Javier Milei llegó al poder haciendo gala de su desprecio por la ampliación de derechos en general, y la agenda del movimiento de mujeres en particular (“la violencia no tiene género”, “no existe la brecha salarial”). Sus críticas a lo que suele llamar “ideología de género” están entre las preocupaciones de las neoderechas radicales de todo el planeta: no es negocio ponerse a las mujeres en contra.
Tal como antes lo hicieron Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil, la ultraderechista La Libertad Avanza supo aprovechar la radicalización del lenguaje de las redes y levantar la compuerta a la incorrección política para dejar pasar “el pensamiento del hombre común” contenido, aparentemente amordazado, señala Dolores Curia. Destapó la olla de ideas racistas, homofóbicas, misóginas que ya circulaban en la deep web, pero también en los foros de los portales de noticias más leídos del país.
Crueldad
La crueldad, una respuesta emocional de “indiferencia o goce” ante el sufrimiento de otros –según define la Real Academia Española–, aterrizó en el helipuerto de la Casa Rosada. El escritor Martín Kohan señaló en una entrevista radial que “la crueldad está de moda”, sintetizando los momentos en que los gestos públicos del Presidente diseminan crueldad… o sus variantes.
Los sinónimos del adjetivo cruel van desde “violento, sangriento, desalmado, despiadado, insensible e inhumano”, a “brutal, bárbaro, feroz, atroz, sádico y salvaje”.
El Presidente se mofa de un adolescente que se desmaya a un lado en un acto escolar e insulta a una maestra que osa criticar el ajuste sobre jubilaciones. Su vocero festeja el cierre de la agencia estatal de noticias Télam, que implica despidos y desinformación. El ministerio de Capital Humano le echa la culpa a “irregularidades” de la gestión anterior por la interrupción en la entrega de medicamentos oncológicos.
Los ejemplos se multiplican, pero no dejan de ser abordados como noticia en los grandes medios, donde la réplica de los ataques gana terreno a la cobertura de los efectos socioeconómicos del gobierno.“Si quien ejerce los poderes públicos más importantes tiene estos mensajes agresivos, intimidatorios, evidentemente el llamado es a que la ciudadanía se amedrente, que le tenga miedo. Más que miedo, terror. Provocar terror es el objetivo estratégico de este tipo de discursos ejercidos por las máximas autoridades políticas”, afirma el investigador Ezequiel Ipar.
Bullying
Más allá de su exasperante personalidad, el ultraderechista presidente argentino Javier Milei se siente obligado al acoso y al hostigamiento público: ejecutando un sistemático bullying intenta la empatía con aquella porción de la población que habita el desencanto y que espera, angustiada. Quizá esté en la naturaleza política de su personaje, o solo en los planes de sus guionistas.
Si el anterior mandatario, el olvidable Alberto Fernández, era el presidente meme por su absoluta capacidad de convocar a la burla, Javier Milei es el presidente bullying. Si el primero condensaba simbólicamente la inoperancia estatal ante un país en declive, el segundo concentra la rabia ante la persistencia de la crisis. Rabia catalizada en odio y desprecio hacia los demás; furia impotente, vomitada en gritos e insultos.
Mientras 46 millones de argentinos tratan de sobreponerse a un tremendo ajuste económico, el hambre campea en las ciudades y más aún en el interior del país. A veces se hace difícil saber si el presidente va para adelante o para atrás. Milei se desentendió de un decreto que él firmó una semana atrás y que le otorgaba a los miembros del Poder Ejecutivo (y a él mismo) un incremento salarial del 48%.
Y como no tiene empacho de mentir, señaló que fue “producto de un decreto firmado por Cristina Kirchner” (que dicho sea de paso dejó la presidencia en 2015).
Milei siguió con los enfrentamientos: tuvo una serie de exabruptos en una reunión privada con empresarios, en el marco de la Expo Agro. “Los voy a mear”, graficó. En la reunión, cargó con dureza contra los gobernadores, a horas del anuncio del mentado Pacto de Mayo, en el cual los líderes provinciales y el primer mandatario deberán alcanzar un acuerdo nacional de gobernabilidad.
Quizá no logra retener su rabia: sigue enojado por la caída de la Ley Ómnibus, que descarriló en el Congreso, según él, por culpa de los gobernadores. «¿Quiénes se creen que son?», dijo ante los empresarios del agro y advirtió: «Si siguen jodiendo, les cierro el Congreso», dijo.
Entre los empresarios presentes, se encontraban directivos de la petrolera YPF, del Banco Nación y de Exponenciar, la firma que organiza el encuentro del ruralismo, además del ministro del Interior, Guillermo Francos, y la hermana y secretaria de la Presidencia, Karina Milei.
¿Misoginia?
En Argentina llegó al poder un gobierno que se proclama abiertamente antifeminista. En menos de tres meses aplicó una poda de 33% en el gasto de las políticas públicas para reducir la desigualdad de género. En mayo de 2022, en la Feria del Libro, dijo que no tenía por qué “sentir vergüenza de ser un hombre blanco, rubio y de ojos celestes” y anunció que, de llegar a la presidencia, cerraría el Ministerio de la Mujer.
La misoginia es la aversión, el desprecio o el odio hacia las mujeres. En el Día Internacional de la Mujer, Karina Milei, hermana del presidente y secretaría general de la Presidencia, dejó al Salón de los Próceres de la Casa Rosada sin una sola mujer.
La decisión borró de un plumazo 17 retratos, entre ellas algunas heroínas de la Independencia como Juana Azurduy, María Remedios del Valle, Mariquita Sánchez de Thompson, la primera médica del país Cecilia Grierson, Lola Mora, la escultora tucumana, célebre por la Fuente de las Nereidas.
Otras figuras ligadas a los derechos políticos que las mujeres conquistaron en el siglo XX, como Alicia Moreau de Justo, Eva Perón y Florentina Gómez Miranda, figuras literarias como Victoria Ocampo, Alfonsina Storni, María Elena Walsh, y del espectáculo como las cantantes Mercedes Sosa, Tita Merello, y la mapuche Aimé Painé.
«Pensé que el Papa le había dado una clase de grandeza y amor al prójimo, y que gobernaba para todos, no solo para los aplaudidores de turno, que a la larga te dañan y no sabes cuanto. Solo espero que la misoginia de algunos se pueda curar con inteligencia y nobleza», señaló la diputada provincial Amalia Granata.
Colofón
La crueldad es un lenguaje de guerra. Cuando Milei saca los alimentos a los comedores populares, no está pensando en que son humanos los que sufren. A él no le importa que millones de personas no puedan comprar remedios o alimentarse: los jubilados son las primeras víctimas del ajuste porque están en situación de indefensión.
Deshumanizado, Milei ha perdido la naturaleza humana “refugiado en sus fórmulas matemáticas» abstractas. «Y si tienen que morir millones, morirán millones, no le afecta. Solo piensa en su ecuación”, señala Patricia Chaina. La crueldad se implementa desde el poder y se transmite socialmente.
Uno de los rasgos del fascismo es su crueldad como política. A la ultraderecha no le interesa disminuirla o abolirla, ni siquiera imaginar atenuaciones. Su propósito es quitarle todo freno, investir al poder de una expansión ilimitada de la crueldad. Y recién van 60 días de gobierno.