Sebastián Piñera, expresidente de Chile, falleció trágicamente en un accidente de helicóptero en el Lago Ranco, Región de Los Ríos. Este evento ha generado diversas reacciones y reflexiones sobre su vida y acciones como político y empresario.
En un texto crítico, el escritor Jorge Baradit expresa su preocupación de que la derecha utilice la muerte de Piñera para blanquear su imagen, señalando sus negativas acciones durante su mandato, como la resistencia a subir el sueldo mínimo, tocar el sistema de AFP, y enfrentar problemas sociales como el estallido social de 2019. Baradit cataloga a Piñera como un especulador financiero que se benefició de resquicios legales, enfrentó acusaciones y contribuyó a la impunidad de los multimillonarios en Chile.
En contraste, el artículo del periodista Hugo Guzmán en «El Siglo» (medio del partido comunista hoy en el gobierno) destaca el impacto político de la muerte de Piñera, quien estaba involucrado en la articulación y consejo de la derecha chilena, siendo incluso mencionado como posible candidato presidencial en 2025. Se menciona su participación en la política, su rol en la oposición y su influencia en la derecha latinoamericana y europea.
No obstante, la narración biográfica de su vida, proporciona un contexto más amplio sobre la vida de Piñera, desde sus inicios como ingeniero comercial hasta sus roles políticos como senador y presidente en dos períodos (2010-2014 y 2018-2022). Su participación en negocios y escándalos financieros, como el del Banco de Talca, así como su controvertido papel durante la protesta social de 2019 en que le declara la guerra a su pueblo, y su intervención en asuntos internacionales, como su intento de derrocar al presidente venezolano Nicolás Maduro.
La cobertura de su funeral destaca la presencia de diversos políticos, rindiendo homenaje al expresidente. A pesar de las diferencias políticas, algunos ministros del gobierno actual reconocen la importancia de brindarle un funeral de Estado, mientras que el presidente Gabriel Boric en su discurso en el funeral, se permite un giro de apreciación y discurso público respecto del fallecido, pasando de la advertencia de persecución de las responsabilidades políticas por las muertes y las mutilaciones oculares acaecidas en la revuelta popular de 2019, hacia un reconocimiento de las virtudes de su gobierno.
El sociólogo de izquierda Alberto Mayol en un artículo de prensa, le da una lectura al comportamiento de Boric, como evidencia de la caducidad final del Frente Amplio, dado que, en este relato presidencial, se muestra la pérdida definitiva del corazón de esa línea política hoy en el poder formal. Las consecuencias sociales y políticas de desdibujar las diferencias entre corrientes políticas, será desastroso según Mayol para la democracia actual y en su futuro inmediato, ya que para la ciudadanía queda en evidencia que todo el arco es finalmente un solo bloque que sustenta el poder, y el mantenimiento de los privilegios de la elite, y el abandono de las necesidades de las mayorías trabajadoras y jubiladas.
Por otro lado, algunos sectores de la derecha lo consideraban un líder formidable y un articulador clave en el ámbito político. Incluso como posible candidato presidencial del sector. Piñera estaba activamente involucrado en la política, influenciando decisiones y posturas dentro de su coalición, así como manteniendo vínculos con la derecha a nivel regional e internacional.
En suma, la construcción de relato de las derechas respecto de la “vida y obra” de Piñera, a la más fiel reproducción de lo que vimos en el films Orwell 1984, contó con todo el despliegue de los medios masivos de comunicación del país en manos de la elite, en jornadas maratónicas de insufribles manipulaciones, desde los noticieros, matinales, programas especiales en televisión, otro tanto en los medios escritos y de redes sociales, llegando a excesos increíbles, que lavan la imagen y lo llevan a categoría de héroe, estadista y modelo inapreciable.
Se le atribuyen las bondades de leyes liberales, incluso progresistas, como sello de sus atributos, desconociendo que cada una de ellas fueron articuladas y presionadas por ciudadanía organizada durante años de trabajo, de movilización en un contexto de persecución y violencia, para que finalmente el poder tuviera la necesidad política de concretar legislación al respecto, que siempre quedó corta, o en los mínimos del “como sí”.
En medio de todo este circo mediático, lo que queda es la reflexión ciudadana acerca del poder de manipulación que se mostró, desplegado con todo descaro, sin pudor, desde los dueños de “la editorial en Chile”. Ellos pueden hacerlo, el tema es si les creeremos o afinamos nuestra mirada crítica como sociedad civil.
En los estadios de fútbol, en medio de la congoja de las derechas y del presidente con su séquito de edecanes, la gente grita: “Piñera CTM, asesino igual que Pinochet”. Este grito, reiterado, penetró masivamente por las pantallas de los hogares que miraban el partido de Colo Colo, los comentaristas obvio no lo comentaron.
Terminó “piñericosas” y, con él, esperamos termine la infundada fe que tuvo la ciudadanía en los liderazgos de las últimas décadas. Que más temprano que tarde, la gente descrea en delegar el poder, y asuma la responsabilidad de construir, desde lo colectivo, la colaboración y la convergencia de las diversidades, iniciando una época de soberanía popular.
Redacción colaborativa de Ricardo Lisboa Henríquez; M. Angélica Alvear Montecinos; Guillermo Garcés Parada; Sandra Arriola Oporto y César Anguita Sanhueza. Comisión de Opinión Pública