Por Alberto Salom Echeverría
La “transición” de la que se habla hoy, tanto en ciencias sociales como en las ciencias de la naturaleza, apunta a un cambio de sistema desde una producción sin restricciones de los recursos que nos provee la naturaleza, a otro en el que se imponen limitaciones a todas aquellas prácticas que no contribuyen a dar paso a una producción sostenible y sustentable con la Naturaleza y, además, que no conduzcan a una justicia social en la que, el sistema socio-económico y político abra paso a un mayor bienestar para toda la población. Desde mi óptica, se trata de consolidar prácticas distributivas de la riqueza, de modo que se produzca con mayor equidad, disminuyendo toda clase de brechas entre los segmentos más ricos en el mundo y en cada nación, frente a los más pobres y vulnerables.
Si esta es la premisa alrededor de la cual parece haberse generado un consenso, sería menester considerar seriamente cómo disminuir progresivamente la producción de contaminantes (los hidrocarburos, petróleo, gas, carbón mineral, gas metano en particular, y todo lo que de ellos se deriva), para potenciar las energías limpias llamadas a reemplazar todo aquello que coadyuva a provocar el calentamiento de la atmósfera de la Tierra y el cambio climático concurrente. Aquí hay, claro está, una frase clave, “disminución progresiva”. Significa entonces que, a la humanidad le sería poco razonable y hasta desastroso seguramente, pretender acabar ´de un solo tajo’ con la industria energética de los hidrocarburos, sobre la que está asentada la maquinaria productiva, desde el momento en el que arrancó el período de la industrialización, a mediados del siglo XIX hasta nuestros días. Esto lo ha entendido así, la inmensa mayoría del cónclave planetario de naciones que se ha reunido en “las Conferencias de las Partes” (o COP), convocadas por las Naciones Unidas para enfrentar el “cambio climático”.
No obstante, como ya no queda mucho tiempo en todo el Planeta, para reducir la producción de las industrias contaminantes (los hidrocarburos esencialmente), y para frenar las prácticas productivas consiguientes devastadoras de los mares, los bosques, los manglares, etc., las COP han adoptado un conjunto de resoluciones acompañadas de indicadores, para medir cómo ir reemplazando esta producción que acarrea gases de efecto invernadero, así como las mismas prácticas salvajes mencionadas que deterioran la naturaleza, y canalizar más bien recursos para “investigación y desarrollo” por medio de lo cual se generen otras formas de producción sostenibles y sustentables con la naturaleza, que llamamos “energías limpias”. Aquí es donde, se encuentra el “desiderátum” de nuestra época, ya que hemos continuado traspasando los umbrales establecidos científicamente en las COP.
¿De cuánto tiempo disponemos para lograr el cambio requerido?
Ciertamente, no nos es dable desmontar la maquinaria productiva que se ha creado a lo largo de decenios ya, valga decir, por decreto; pero está visto que tampoco es pertinente postergar por más tiempo la inversión en innovación para crear una industria basada en “energías limpias”. Lo escribo entre comillas, porque siempre habrá algo de contaminación, puesto que, vamos dejando a nuestro paso, necesariamente, un sedimento, una huella ecológica que, no hace más que poner en evidencia el nacimiento de la humanidad, o de cada individuo viviente en su trajinar por la tierra. Hay pues, siempre, una huella ecológica que dejamos, por lo que se trata entonces, de que la ecuación entre la contaminación producida por el ser humano y su entorno sea inferior a la capacidad de la atmósfera para regenerarse y ofrecernos un ambiente saludable o vivible, o sea, favorable al medio ambiente. Dicho en otras palabras, es menester generar una cantidad de CO2 inferior o apenas igual, pero nunca superior, que aquel que el planeta requiere consumir con el objeto de que pueda continuar así el ciclo de la vida (el umbral, como veremos está establecido por el panel de científicos). Cuando las emanaciones de anhidrido carbónico son superiores a su capacidad para regenerarse, estamos en problemas. No otra cosa es lo que está ocurriendo en nuestros días, provocado esencialmente por la actividad productiva desproporcionada del ser humano, en medio de un modelo productivo de “neoextractivismo”, llamado así, para diferenciarlo del modelo productivo que imperó durante el período colonial e inclusive neocolonial, en esta época de industrialismo desenfrenado. Este es el tema, hemos desatado un “industrialismo voraz” para sostener sociedades consumistas, en las que, dicho sea de paso, una minoría consume en exceso, y los más, no llegan a consumir lo indispensable.
El panel de científicos anexo a las COP ha constatado que como humanidad continuamos traspasando las metas autoimpuestas. Al hacerlo, nos arriesgamos a provocar mayor calentamiento en la atmósfera, merced al efecto invernadero, que el umbral establecido por los científicos, insisto, de 1,5° grados centígrados al 2050; o sea, una temperatura que llegaría a estar, en esa medida, por encima de la era preindustrial (la que existía aproximadamente antes de1850). Todavía no hemos llegado ahí, pero nos encontramos peligrosamente acercándonos a dicho limen.
Antes de demostrar con datos que nos abocamos a una situación de crisis indeseable que, dejará por fuera de la vida a un alto porcentaje de los más desvalidos de la tierra, creo indispensable citar al sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos hablando acerca de la crisis de la democracia, nos dice que: “El modelo de capitalismo que hoy domina es cada vez más incompatible con la democracia, incluso con la democracia de baja intensidad en la que vivimos, una democracia centrada en democratizar las relaciones políticas y dejar que sigan imperando los despotismos en las relaciones económicas sociales y raciales, etnoculturales y de género. Me refiero -añade de Sousa- a la prioridad de los mercados sobre los estados en la regulación económica y social; la mercantilización de todo lo que pueda generar ganancias, incluidos nuestros cuerpos y mentes, nuestras emociones y sentimientos, nuestras amistades y nuestros gustos; relaciones internacionales dominadas por el capital financiero y los super ricos.” Es preciso aclarar además que, para Boaventura De Sousa, en los modelos de desarrollo industrial, hubo dos versiones históricas, la generada por el “capitalismo” y la del “socialismo soviético”, las cuales, desde la óptica de su relación con la naturaleza, fueron muy similares. (Cfr. Sousa Santos, Boaventura. “Las Transiciones del mundo: dónde y hacia dónde”. Revista digital La Razón. https:/www.la-razon.com/político/2022/08/28/las-transiciones-del-mundo-donde-y-hacia-donde/ La Paz, Bolivia.)
De Sousa luego, cita a su coterráneo, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien ante la situación que nos encontramos y que nos angustia proclamó: “O acción colectiva, o suicidio colectivo”. De Sousa enseguida destacó que las regiones del mundo que a causa del modelo productivo “neoextractivista” que impera, padecen más intensamente la crisis ecológica, son: África, algunas islas del Pacífico y algunos países del sur de Asia, Bangladesh entre ellos, donde una cuarta parte de cuyo territorio se encuentra inundado, afectando a unos cuatro millones de personas. Asimismo, expresa que, en el 2020, el hielo glacial en el círculo polar Ártico, experimentó la mayor reducción jamás registrada en solo un mes. Por otra parte, se está conformando un “nuevo continente” -lo llamó así- el de los plásticos en el océano Pacífico, que se extiende desde California hasta el archipiélago de Hawái. Finalmente subraya que, de continuar el actual ritmo de calentamiento global, dado que la mayor parte de la población mundial habita en las regiones tropicales y templadas de la Tierra, en la parte del sudeste de Asia, entre 1.000 y 3.000 millones de personas quedarán, durante 50 años fuera del “nicho climático” en el que se pueda sobrevivir. Estamos, por ende, en una situación límite, en la que no hay prácticamente tiempo de holgura.
Es importante saber que, cerca del 40% del dióxido de carbono emitido a la atmósfera por los seres humanos, desde 1850 permanece en ella durante miles de años. Las estadísticas oficiales lamentablemente confirman que las emisiones de CO2 no han bajado durante los últimos años, con excepción de los meses de confinamiento -debidos principalmente a la pandemia de la COVID 19-. Los países que más han logrado reducir sus emisiones de dióxido de carbono son en su orden: Alemania, México, Francia, España, Italia y Arabia Saudita. En cambio. Los países más contaminantes como son: China y Los Estados Unidos continuaban aumentando sus emisiones de CO2 hasta el 2023. Por otra parte, solamente dos países hasta esa fecha habían alcanzado la carbono neutralidad, es decir, carbono cero o neutralidad climática, estos fueron El Vaticano y Bután. Para lograr dicha neutralidad en las emisiones de dióxido de carbono, hay que seguir uno de dos caminos: a. utilizar energías renovables, que no producen dióxido o son muy bajas en esas emisiones, se habla en este caso de economía descarbonizada. b. El segundo camino es pagar a otros para capturar y almacenar el 100% de las emisiones de carbono a la atmósfera (por ejemplo, plantar árboles. También se obtiene al financiar proyectos de carbono que previenen futuras emisiones o comprando créditos de carbono. (Cfr. Durán, Rafael -18 de julio 2022. “Las empresas dejan su huella en los bosques” citado en es.m.wilkipedia.org).
Ideología antes que ciencia, negocio por encima de la Patria.
Al analizar el caso de Costa Rica con relación a la exploración y eventual explotación de petróleo y gas, quedan en evidencia dos circunstancias cruciales: 1. la primera es que, una gran parte de los que buscan apuntalar esta aspiración están envueltos en una trama ideológica antes que en un intento por acercarse a una visión científica de la cuestión junto con sus soluciones. Quienes parten de esta premisa solamente quieren ver, obsesivamente, como opción y, como dos caras de una misma moneda, al productivismo y su correlato el consumismo. En ambos casos, como dice de nuevo De Sousa, suponen que el crecimiento económico es infinito, y esto, en la circunstancia costarricense significa que, tienen por seguro que la exploración encaminada a encontrar petróleo y gas en el subsuelo culminará en un final feliz: suponen otra vez que, la mencionada exploración y la explotación del petróleo y el gas, nos sacarán de los apuros económicos que padecemos, y además fantasean con que ello ocurrirá en el cortísimo plazo. Desdeñan en cambio, el hecho de que las élites económicas y los Estados que amparan tales circunstancias andan sin cesar tras la intermediación de la explotación de los hidrocarburos, como una de las principales fuentes de su poder económico, antes que resolver la situación económica de los más vulnerables. Para esto último es imprescindible la transición del modelo neoextractivista a otro que sea económicamente sostenible y sustentable. O sea, un modelo del “Buen Vivir”.
En cambio, para las élites económicas y políticas, la priorización de esa fuente de poder convierte por arte de birlibirloque, valga decir, por arte de magia, la transición en una frase vacua, carente de contenido, que, por lo consiguiente no quiere decir nada. 2. La segunda circunstancia, nos remite a otro hecho igualmente significativo; consiste en el hallazgo de la investigación periodística de un caso muy revelador, el del exministro Dobles Arias, ya que, según lo ha revelado el diario La Nación, el exministro mantuvo una relación con “…empresas petroleras interesadas en extraer hidrocarburos en suelo nacional, desde hace más de dos décadas.” O sea, desde antes inclusive de ocupar el cargo de ministro de Ambiente en la segunda administración de Oscar Arias, del 2006 al 2010. En forma concomitante con la denuncia periodística, la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (UCCAEP), ha procedido a separar a Dobles Arias de su comité de energía. Mientras se aclaran las dudas levantadas por la investigación, afirmamos que, de resultar ciertas las denuncias entrañaría un posible conflicto de interés de parte del exministro Dobles, tras haber firmado un convenio en el 2010 con la Black Hills Corporation, empresa dueña de Mallon Oíl. En efecto, de acuerdo con un documento en poder del diario La Nación -nos relata el periodista Diego Bosque- Dobles habría pactado “…millonarias regalías con Black Hills, a cambio de impulsar la exploración y explotación de petróleo en varios bloques terrestres de la zona norte.” (Cfr. Diario La Nación. “UCCAEP separa a exministro Dobles de Comité de Energía” por el comunicador Diego Bosque, 10.03.2024. Pp.3). Por ello, Dobles habría recibido de acuerdo con el contrato la suma de $4.000 por mes (equivalentes a 2.1 millones de colones, aproximadamente). Además, el acuerdo contempla gastos de representación por cenas, hoteles, gasolina, transporte y otros. Adicionalmente, se contempló en el convenio que, al entrar en vigor la explotación de petróleo y gas natural, Roberto Dobles recibiría entre el 2.5% y el 3% de las utilidades por año a lo largo de todo el período de la extracción, lo que se definiría de acuerdo con el valor promedio anual del petróleo. Se contempla adicionalmente en el convenio, porcentajes idénticos por la eventual extracción del gas natural. (Ibidem.)
Hay pues, suficiente evidencia cuya veracidad se deberá comprobar en la investigación periodística, o en eventuales acusaciones de la fiscalía, toda vez que las denuncias dan lugar a pensar que podría haber en el caso de marras, de probarse las mismas, cuando menos un conflicto de interés, puesto que el exministro promovió gestiones en favor de la empresa petrolera, cuando todavía se desempeñaba como jerarca del ramo.
Por lo consiguiente, en el caso costarricense es valedera la hipótesis según la cual una parte de los que buscan apuntalar la exploración y explotación de petróleo y gas natural, están indisolublemente involucrados con intereses de grandes corporaciones petroleras, que buscan darle cima al modelo neoextractivista, invalidando o nulificando por tanto, un curso hacia una transición energética que abra cauce a un modelo económicamente sostenible y sustentable, que se compagine con la carbono neutralidad.