Un grave ¿error? de coordinación y de la relación política que los une protagonizaron el presidente argentino Javier Milei y su vice Victoria Villarruel, lo que pareciera el comienzo de una nueva etapa de un gobierno ultraderechista que apenas cumple cien días, mientras sus proyectos y leyes son rechazados por un Congreso aún hostil.
Lo que aún falta por ver es si el experimento de Milei, gracias a apoyos financieros internacionales más el de las corporaciones locales y sobre todo extranjeras, sobrevivirá a este estadio donde él festeja que “la gente” no tenga un peso porque el sacrificio dará resultados. Pero, ¿cuál es la alternativa, en un país donde la crisis arranca en la inacción de perimidos partidos políticos?
Javier Milei creó todas las condiciones para su propia derrota en el Senado, que rechazó su Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), como antes Diputados sepultara su Ley Ómnibus. El presidente libertario concentró un ajuste feroz sobre provincias, fracciones de la clase capitalista y el conjunto del pueblo trabajador.
Pero en su ataque a fondo, también destrató ferozmente a la oposición política de todos los colores; propuso un “pacto” en el que todos debían capitular a su agenda; alentó el troleo masivo en redes contra toda clase de disidencia, incluida la de Victoria Villarruel, su vicepresidenta.
Quizá forme parte de una sumatoria de errores de cálculo y la escasa capacidad presidencial para leer los límites de su fortaleza política, creyendo que su método de desprecio lograría que todos se arrastraran a sus pies, en una ni tan original forma de construcción política.
Los preocupados analistas de la caótica situación coinciden en que es muy difícil desentrañar en qué derivará esta etapa argentina, porque ya no hay partidos fuertes con quienes alcanzar acuerdos, sino tribus, muchas de ellas sin liderazgos sólidos o con liderazgos devaluados y/o caducados.
Ante la probabilidad de aprietos políticos severos, vacío de poder, la pregunta sería quiénes tomarían el lugar que en su momento ocuparon Raúl Alfonsín y Eduardo Duhalde, para encabezar la administración de la crisis.
La violencia digital, la pérdida del poder adquisitivo de los jubilados y la represión del conflicto social fue el retrato de Amnistía Internacional para definir los primeros cien días del gobierno ultraderechista. «Algunas de las medidas del Ejecutivo han generado un impacto profundo en la vida y los derechos de las personas», señaló.
El diario británico Financial Times, uno de los más influyentes en los círculos políticos y económicos internacionales, publicó a tan solo un mes de iniciado el nuevo gobierno, un explosivo perfil de la vicepresidenta Victoria Villarruel, donde advierte que el presidente Javier Milei podría no concluir su mandato y señala que ella «está lista para lo que sea».
Lejos de despegarse de semejante consideración y de respaldar el mandato de quien la ubicó primera en la línea de sucesión presidencial, Villarruel se hizo eco del artículo en sus redes sociales destacando, precisamente, que «está lista para lo que sea».
El artículo titulado «Victoria Villarruel: la vicepresidenta argentina de postura firme en busca de redimir su trayectoria» resalta la disparidad entre las personalidades de Milei, un «economista libertario que promete reformas drásticas» y a quien describe como “un excéntrico, de arranques irascibles y un peinado salvaje”. Y a Villarruel la define como una “activista que construyó su carrera con un duro conservadurismo cultural”, que está políticamente más pulida que el líder de su propio partido.
La oposición ¿dónde está?
Parte de ella está representada en el Congreso, pero la oposición de verdad al experimento ultraderechista está en las calles, en las fábricas sobrevivientes, en las universidades, entre los trabajadores y desempleados. ¿Hay izquierda? ¿Hay centrismo? Hay partidos tan anquilosados que no se enteraron de la revolución tecnológica del mundo de hoy.
El olvidable último presidente, Alberto Fernández, logró desarticular el peronismo, el mayor movimiento de masas del continente desde hacía 78 años, ayudado por una dirigencia anquilosada y olvidada de la defensa de los humildes. La expresidente Cristina Fernández de Kirchner, definió en el “centrismo” de su documento, convocando a tomar nota de que hay tantos derechos sociales a preservar como anquilosamientos de los que salir, a esta altura de la revolución tecnológica.
Dentro de este vacío de poder y de referentes, quien destaca es Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, la mayor del país. Leyendo la realidad, y ante una platea muy kirchnerista, llamó a dejar de aferrarse a las instancias “gloriosas” de Perón, Evita, Néstor y Cristina porque, en caso contrario, esos símbolos serán “las bandas de rock que tocan grandes viejos éxitos”.
E invitó a “componer una nueva (canción), y no una que sepamos todos” (la marcha peronista), la “opción superadora de esta crueldad”.
Desde el gobierno central apuntaron los disparos contra el gobernador bonaerense, con un llamado a la “rebelión fiscal”. Kicillof señaló directamente a Milei por difundir mentiras y dejó en claro que no hubo ningún “impuestazo” en su provincia. Consideró que Milei “gobierna por impulsos” y cuestionó los constantes ataques del mandatario “que a veces ocurren durante la madrugada” (a través de sus granjas de trolls).
Eduardo Castilla sostiene que Villarruel actuó siguiendo los lineamientos de una “actividad histórica concreta”, aportando a la construcción de un régimen político menos endeble, desde el punto de vista de la clase dominante, donde la responsabilidad del ajuste no recaiga en los inestables hombros del presidente, sino que se estructure sobre un consenso más amplio, con actores dotados del poder territorial y político que falta al oficialismo.
En definitiva, Villarruel, defensora de genocidas, hizo más por el fantasmagórico “Pacto del 25 de Mayo”, que Milei propuso a los gobernadores, que toda la camarilla mileista, añade.
Mujercitas
El analista Ernesto Tiffenberg señala que el razonamiento “libertario” -visto desde los hermanos Milei- es más sencillo. Y lo revelan sus propios operadores periodísticos. Milei cree que lo de Villarruel es fuego amigo, y que todo lo que hace la vice es para despegarse de algún cabo suelto capaz de ser considerado causal de juicio político.
Llegado el caso de que Milei vea amenazado su lugar, enjuiciado por el Congreso (¿o arrastrado por algunas explosiones sociales que su estabilidad psicológica no toleraría?), Villarruel “no quiere correr el más mínimo riesgo de acompañarlo en su suerte”. Hacia detrás de esa eventualidad, se puede jugar con el dato de que entre La Hermana (Karina) y la vice hay una inquina profundísima, desde la campaña electoral.
A Karina la obsesiona que debajo o delante de las movidas de Villarruel esté la mano del expresidente neoliberal Mauricio Macri, quien anunció que Milei terminará pudriendo la oportunidad que abrió.
La actitud despectiva hacia trabajadores y jubilados se sinceró en forma aún más cruel cuando la banquera cordobesa Diana Mondino, inexplicablemente a cargo de las relaciones exteriores, dijo que no tenía sentido contratar seguros para los jubilados, porque es seguro que se van a morir.
Eduardo Aliverti señala en Página12 que Villarruel es muchísimo más peligrosa que Milei, en proyección hipotética de tiempos en donde todo está corrido a la derecha. Quizás tenga detrás la mano de Macri a fines de prepararse para el momento justo. Quizás solo se trate de sus deseos de ser una Meloni, una Ayuso, o espécimen de esa naturaleza.“Es una opción de derecha de la derecha, si Milei no logra atravesar una recesión despampanante en su guerra de misión bíblica contra casi todos”, añade.
La imagen de Milei y su gobierno se deteriora, pero no al ritmo de los brutales recortes llevados a cabo. Las expectativas se centran sobre el rumbo y perspectivas del gobierno de Milei en cuestiones claves que pueden marcar en los próximos meses su destino, la sustentabilidad y la reacción política, económica y social. Algunos le dan año y medio, otro apenas un año.
El vocero presidencial Manuel Adorni ratificó la lógica binaria que el oficialismo aplica a la política, al afirmar que para el gobierno hay solo dos caminos, “acuerdo o confrontación”. El acuerdo no incluye negociación, solo aceptar sin reservas lo que dictamina el señor presidente.
La oposición va por dentro. La desestabilización también. Y no es solo su vicepresidenta Victoria Villarruel, ni su ministra de Seguridad Patricia Bullrich… dicen que también espera agazapado, quien es el segundo en orden de sucesión, el presidente de Diputados, Martín Menem.