Los campamentos de Campo do Meio y Felisburgo podrían regularizarse.
Por Ana Carolina Vasconcelos/Traducción de Pressenza
Además de intensificar el debate sobre la reforma agraria en Minas Gerais, la ocupación de las mujeres sin tierra en Lagoa Santa trajo victorias concretas que superan los límites de los municipios de la Región Metropolitana de Belo Horizonte (RMBH).
La movilización de las más de 500 familias que acamparon en la estancia Aroeiras entre el 8 y el 20 de marzo consiguió el compromiso del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra) de regularizar áreas históricas ocupadas por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), como los campamentos Quilombo Campo Grande y Terra Prometida, en Campo do Meio y Felisburgo, respectivamente.
«La promesa de regularizar nuestras zonas de acampe es una gran victoria. Mientras [Romeu] Zema¹ quiere entregar la tierra a la minería y la especulación inmobiliaria, nosotros luchamos para que esta tierra vuelva a ser productiva. En Lagoa Santa, donde la tierra que ya estaba dura porque llevaba casi una década abandonada, conseguimos construir un huerto agroecológico en sólo 14 días», explica Ana Cláudia de Resende Silva, militante del MST y residente del campamento Zequinha Nunes, en São Joaquim de Bicas, en la RMBH.
Casi 30 años de resistencia en el Quilombo Campo Grande
El compromiso del Incra² representó una señal importante para las más de 400 familias de los 11 campamentos que componen el Quilombo Campo Grande, en el sur de Minas. Llevan 26 años ocupando los terrenos de la antigua fábrica de caña de azúcar Ariadnópolis, que quebró en 1996 dejando deudas con el Estado y los trabajadores.
Durante ese tiempo, los acampados se han enfrentado a 12 intentos de desalojo. El último, que tuvo lugar en 2020, en plena pandemia de covid-19, duró aproximadamente 60 horas y dejó un rastro de destrucción que ni siquiera perdonó a la Escuela Popular Eduardo Galeano, construida por el MST con el objetivo de alfabetizar a niños y adolescentes de la región.
Aún así, las zonas ocupadas por el movimiento en el sur de Minas Gerais se consideran una referencia nacional por su cuidado de la tierra y la alta productividad de los campamentos, que actualmente cuentan, por ejemplo, con más de 2 millones de plantas de café y son responsables por la producción del famoso café agroecológico Guaí.
Tuíra Tule, integrante del campamento del Quilombo Campo Grande y miembro de la dirección nacional del MST, destaca que el reconocimiento del Estado será fundamental para que las familias puedan trabajar y proteger la tierra.
«Ya plantamos más de 150.000 árboles en esta tierra. Antes, aquí no se producía nada, ni siquiera caña de azúcar. Hoy tenemos más de 160 tipos diferentes de alimentos. Pero los pasos importantes que dimos para organizar la producción fueron sin ninguna subvención del Estado brasilero. En estos 26 años, todo lo que construímos fue a partir de la resistencia de los quien está en el campo y quien está en las ciudades», afirma.
«Con la consolidación del asentamiento Quilombo Campo Grande, podremos pasar a existir ante el Estado brasilero y obtener reconocimiento no solo de la posesión de la tierra, sino también de toda nuestra producción y organización. Tenemos más de 100 familias que aún no tienen electricidad, por ejemplo», añade Tuíra.
La líder del MST también argumenta que, además del reconocimiento institucional, al asentarse definitivamente, las familias podrán acceder a derechos que, desde el campamento, todavía no tienen.
«Es la casa, la calle, la infraestructura de agua, la asistencia técnica, el crédito y otros derechos que son fundamentales para que podamos desarrollarnos y producir aún más y con calidad, aumentando el volumen de producción, garantizándonos una vida digna basada en nuestro trabajo, pero también asegurándonos que los alimentos lleguen a quienes más los necesitan», explica.
«También podremos superar el fantasma del desalojo, que todavía nos persigue. Durante estos 26 años, nos quitaron muchas veces nuestras casas y nuestros productos, y tiraron abajo nuestros árboles. Nuestra escuela fue derrumbada», concluye Tuíra.
El asentamiento definitivo es respuesta a la masacre de Felisburgo
En la región del Valle de Jequitinhonha, quienes acampan en Terra Prometida tienen las mismas expectativas tras el acuerdo con el Incra.
Desde 2002, cuando 230 familias ocuparon la antigua estancia Nova Alegria, la disputa por la tierra se ha convertido en una de las más conocidas del país. Tras dos años de batallas legales y amenazas del terrateniente y empresario Adriano Chafik Luedy, cinco militantes sin tierra fueron asesinados y otros 20 resultaron heridos en lo que se conoció como la «Masacre de Felisburgo».
Desde entonces, en todo el país, el MST ha esgrimido el lema «mataron a cinco sin tierra, pero seguiremos adelante», afirmando que las luchas organizadas por los trabajadores de hoy también responden a quienes perdieron la vida en pos del derecho a la tierra.
Kelly Gomes, una de las sobrevivientes de la masacre, subraya que entre las familias que siguen allí, el imperativo es la obstinación.
«La tozudez de seguir produciendo alimentos sanos, de decir que la tierra tiene que cumplir su función social, de construir la autoorganización popular. Son familias que sueñan con quedarse en esta tierra y se vienen desafiando a producir con dignidad. Soy madre de tres hijos que nacieron aquí y estoy muy orgullosa de decir que en este territorio producimos libertad y dignidad», afirma la campista de Terra Prometida.
«Mis hijos crecen aquí con una vida totalmente diferente a la de mis padres, sin ser explotados por los estancieros. La masacre tiene mucho peso porque nunca se va de nuestra memoria y nos trae una tristeza muy fuerte, pero la tierra necesita cumplir su función social, que es producir alimentos sanos. Tenemos que tomar posesión de esta tierra porque es nuestro derecho y también el de nuestros cinco compañeros», concluye Kelly.
¹ Gobernador del estado de Minas Gerais
² Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria