Todos aspiramos a ser felices, y así ha sido en todas las culturas en todos los tiempos, y cada quien por al camino que cree correcto, muchas veces sin tener muy claro que es exactamente esta virtud definida por Aristóteles como el supremo bien y el fin último del hombre. No obstante, si observamos la conducta individual y grupal del hombre actual observamos una marcada tendencia a la violencia. ¿Es posible conciliar de manera alguna ambas actitudes humanas? Podemos afirmar claramente que no es posible, porque la violencia solo conduce al estrés, la enfermedad, algunas veces a delinquir y en otras a la muerte. Por otra parte, los sujetos con mejor bienestar, altos niveles de felicidad y emociones positivas muestran mejores indicadores. El optimismo es una variable positiva ampliamente estudiada y con gran evidencia sobre sus beneficios en la salud. “En efecto, las personas  motivadas para ser felices y llevar vidas decididas y comprometidas presentan una  influencia muy positiva en la salud cardiovascular y la longevidad; presentan mejores oportunidades para reducir la carga de enfermedades cardiovasculares, y contra los factores de riesgo de ECV incidente, eventos cardiovasculares secundarios y mortalidad”[1]

“Cuando se experimenta violencia con frecuencia, se genera estrés de manera sostenida y el organismo produce una respuesta bioquímica al liberar sustancias denominadas catecolaminas, norepinefrina, epinefrina y cortisol, por lo que el estrés neuroquímico puede generar osteoporosis, hipertensión, cáncer, diabetes y obesidad. Existen a lo menos 10 tipos de violencia: física, psicológica, abandono, económica, abuso, violencia sexual, violencia institucional, espiritual, trata de personas y femicidio.  Esta violencia provoca que el organismo esté en nivel de alerta la mayor parte del tiempo y se produzca desgaste en los mecanismos que regulan el comportamiento celular”.[2]

Es claro que todos enfrentamos cotidianamente este dilema inevitable de buscar la felicidad o ceder ante un impulso violento en alguna medida, por lo que resulta indispensable que cada uno de nosotros ejerza la tolerancia y la búsqueda de la paz en nuestra vida diaria, practicándola primero con nuestros cercanos y luego transformándonos en un ejemplo positivo para los demás en nuestra comunidad.

Propongámonos ser agentes de buen vivir promoviendo en nuestro medio valores universales como el respeto, la tolerancia, la compasión, la justicia, la paz y la igualdad e intentando unir a las personas en torno a objetivos compartidos que fortalezcan los lazos comunitarios participando en actividades o proyectos que promuevan la cooperación y el trabajo en equipo entre diferentes grupos dentro de la comunidad, a través de  proyectos de voluntariado o iniciativas para abordar problemas locales que  puedan  ayudar a construir relaciones positivas y duraderas.

Y por, sobre todo, en nuestra opción cotidiana, elijamos la actitud proclive a la felicidad, porque la felicidad es la virtud de la paz interior, de la paz espiritual y de la conciliación con todo y con todos para terminar, en nosotros mismos generando una vida más saludable, placentera y duradera.

NELSON HIDALGO CONCHA

Ex Académico y Vicerrector de la Universidad Tecnológica Metropolitana, Chile

[1] Fuente: Happiness & Health: The Biological, Factors- Systematic Review Article. Dfarhud D , Malmir M ,

   Khanahmadi M, (2014)

[2] https://www.vertigopolitico.com/violencia-y-estres-generan-enfermedades-cronicas