LUNGA LUNGA, Kenia – A casi dos kilómetros mar adentro de la playa de Mwazaro, en Lunga Lunga, en el condado keniano de Kwale, se pueden ver mujeres sentadas en las aguas poco profundas atando cuerdas a postes montados paralelos a las olas. Es un espectáculo cautivador ver esas hileras de granjas de algas en el océano Índico.

Las algas marinas son un tipo de estos organismos que se encuentran en el agua del mar y vienen en especies verdes, rojas y marrones. Las granjas de algas marinas son una forma de acuicultura llamada alguicultura, predominantemente en manos de mujeres, que solo suelen ser vistas durante la marea baja, especialmente por la mañana.

Una vez que sube la marea, las mujeres comenzarán su viaje de regreso a las costas mientras las aguas suben lentamente.

Saumu Hamadi, una de estas algueras, dijo a IPS que en 2016, los residentes de la aldea de Mwambao, a lo largo de la costa de la playa de Mwazaro, lanzaron una iniciativa liderada e impulsada por la comunidad para conservar los manglares, proteger el ambiente y restaurar sus pesquerías, que habían sido destruidas por una importante degradación de los bosques de manglares.

“Nos dimos cuenta de que cuanto más desaparecían nuestros manglares, los peces se escapaban y los pescadores también. Dependemos del pescado para obtener alimento y dinero”, explicó.

Añadió que “los hombres venden los peces grandes, como el pez rey, el tiburón y la raya, en los hoteles de playa, y las mujeres venden cangrejos y langostinos al borde de la carretera o en los mercados de los pequeños pueblos”.

“La situación amenazaba nuestro pan de cada día y decidimos ofrecernos como voluntarios para restaurar y proteger nuestros manglares”, describió Hamadi.

Rehema Abdalla caminando hacia su granja de algas, ubicada a casi 1,7 kilómetros de la costa de la playa Mwazaro, en el este de Kenia. La alguicultura se lleva a cabo en el océano durante las mareas bajas. Imagen: Joyce Chimbi / IPS
Rehema Abdalla y Saumu Hamadi caminan hacia sus granjas de algas, donde otras mujeres ya están trabajando arduamente, clasificando y empacando sus cosechas. Imagen: Joyce Chimbi / IPS
Rehema Abdalla y Saumu Hamadi pesan las algas cosechadas con una balanza casera. Imaen: Joyce Chimbi / IPS
Mujeres en la costa índica, en el este de Kenia,  trabajando en su granja de algas. Imagen: Joyce Chimbi / IPS

Hamadi contó que había demasiada gente talando manglares, destruyendo los lugares donde estaban los peces y de los que dependen los lugareños.

“También hubo mucha erosión del suelo y el agua que fluye a lo largo del río Hamisi que desemboca en el océano Índico dentro de la costa de esta aldea llevó el suelo al océano, contaminándolo”, rememoró.

Para responder a la situación, “formamos dos grupos comunitarios: Mwambao Mkuyuni Youth y Bati Beach Mwambao” y “las mujeres constituyen 80 % de los miembros de ambos grupos”, explicó.

Abdalla Bidii Lewa es el coordinador comunitario para la restauración de manglares en el distrito de Pongwe Kikoneni, donde está ubicada la aldea de Mwambao. Además es presidente de Agricultores de Algas Bati.

«Los manglares han protegido a nuestras aldeas y áreas circundantes de condiciones climáticas extremas y desastres como los que afectaron a gran parte de la población de la región costera durante las fuertes inundaciones de noviembre y principios de diciembre de 2023. Donde las casas fueron arrasadas y las tierras de cultivo destruidas, estuvimos a salvo del desastre”, dijo a IPS.

Las investigaciones muestran que los manglares previenen significativamente la progresión del cambio climático y al mismo tiempo desempeñan un papel importante en la limitación de su impacto. Esto es fundamental a medida que las temperaturas aumentan peligrosamente, el nivel del mar se dispara a niveles alarmantes y los desastres costeros inducidos por el clima se vuelven frecuentes, intensos y graves, con resultados catastróficos.

Para evitar los peligros climáticos costeros y asegurar los beneficios relacionados con los manglares para las generaciones presentes y futuras, la comunidad emprendió seriamente actividades de conservación y restauración de los manglares.

Luego, en 2017, un científico que realizaba una investigación sobre el cultivo de algas utilizando el método “por encima del fondo” (atando algas o semillas de algas a cuerdas sujetas a postes montados en el sedimento del océano) se acercó a las mujeres de la comunidad.

“De las dos variedades de algas que crecen en la costa sur de Kenia, la cottoni y la spinosum, el científico recomendó que plantáramos spinosum y nos dio las semillas”, explicó Lewa.

Añadió que “las algas no necesitan algo sobre lo que crecer. Colocamos palos en el suelo dentro del agua del océano durante las mareas bajas y plantamos semillas de algas atándolas a cuerdas sujetas a estos palos. Cosechamos cada 45 días”.

“Tenemos que atar las cuerdas y colocar los palos adecuadamente para que no sean arrastrados durante las mareas altas”, explicó Hamadi sobre las medidas que adoptan para que el cultivo de algas no se convierta en el punto de partida para la degradación de los manglares.

Rehema Abdala, otra alguera de la aldea de Mwambao, conto que ese problema no sucede con  las algas marinas.

«Los manglares son importantes para la supervivencia de nuestras algas marinas al garantizar que tengamos mareas y olas normales y seguras. Cuando las algas son arrastradas, quedan atrapadas dentro de las raíces de los manglares y las recolectamos de allí. Es raro, pero de vez en cuando las mareas pueden ser muy fuertes”, explicó a IPS.

Según Lewa, el cultivo de algas marinas está surgiendo como una estrategia nueva y sostenible de mitigación del cambio climático, al tiempo que ofrece a las comunidades adyacentes a los manglares y las costas un medio de vida alternativo, reduciendo la dependencia de la pesca y los recursos naturales dentro de los bosques de manglares y los océanos.

Las algas se consideran superalimentos, muy nutritivos, se pueden utilizar en sushi, sopas, ensaladas y batidos, y son un activo en la industria de piensos, cosmética y farmacéutica.

Hamadi explicó que «la cantidad de algas cosechadas depende de la cantidad plantada y cada 45 días se obtendrá una cosecha. Actualmente, un kilo de algas cuesta  0,22. Mi objetivo es ganar  467 dólares cada 45 días a partir de algas».

Detalló, además, que ella y otras algueras también venden semillas de algas a otras mujeres que se dedican a la conservación de los manglares, como Imani Gazi y el Grupo de Restauración de Manglares de Mujeres Gazi, del condado de Kwale.

Las algas marinas complementan a los manglares al absorber nutrientes como nitrógeno, fósforo y dióxido de carbono. No requieren tierra, fertilizantes, agua dulce ni pesticidas y mejoran significativamente el entorno en el que crecen. Las algas marinas absorben eficazmente el dióxido de carbono, lo utilizan para crecer e incluso cuando se cosechan, el carbono permanece en el océano.

Las investigaciones demuestran que las algas marinas pueden extraer más gases de efecto invernadero del agua en comparación con las praderas marinas, las marismas y los manglares que se basan en la biomasa. La comunidad costera de Mwazaro está en camino de agregar algas marinas como parte de su sumidero de carbono azul, marcando el ritmo para otras comunidades costeras.

De todos modos, las mujeres enfrentan desafíos como la falta de botes para ayudar a transportar su cosecha a la costa. Actualmente, utilizan un tedioso proceso mediante el cual atan sacos de algas a su cintura y esperan el inicio de la marea alta a primera hora de la tarde para empujarlos desde las granjas de algas hasta la orilla.

También están luchando por acceder a un mercado más grande, y actualmente dependen de un comprador importante a gran escala y de pequeños compradores dentro de la aldea y otros grupos conservacionistas de manglares de aldeas vecinas.

T: MLM / ED: EG