Desde hace ya muchos años en mi práctica profesional, que también se ha visto enriquecida por mi propio trabajo personal, me he abocado al trabajo con los vínculos.
Por Lic. Vilma Perren
Hace mucho tiempo en este “mirar hacia adentro”, fui descubriendo una modalidad vincular que resultó ser sumamente insana, y aunque ya era psicóloga con varios años de experiencia clínica “descubrí” que eso que me ocurría tenía nombre: CODEPENDENCIA.
A pesar de haberme recibido en la prestigiosa Universidad de Buenos Aires, debo reconocer que jamás, en ninguna materia de mi formación de grado se ha hablado del tema, siendo, como he comprobado más tarde, el MODELO VINCULAR CULTURAL QUE TODAS Y TODOS HEMOS APRENDIDO.
Podemos llenar muchas páginas hablando de ello, pero sintéticamente diré que la codependencia es una estructura vincular en donde, como codependiente, termino “satelitando” alrededor de otra persona, perdiéndome a mí misma en ello, desdibujándome y “alejándome” de mí misma.
Hoy sabemos que esta problemática es considerada una adicción, tal como las adicciones a sustancias, la diferencia es que la droga es la relación misma, sufriendo muchas de las mismas consecuencias de otras adicciones: descuido de mi propia salud, de mi trabajo, de mi economía, de otros vínculos fuera del adictivo, etc, etc.
La codependencia es una enfermedad crónica, progresiva y social: “crónica porque se instala a una edad temprana, progresiva porque avanza solapadamente y se agrava con el tiempo y social porque los parámetros de la sociedad de consumo promueven el modelo vincular sometedor-sometido, exitoso-fracasado, víctima-victimario “ (Adicción a personas y dependencias afectivas patológicas – autoras: Dra. Mónica Pucheu y Lic. Inés Olivero)
Si bien podemos hablar de familias disfuncionales donde encontramos un campo propicio para desarrollar la codependencia, no podemos obviar que éstas familias están insertas en una estructura mayor, la cultura y el medio social al que pertenecen.
Desde ya que la falta de escucha, la imposibilidad de expresar los verdaderos sentimientos y pensamientos, la carencia afectiva, la inversión de roles donde los niños actúan como adultos y los padres como niños, la sobreadaptación, etc, serán una suerte de “caldo de cultivo” para luego, entablar vínculos tóxicos, pero ¿son éstas situaciones extraordinarias, o podemos reconocer que alguna o algunas de ellas son moneda corriente en todo sistema familiar?
Esto tiene muchas consecuencias, pero mencionaré solamente algunas:
- Infantilización, falta de madurez emocional ya que justifico mis actos y decisiones en referencia externa. Hago lo que se espera de mí, lo que “debo” hacer según expectativas de otrosMe des-renposabilizo de mí, ya que acato y obedezco sin reflexionar, lo que me permitiría comenzar a actuar con responsabilidad y libertad (no podemos ser obedientes y responsables a la vez!)
- Me desempodero. Mi “centro de gravedad” no está en mí, sino en la mirada externa, de los otros.
- Se fortalece la creencia del “yo no soy bastante” (creencia básica adictiva).La misma se va adueñando de nosotras (porque siempre estoy en referencia externa), alimentando así la infantilización, el desempoderamiento y mi des responsabilizarme de mí, esperando que alguien “de afuera” se haga cargo de mi felicidad
- Todo esto va anulando mi libertad interna, va empobreciéndome como persona, ahogando mis talentos y mejores virtudes porque en verdad, termino no sabiendo quién soy…
Lic. Vilma Perren es Psicóloga clínica – Logoterapeuta
Fundadora de GARVA (Grupo de Asistencia y Recuperación de Vínculos Adictivos)
Coordina grupos y talleres sobre la temática vincular Autora del libro: La sanación viene de adentro
https://www.facebook.com/licvilma.perren