aviones F-16 por un total de 700 millones de dólares a Dinamarca, unas aeronaves con software, instrumental y armamento ya obsoleto para la OTAN, pero aun un buen negocio para vendérselo a países subdesarrollados.
La pregunta hoy es de dónde va a salir el dinero de los F-16 en tiempos en que “no hay plata”. A Dinamarca hay que pagarle unos 300 millones de dólares y el armamento se paga aparte, otros 300 millones a Estados Unidos. ¿Pago en cuotas y recepción paulatina de los aparatos a medida que se realicen los pagos?
Mientras, 36 fiscales federales expresaron su preocupación frente a la decisión de Petri de desmantelar el área ministerial que investiga los crímenes de lesa humanidad. En una nota remitida al procurador interino Eduardo Casal, los fiscales señalaron que la falta de relevamiento y análisis de los archivos que están en poder de las Fuerzas Armadas irá en desmedro de las causas por crímenes de lesa humanidad.
Recule con la medicina prepaga
Un récord de más de un 165% de aumento en lo que va del año, como consecuencia del decreto de necesidad y urgencia vigente, que desreguló el mercado, generó tal nivel de malestar social y ruido, incluso entre sus votantes, que decidió ceder parte de sus principios antes que pagar las consecuencias políticas.
Por primera vez desde que asumió Milei se vio obligado a abandonar su postura anti-intervencionista y tomó una decisión política en contra de sus principios libertarios: la regulación estatal en el mercado para retrotraer los precios de las empresas de medicina prepaga de salud al valor de las cuotas de diciembre de 2023 y luego aplicar un esquema de actualización mensual.
Todo ello en medio de una escalada de conflictividad apalancada por los despidos y la llegada de las nuevas tarifas de los servicios a los hogares y empresas. En paralelo, el gobierno redobló la apuesta y acudió a la Justicia para solicitar una medida cautelar contra 18 empresas y asegurar un mecanismo de devolución del dinero a los afiliados. ¿Otra intervención del Estado para regular el mercado?
El recule tiene su razón en la preocupación por la respuesta en cadena de usuarios que podrían acudir a la Justicia ante los aumentos en telecomunicaciones, combustibles, energía, colegios. La realidad, nuevamente, desmintió a la teoría económica que sostiene que el mercado no tiene fallas y desbarató el fanatismo del presidente, quien considera a los empresarios “héroes benefactores” que pueden acabar con la pobreza del mundo… o acabar con el mundo.