Compartimos la conferencia “Superar la violencia personal y social”, expuesta en Espacio Ronda y Biblioteca Municipal Iván de Vargas (Madrid), los días 6 y 8 de febrero de 2024, que transcribimos más abajo.

A partir de estas conferencias, tendrán lugar tres talleres que se desarrollarán en Espacio Ronda y para los que es necesario inscribirse

TRANSCRIPCIÓN

Buenas tardes:

Me complace estar aquí con ustedes para hablar de un tema preocupante, no por gusto, sino por necesidad, porque el mundo en que vivimos va bastante mal.

Del título Superar la violencia personal y social surgen 2 preguntas, a las cuales es muy interesante responder cada uno por sí mismo: ¿Me considero una persona violenta? ¿Es violenta la sociedad en la que vivimos?. En mi opinión, las respuestas de cada uno determinan la manera de ubicarse frente al tema de la violencia.

Personalmente, creo que la gran mayoría de nosotros no somos violentos intencionalmente. Pero, por otro lado, el mundo actual sí que es muy violento. Así que hay un problema…. En principio no somos violentos, pero se ha creado un mundo violento. ¿Cómo es posible?

Hay creencias y valores que generan violencia y que son los pilares de nuestra sociedad, sus fundamentos. Por ejemplo, el dinero es el valor principal, por encima de todos los demás valores, es el denominador común de todas las formas de violencia, ya sea física, económica, racial, religiosa, sexual, psicológica o institucional.

Algunas personas creen que son violentas, quizá porque a veces sienten una ira incontrolable. En el fondo, se trata de impulsos que se pueden gestionar, hay recursos para ello. Pero la violencia instintiva, la agresividad, por ejemplo, no tiene nada que ver con la violencia premeditada ni con la violencia que se utiliza como medio para conseguir un fin.

Por otro lado, hay personas que creen que no son violentas, y hablan de la violencia de los otros, cuando en realidad sí lo son. Son capaces de todo, incluso de matar, si se toca a sus ideas, a sus creencias y, sobre todo, a sus bienes. Sus actos para ellos son siempre legítimos. Éstas son las personas verdaderamente violentas de este mundo.

Nos guste o no, la sociedad tal cual está organizada nos influye en nuestra forma de sentir y de actuar. Incluso si rechazamos la violencia, estamos atrapados en la espiral socioeconómica que está dando forma al mundo actual.

Como humanista, mi trabajo se basa en el sentido, en la interioridad, en los significados profundos y en el «qué hacer» del ser humano. Me pregunto ¿Por qué somos capaces de lo mejor, así como de lo peor? ¿Qué hace que vayamos en una dirección u otra? ¿Qué es lo que nos impulsa? ¿Qué es lo que nos arrastra? ¿y qué nos impulsa hacia la violencia? ¿Que nos impulsa hacia la no-violencia?

Desde las primeras tesis de la fenomenología sabemos que la intencionalidad es un elemento fundamental de la conciencia. En mi opinión la intencionalidad nos diferencia de todas las demás especies del planeta, nos permite proyectarnos hacia el futuro, vencer resistencias, es el verdadero motor de nuestra evolución. Es lo digno, lo fantástico del ser humano.

La intencionalidad humana se ha expresado a lo largo de la historia: el dominio del fuego como manifestación de ese “algo más” del ser humano, los grandes descubrimientos, los fantásticos progresos científicos, la medicina, la tecnología, las grandes obras de arte, y sobre todos los numerosos casos de solidaridad ante el sufrimiento y el dolor, y la rebelión ante la violencia arbitraria y carente de sentido. Todo eso surgió de seres humanos conectados a un propósito transpersonal, todo gracias a la intencionalidad humana.

Pero estamos a merced de personas que actúan no por lo transpersonal sino por lo personal, por el “para mí”. Utilizan la fuerza de la intención para sus propios fines, para sus deseos, sus proyectos “para ellos”. Desde mi punto de vista, sus intenciones son de bajo nivel, no animados parar mejorar la humanidad. Así, cuando miramos a algunos gobernantes, a algunos que deciden por nosotros, cuando los escuchamos y vemos lo que hacen en realidad a pesar de sus promesas, los vemos animados por el hambre de poder, la venganza, el odio. Esto es preocupante porque la vida de millones de persona depende de ellos. Nuestra intencionalidad esta secuestrada por ellos, somos rehenes de sus intenciones. Los jóvenes no tienen futuro se dice, ¡claro! porque se le roban o congelan su intencionalidad. Nos orientan hacia conflictos permanentes, hacia guerras, con cinismo, nihilismo, mentira y sinsentido. En sus manos la vida humana ha perdido su valor, incluso tienen el poder de borrar a todos los seres humanos del planeta.

 Pero volvamos a la intencionalidad. Es nuestra fuerza. Podríamos vivir sin hacer caso de ella, sin preocuparnos por el mañana. Podemos vivir toda nuestra vida sin intención, día a día, en el presente, pero en realidad la intencionalidad está ahí y no nos damos cuenta, las cosas nos suceden, como si no hubiera dirección.

¡Pero tenemos esta intencionalidad, es nuestra fuerza! Para conectar con ella, necesitamos interiorizar, profundizar en nosotros mismos, en nuestro mundo interior, donde están nuestros valores esenciales, clarificar en qué condiciones queremos vivir. Y, a partir de ahí, aclarar el camino para lograrlo. Dicho de otra manera, debemos clarificar la dirección mental que damos a nuestra vida, a nuestras acciones, a nuestras elecciones.

Mi personal intencionalidad

Entonces ahora voy a hablar de mi intencionalidad. Este año termino un ciclo de doce años de estudio sobre el tema de la violencia y de la no-violencia, buscando encontrar formas de ser y actuar con no-violencia.

 

En mi primer libro Violencia, conciencia, no-violencia la tapa representa dos espirales. Una alegoriza la necesidad de ir a la raíz de la violencia para superarla, descubrir por ejemplo que no somos violentos por naturaleza como lo declaró la UNESCO aquí en España, en Sevilla, en su manifiesto de 1986 donde dice: «la violencia se aprende«. Conviene agregar “La no-violencia también se aprende”. Así cuando Jean-Paul Sartre decía “Estamos condenado a ser libres”, él se refería a la obligación de elegir para ser libre. De hecho, se trata de elegir entre violencia y no-violencia. Si no, como decía el historiador René Girard en su obra La violencia y lo sagrado: “Si no hacemos nada frente a la violencia, es el azar que decide”.

La segunda espiral, a partir de esta raíz, permite tomar el camino para liberarse de la violencia, utilizando los trabajos de reversibilidad de la conciencia para tomar distancia de los fenómenos violentos. “Ya no es el mundo el que se nos impone, sino nuestra conciencia la que se mueve hacia el mundo”, según sus intenciones.

En mi segundo ensayo, Pistas para la no violencia, la portada ilustra un laberinto que pone de manifiesto la complejidad del mundo actual; cómo el sistema nos conduce a la desconexión que permite legitimar o normalizar la violencia; cómo el sistema ofrece numerosas fugas para olvidar lo esencial; cómo el sistema hace que nos identifiquemos con sus proyectos, con sus valores violentos… Pero en este ensayo, muestro que hay salidas posibles.

Mi última producción La importancia del espacio de representación para la no-violencia me permitió tener una comprensión mayor sobre todas las investigaciones de estos años para superar la violencia. Será el tema de los tres talleres prácticos que haré próximamente. Para este trabajo me inspiré en los escritos de Silo, creador de la idea del espacio de representación.

Cuando me acerqué al tema, sentí intuitivamente que podría aportar respuestas esenciales al tema de la violencia y por consecuencia al de la no-violencia. En este momento de gran confusión en el que las referencias caen una detrás de otra, este concepto es una guía, un gran recurso para encontrar respuestas en uno mismo. ¿Pero qué es este espacio?

El espacio de representación

Este espacio se crea y se modifica en uno de manera permanente con sensaciones e imágenes. Cuando miro o percibo el mundo, inmediatamente asocio eso con mis representaciones o imágenes internas. La percepción y las representaciones se superponen y forman mi manera de ver el mundo.  Por eso, ante el mismo conflicto, vemos cosas diferentes tú y yo. En su obra El espectador, Ortega y Gasset decía: «Lo que mi pupila ve de la realidad, no lo ve ningún otro«.

Con el hecho de captar este espacio, tengo como una radiografía instantánea de mi situación, de mi estado interno, de mis deseos, de mis ganas de hacer, de mis intenciones… a través de las imágenes y sensaciones que lo compone. Es algo virtual pero real.

Puede parecer muy abstracto el tema. Quizás estamos acostumbrado a ver lo exterior y no lo interior, pero el mundo interno tiene gran potencia y se puede educar para tenerlo en cuenta. Cuando se aprende a ver y observar este espacio, se descubre que la violencia como la no-violencia están en este espacio… justo antes de actuar. De manera que tenerlo en cuenta permite modificar nuestra conducta.

 

En el taller aclararemos cómo funcionan los sentidos, en particular el sentido cenestésico o sentido interno (Ejemplo: el temor no provoca solamente imágenes visuales, se manifiesta en nuestro interior, por ejemplo, en el vientre…). Aclararemos qué entendemos por imagen. Cómo gracias a ellas, nos movilizamos; cómo nos permiten evacuar la violencia fuera de nosotros (lo que demuestra que la violencia no es natural sino un veneno que sentimos a veces visceralmente y que queremos extirpar de nosotros); cómo gracias a las imágenes somos capaces de transformar y modificar los conflictos; y finalmente, cómo, gracias al hecho de tomar conciencia de los actos que derivan de nuestras imágenes, podemos rectificar nuestra conducta.

El gran aporte de este concepto es la localización de este espacio en uno. En efecto, la violencia se configura en algunas partes del cuerpo, puede ser periférica, a flor de piel como puede ser instalada muy profundamente en uno. Su emplazamiento tiene gran influencia. Es muy útil descubrir en qué nivel de profundidad se localiza nuestra violencia.

La violencia que recibimos también toca espacios en uno que nos hacen reaccionar, es interesante descubrirlo. También la no-violencia sale de alguna parte de uno y es importantísimo descubrirlo para conocer cómo conectarse a este registro y repetirlo.

El espacio de representación no solamente es un gran aporte para superar la violencia, también, en la medida que se profundiza, es un apoyo para abrir canales internos cargados de inspiración, de intuición y de descubrimientos profundos.

Estoy convencido de que los grandes de la no-violencia, tales como Gandhi, Tolstoi o Luther King, se inspiraron en estos espacios internos para producir sus obras. Podemos pensar que han movido lo tangible a partir de lo intangible… que es sagrado y que existe en cada uno de nosotros.

Gracias por su atención.