Querido piloto del ejercito de Israel,

No nos conocemos, yo me llamo Andrea, soy un maestro de enseñanza básica y vivo en Italia. Nosotros aquí, desde el otro lado del Mediterráneo asistimos a lo que sucede en la otra parte, como si estuviéramos asomados a una ventana, miramos, comentamos, nos escandalizamos, alguno grita, alguno se desespera, llora, alguno ríe.

Vosotros estáis ahí, sois los actores.

Intento imaginar tu vida. No se si vives en un cuartel o en tu casa, con tu familia.
Pero tendrás, tal vez, una cama donde descanses, una habitación donde te sacas el uniforme, te relajas, te echas sobre la cama, con un libro o con un cómic para leer.
O con el teléfono te basta, como a muchos de nosotros para curiosear, pero sobretodo para comunicarte con una novia, o con tu madre. El amor es importante.

Pero las noticias no las miras, tienes suficiente, lo sabes todo. Estas harto de noticias, de bombas y de muerte, tienes ganas de dar vuelta la página.

Te habrás dado antes o después un ducha para quitarte un poco el sudor, polvo encima no tienes, pero en la cabina del avión se suda. Una buena ducha lo quita todo.

Te dormirás pronto, estas cansado, quizás el teléfono te queda al alcance de la mano, o el cómic se te cae de las manos. Menos mal que no fumas, te arriesgarías a incendiar la habitación. Pero fumar hace daño, tu eres un hombre fuerte y sano.

No tienes que poner el despertador, te despiertan los demás.

De noche no sueñas, o mejor no te acuerdas de qué sueñas ¿sueñas temas bonitos? ¿Pesadillas?
Olvidemos los sueños.

Por la mañana te levantas, te lavas bien la cara y las manos, te afeitas la barba, te vistes rápidamente, tienes hambre. Los dientes te los lavarás después.

A las ocho estás cuando se iza la bandera, gritas las frases que tienes que gritar. De ahí en adelante es como si estuvieras con el piloto automático. Intercambias algunas frases con los mecánicos de tu avión, hoy también está el que prefieres. Subes la escalerilla que te han preparado, pones tu pequeña bolsa en el compartimento de arriba, te pones el casco, te abrochas el cinturón, enciendes el ordenador, miras donde te mandan hoy día, el tiempo que tardas, cuánto falta para el despegue.
Todo bien. Mandas un último mensaje a tu amor antes de apagar el teléfono.

Miras fuera, el día es gris, no te preocupes porque en breve llegará la primavera, tienes gana de ir al mar, en le fondo estás un poco cansado de esta guerra, pero bueno…

Cinco minutos para el despegue. Piensas. Mañana tienes que pagar la inscripción a ese curso que quieres hacer, tienes que llamar a tu tía esta noche, es su cumpleaños, si no se apena.

Aprietas el botón del arranque de los motores. La cabina ya se ha cerrado, haces una señal con la mano y saludas a los mecánicos en la pista. El motor tiene que calentarse un poco. Solo después empiezas a moverte lentamente por la pista. Ves a tu colega que despega, después hay otro detrás en la pista, ya viene tu turno. Esta mañana sois puntuales.

Te mueves lentamente sobre la pista. Tienes que moverte despacio, la bodega esta llena de bombas, no es broma. Lo sabes, el avión pesa más en el despegue que en el aterrizaje.

Delante de la pista el motor acelera, el ruido es muy fuerte, pero estás acostumbrado, te gusta este momento, sientes toda la potencia del avión. Eres fuerte. Adelante… velocidad máxima, despegue. Enseguida una curva, podrían haber hecho la pista con vista a Gaza directamente, paciencia. Curva.

Ahora quince minutos volando. Miras tus tierras. Las calles, las autopistas, limpias, el trafico, las casitas, los jardines, las avenidas arboladas. Alguna torre de control, algún camión de soldados. La tierra árida se alterna con aquella que habéis conseguido regar, maravilloso, sois magos.

En la lejanía el humo de las bombas lanzadas hace poco por tus colegas. En un momento te toca a ti.

¿Qué te pasa por la cabeza? Me lo imagino…

¿Que se mueran todos de una vez? ¿Porqué no se van? Porque están esperando nuestras bombas.
Peor para ellos, se lo merecen.

¿Pero no se avergüenzan de quedarse ahí con sus hijos? ¿Los usan como escudos humanos? No es mi problema, hago lo que tengo hacer, que se apañen nuestros jefes.

De aquí a un momento me toca a mi, está todo sincronizado.

Allí es donde tengo que ir, parece que esta ya todo destruido, estarán escondidos bajo los escombros. Habrá que sacarlos afuera. Quien haya decidido esto, habrá hecho sus cálculos. Lanzo!
“Wowwwwwwwww” grito, siempre lo hago en estos momento, descarga la tensión.

¡Hecho!

Vámonos, subimos de cuota, no sea que nos lancen una bomba.

¡Volvemos!

Tengo sed, siempre se me seca la garganta. Una lata de naranjada, esperemos que hayan en la máquina, ayer se habían acabado, tengo las monedas justas en el bolsillo.

Pero si un día en cambio, decidieses que ya basta?