Crónica por Ollantay Itzanmá, comunicador guatemalteco que cursó el taller de Periodismo No Violento de Pressenza

 

“Son 1,500 pesos (equivalente a 5 dólares) hasta la entrada”, responde el cobrador del camión…, remodelado para transporte público, cuando se le preguntó por el costo del pasaje… Así, emprendimos el viaje, ruta a Santa Clara, donde mora el Che y los vallegrandinos bolivianos.

El camión bus es sobrio y limpio. Agradable ambiente. Los cubanos son envidiablemente querendones y respetuosos. Siempre tienen relato.

Giovanni, taxista que hoy me dijo al despedirse y dejarme recomendaciones: “Ahora, tú y yo somos amigos”, me graficó, desde su cotidianidad, lo “contrastante” de Cuba:

“No hay diésel, hay racionamiento de electricidad, en especial en las provincias. No hay repuestos para nuestras herramientas de trabajo. El salario aquí es 3 mil pesos (equivalente a 10 dólares). La inseguridad, por momentos, crece.”

Pero, mi anfitrión sobre ruedas, quien ayer le hablaba a su carro para que no se apagara en ruta porque ya pedía diésel, cierra su relato: “Aquí tenemos libertad, mi familia y yo disfrutamos de ello”. Mientras fluían sus palabras, desfilaban en sentido contrario abuelos sentados en las puertas de sus sencillas viviendas, sonrientes, con rostros surcados por arrugas felices.

Entre mí, pensé: “El neoliberalismo ya los hubiese estabulado a estos abuelos en la soledad de los asilos, si acaso no los hubiese matado antes”.

Ya voy viajando como dos horas en el camión, con paradas, pero no ha subido aún mendigo alguno pidiendo dinero, tampoco se mira en la ruta campesinos mendigando monedas. No hay policías militarizadas contra la narcodelincuencia (a la vista en el camino). Menciono ello porque esto y mucho más es lo que tenemos en las rutas rurales donde crío a mis wawas (hijas), Guatemala.

Este país,  sociopolíticamente diferente al resto de los países del Continente de Abya Yala, visiblemente acorazado con la ética de la sobriedad y la “pasión por vivir a tope”, destella dignidad y soberanía, incluso muy a pesar del criminal e inmoral bloqueo económico y comercial de más de medio siglo continuo que el Estado norteamericano le impone.

En las ciudades comienzan a cultivar comida

Ahora puedo ver más emprendimientos familiares en La Habana que hace una década atrás. Hay huertos o cultivos de comida en predios urbanos, cuyos frutos lo venden en agrotiendas populares. Comida Km 0 diría la publicidad del consumismo europeo.

Hay malestar social, sí. Pero el sistema imperial no ha logrado aún dirigir ese malestar social gatillado por el bloqueo económico como proyectil contra el estoico Estado y gobierno cubano.

El camión avanza, Cuba también

El calor es intenso en el camión cubierto de metal reforzado cuyo motor ruge dejando eco en estos campos de cultivo, de suelos 100% públicos.

Los pasajeros no se desesperan. Conversan, bromean entre ellos. El que tiene sed pide agua al pasajero vecino. Hay celulares, pero soy casi el único “aislado en mi pantalla” escribiendo. En Cuba no hay tiktok, no hay zoom, no hay narcocorridos, ni reguetón malcriado. Así que, pude volver a escribir sobre ruedas.