El adultocentrismo refiere a la existencia de conductas, creencias y un modo asimétrico de vincularse entre las personas adultas y otros grupos etarios: infancias, adolescencias y personas mayores.

Por  Lic.Vilma Perren

Desde esta postura los adultos se instalan como modelo de referencia con respecto a la visión del mundo, ejerciendo el poder sobre miradas, deseos y necesidades de los grupos etarios arriba mencionados.

Se ostenta de este modo un poder sobre ellos que deriva en un modo sutil (y a veces no tanto) de violencia en las relaciones, ya que se degradan, desconocen o invalidan dichas miradas, deseos y necesidades.

Como ejemplo, vayan estas frases:

“Los niños no tienen problemas”

“… es que los viejos vuelven a ser como niños”

“ojalá tuviera yo los “problemas” que tenés vos con 15 años!, problemas son los de la vida adulta!”

“sos muy chico para entender eso”

“estás muy viejo/a para vestirte de ese modo”

“a tu edad ya no estás para comenzar esa actividad”

¿Nos suenan conocidas? ¿Las hemos escuchado? ¿Las hemos dicho?

Estas, y muchas otras, son frases que revelan cuán instalado está en nuestra cultura el adultocentrismo.

Para salir de esta postura violenta y cosificadora es necesario observar al otro/a, darnos cuenta que un viejo “no es como un niño”, es una persona que ha transitado su larga historia, con sus propias necesidades y deseos que muchas veces no concuerdan (y no tienen por qué concordar) con los adultos que lo/la rodean. 

Vale para con los niños comprender que muchas veces necesitan que se les expliquen cosas, y decirles: “sos muy chico para entender eso”, revela más nuestra incapacidad de comunicar o explicar algo adecuadamente que la incapacidad del niño/a.

Al igual que los adolescentes, que están transitando su propia etapa vital, diferente, compleja, en la que se experimentan muchos y muy profundos cambios: corporales, emocionales, vinculares, etc. Reconocer, validar y acompañarlos en dichos procesos es una actitud adulta verdaderamente sana.

Aprender a VER al otro/a, aceptar que nuestra postura de adultos es también propia de la etapa vital que estamos transitando, producto de nuestras experiencias y creencias, pero que no implica que sea “la vara con la cual medir” cualquier otra mirada, creencia o comportamiento.

Más humildad, menos cosificación, más escucha y respeto ante lo diferente nos permitirá salir de una postura adultocéntrica.

 

Lic. Vilma Perren

Psicóloga clínica – Logoterapeuta

Fundadora de GARVA (Grupo de Asistencia y Recuperación de Vínculos Adictivos)

Coordina grupos y talleres sobre la temática vincular

Autora del libro: La sanación viene de adentro