Imaginemos estar viviendo algunos años antes de la Primera o Segunda Guerra Mundial, conscientes de las graves consecuencias que habría tenido para la humanidad.
¿Qué acciones deberíamos haber tomado para evitar una tragedia de tales proporciones?
Lamentablemente hoy nos encontramos en una situación muy similar y los indicadores de un posible nuevo conflicto mundial son tristemente evidentes. En los últimos meses hemos sido testigos de un rápido deterioro de las relaciones diplomáticas entre países y de una escalada sin precedentes de las tensiones internacionales.
La guerra ya está influyendo en nuestra vida cotidiana y progresivamente nos estamos acostumbrando a considerar normal una situación que debería vivirse como inaceptable.
Mientras los ciudadanos europeos exigen el derecho a la salud, la educación, al trabajo y a un planeta habitable, sus líderes se dedican cada vez más a locas proclamas militaristas. Algunos países incluso no dudan en fomentar abiertamente la posibilidad de entrar en guerra contra Rusia. En los últimos días hemos escuchado con consternación al Presidente de la Comisión Europea hablar de fortalecer la economía de guerra concentrando la mayor parte de los recursos en la producción de armas en detrimento de las necesidades reales de la población.
Queda claro que, a menos que suceda algo extraordinario, el surgimiento de un conflicto armado en Europa ya no es sólo una posibilidad, sino cada vez más una certeza, puesto que los gobiernos europeos parecen obedecer cada vez más a la voluntad de un sistema industrial militar internacional muy poderoso en lugar de responder a las necesidades y la voluntad de los ciudadanos que los eligieron.
Esta tendencia socava profundamente los cimientos mismos del sistema democrático.
La única salida reside en la unidad y la convergencia de todas las mujeres y hombres de Europa que quieren la paz. No nos referimos sólo a organizaciones y partidos, sino también a personas individuales.
Estamos hablando de un despertar de la Europa real, la de los pueblos, no la de los banqueros y burócratas desalmados y alejados de las reales necesidades humanas.
Las próximas elecciones europeas de junio deberían convertirse en el escenario principal para resaltar con determinación la cuestión de la paz. En esa ocasión, los ciudadanos europeos tendrán la oportunidad de expresar su claro rechazo a la guerra votando a aquellos partidos que en sus programas estén claramente a favor de una intervención diplomática para un alto el fuego.
Está claro que ningún programa electoral podrá implementarse sin la condición esencial de mantener un estado de no beligerancia en nuestros países. Si Europa se hundiese en un conflicto bélico, ninguna de las reformas tan solicitadas ni ninguna promesa electoral podrán ver la luz.
Pediremos firmemente a todas las listas electorales que dejen clara su posición sobre estas cuestiones cruciales como el desarme, el cese del suministro de armas a Ucrania y los esfuerzos diplomáticos para resolver conflictos, no sólo en Europa y Palestina, sino a nivel mundial. Esto permitirá a los votantes elegir responsablemente por quién votar, con el objetivo de alejar la pesadilla de una tercera guerra mundial.
En lugar de concentrarnos en el resultado electoral, deberíamos promover un debate amplio sobre la cuestión de la paz, un tema que muchos partidos evitan cuidadosamente por miedo a perder apoyo. Estas elecciones deberían convertirse en un referéndum claro sobre la cuestión de la paz y la guerra.
Teniendo esto en cuenta, invitamos a todos a apoyar activamente a las formaciones abiertamente pacifistas y no violentas que están intentando participar en estas elecciones.
Demos una oportunidad a la paz. Hoy está en juego el futuro de todos nosotros.
Elecciones europeas 2024: una oportunidad para la paz
- Praga, República Checa -
Este artículo también está disponible en: Francés, Italiano