Alternativas noviolentas
Si hay algún movimiento que pueda minar las estructuras del sistema patriarcal capitalista ese es el movimiento feminista. Nació reclamando la presencia de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad y ha ido evolucionando hacia su transformación total. Lo mismo que sucede con otros movimientos como el ecologista, el sindical o el pacifista, no hay una única manera de entender el feminismo. Su capacidad de transformación y de impregnar la sociedad es tal que prácticamente todas las fuerzas políticas se declaran “feministas” aunque su práctica demuestre lo contrario.
Hay una corriente oficial que asume con entusiasmo la igualdad teórica de la mujer dentro del sistema liberal que busca hacerla partícipe de casi todas las tareas, aunque en realidad siga habiendo “techos de cristal”, incluidas las tareas de control y represión en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, y hasta en el ejército. En España llevamos ya tres ministras de “defensa”, o de la guerra, con constantes campañas para que la mujer pueda acceder al ejército, como si su presencia pudiera disimular la profunda raíz patriarcal y su papel de dominación. En esta campaña de “feminizar” el ejército ha cumplido un espectacular papel la incorporación de una princesa al ejército con un gran aparato de propaganda, pero el feminismo transformador pasa de princesas y militares. Aunque es posible desde 1988, no llega a un 13% el número de mujeres que forma parte del ejército. Su naturaleza eminentemente patriarcal, su función de preparación para acabar con la vida de quienes te designen como enemigos, su carácter machista con constantes abusos sobre la mujer que suelen quedar impunes, explica que sólo algunas mentes militarizadas busquen sentido a su vida en el ejército.
Existe otra corriente que aspira a “cambiarlo todo”, que no se conforma con participar en plano de igualdad dentro del marco patriarcal, quiere derribarlo y construir un nuevo paradigma con otras reglas. Conscientes de haber sufrido todo tipo de violencia y opresión, este feminismo rechaza todas las formas de dominación y opresión no sólo de cada mujer y de todas las mujeres, sino también de los pueblos, quitando toda legitimidad a la violencia como forma de relación, como instrumento de dominación o como modo para resolver los conflictos. El movimiento feminista está transformando profundamente la sociedad sin dar un solo tiro. No es una revolución al uso en la que la mujer aspire a hacerse con el poder y “dar la vuelta a la tortilla”, aunque su potencial transformador asuste a algunos y acusen a las mujeres de “feminazis”. La revolución feministas una revolución contra las claves del poder: la dominación por la amenaza, el miedo, la extorsión y la violencia en todas sus formas. Decenas de mujeres mueren cada año en España por la violencia machista. Cientos de miles de personas mueren cada año en las guerras, millones pierden sus hogares, su tierra y se ven forzadas a migrar en condiciones de miseria, sin que haya visos de poder parar semejante locura colectiva. Machismo y militarismo van de la mano, son dos caras de una misma moneda que se apoyan y retroalimentan, el patriarcado. Por ello, la lucha feminista contra el machismo se complementa con la lucha antimilitarista, compartiendo ambas el mismo horizonte.
Poner la vida en el centro nos lleva necesariamente a dejar en la orilla de la historia al militarismo. La tarea no es pequeña ni sencilla, pero las últimas muestras de la crueldad de los Señores de la Guerra, así como la capacidad aniquiladora de sus armas nucleares, nos muestran la urgencia de la tarea, pues nos va la vida en ello.