Cada 6 de febrero el mundo, y muy particularmente las organizaciones de derechos humanos, feministas y de mujeres contra esta práctica, levanta la voz para eliminarla definitivamente. La mutilación femenina es considerada una clara violación a los derechos humanos de niñas y mujeres y, con el objetivo de no tardar más de una generación para que no exista más, se desarrollan múltiples actividades sostenidas de investigación, sensibilización, divulgación y capacitación.
La mutilación genital femenina es definida por la OMS como todo procedimiento que signifique la extirpación total o parcial de los genitales externos de las mujeres y niñas o lesiones en sus órganos genitales que no sean por razones médicas. La cifra de niñas y mujeres afectadas por esta práctica en la actualidad llega a 140 millones y anualmente, más de 3 millones pueden ser víctimas de estas prácticas. Si bien se sabe que se trata de prácticas que se dan en 30 países de Asia meridional, Oriente Medio, Africa y algunas comunidades incluso en Latinoamérica, la comunidad mundial lo reconoce como un problema global que trae, además, graves consecuencias para la vida de las mujeres y las niñas, no solo para su salud, sino también psicológicamente y en el pleno desarrollo de sus proyectos de vida.
De acuerdo con cifras oficiales de la ONU, hay hoy más de 200 millones de niñas y mujeres supervivientes de la mutilación genital femenina; en 2024, casi 4,4 millones de niñas —o lo que es lo mismo, más de 12.000 cada día— corren el riesgo de sufrir mutilación genital femenina en todo el mundo; una de cada cuatro fue mutilada por un trabajador/a de la salud y las hijas de supervivientes de la mutilación corren un alto riesgo de ser víctimas de esta misma práctica.
Tanto la ONU como múltiples organizaciones, especialmente de mujeres alrededor del mundo, se han propuesto la desaparición de esta práctica que, en algunas culturas, es milenaria, en menos de una generación. En ese camino, ha habido avances. Se sabe que, en la actualidad, las niñas tienen una tercera parte de probabilidad de sufrirla y sin duda, es una buena señal. Pero aún se está lejos del objetivo mencionado y establecido para 2030: eliminarla.