Situación política
Los fríos números de una elección, en este caso un plebiscito constitucional, arrojan distintas lecturas, algunas más histriónicas que otras, con el afán de robar protagonismos y aparecer un segundo más en la pantalla, cual arlequín creador de realidades.
Los números del plebiscito, donde el padrón lo componen 15.406.352 electores (fuente www.servel.cl), total del que se desprende que la opción “en contra” alcanzó alrededor del 56% y el “a favor” un 44% (en el tercer plebiscito constitucional en tres años) y que los partidos, alianzas y gobierno leyeron para su beneficio, y lo raro, no apropiándose del triunfo.
De lo que sí se apropiaron, fue del poder constituyente, y cerraron la puerta al mandato popular de generar una nueva Constitución. La actual legislación no contempla mecanismos ni formas, de exigir a la autoridad cumplir su palabra; así se les facilita no haber cumplido con las necesidades en salud, educación, vivienda y trabajo/pensiones; banderas con las cuales llegaron a ser electos, muchos de los que hoy están ejerciendo cargos de poder. Y la gente lo sabe.
Esta tendencia histórica de “la política de los acuerdos” post dictadura cívico-militar, es la que devela en artículo de prensa Felipe Portales, Sociólogo de la Universidad Católica: “El liderazgo de la Concertación aceptó que se elevaran los quórums para las leyes simples ¡a mayoría absoluta en ambas cámaras, pero sin eliminar los senadores designados!, con lo que evidentemente perdería la mayoría parlamentaria segura”. “… La explicación de fondo la revela el mismo Boeninger cuando señala que el liderazgo de la Concertación llegó, a fines de los 80, a -una convergencia (con el pensamiento económico de la derecha) que políticamente el conglomerado opositor no estaba en condiciones de reconocer- (Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad. / Edit. Andrés Bello, p. 369). De este modo, si la Concertación hubiese tenido ¡desde marzo de 1990! mayoría parlamentaria simple habría quedado desnuda frente a sus bases en su falta total de voluntad de hacer cambios profundos en la legislación laboral, sindical, de salud, tributaria, universitaria y, en general, de todas las estructuras económico-sociales impuestas por la dictadura y que no requerían de quórums supra-mayoritarios para modificarlas. En cambio, al regalar solapadamente aquella mayoría quedaba habilitada para culpar al hecho de no tener mayoría el que no se pudiesen hacer esos cambios. ¡Y esa fue precisamente la letanía que hemos escuchado más de treinta años!”.
¿Y hoy, no quieren o no pueden redactar una nueva carta constitucional que apoye los intereses del pueblo?
Está claramente demostrado, en el quehacer cotidiano de la casta político/empresarial, que no quieren hacerlo.
El “acomodo” de los parlamentarios, al cambiarse o renunciar al partido que los llevó a ser electos, sin excepción, responde a los intereses personales y/o del empresariado, y no los de la gente que les dio su voto; electorado que sigue acumulando rabia, impotencia, frustración y violencia por el abandono y desamparo en el que se encuentran como ciudadanía. Basta revisar la agenda legislativa del parlamento y gobierno, para darse cuenta del camino que han trazado: criminalizar las demandas y protesta social. Intentaron constitucionalizar las AFP, Isapres y todo aquello que profundice el modelo, negando así otorgar derechos y garantías a las ciudadanas y ciudadanos.
Esto evidencia que la gente está en una suerte de desamparo constitucional, que no será subsanado ni atendido en el corto ni mediano plazo, por el transversal “Partido del Orden” y sus “Sheriff” que, de acuerdo con los resultados del plebiscito, lo único que ven, son posibilidades de que algún familiar o amigo llegue al poder y así mantener “el cambio que no cambia nada”. Y la gente lo sabe.

Requerimientos electorales de sentido común
En este escenario, nosotros diremos claramente lo que se requiere hacer hoy (ya lo dijimos formalmente, previo a las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2021): se necesita electoralmente repetir el 80 a 20 del plebiscito de entrada de octubre 2020, y para ello, se deben priorizar los intereses de la gente, y suspender los intereses de cada grupo político. Esto concreta una lista de candidates transversal, que incluya desde los movimientos sociales al PPD, con la perspectiva de ganar un ejecutivo con mayoría parlamentaria; en corto, todos contra la derecha. Y, por cierto, con un programa, elaborado por la gente en espacios de deliberación y acuerdos directos, para relevar las necesidades de la gente, es decir, un mandato nítido para el Poder. Esto es posible hoy (ya se probó la fuerza electoral), lo que se requiere es el compromiso concreto de la política partidista. Y la gente lo sabe.
Con mucha valentía, con mucha creatividad y, lastimosamente, con demasiados mártires, el Pueblo Chileno generó dos momentos claves para contar con la mayoría parlamentaria, para gobiernos, supuestamente, no de derechas (Aylwin 1990 – Boric 2021), y en ambas situaciones la casta política-empresarial, traicionó la posibilidad de resolver las necesidades básicas de las mayorías asalariadas, la gente jubilada, desempleada y aquellas que aportan sin recibir remuneraciones. Y la gente lo sabe.

 

Redacción colaborativa de M. Angélica Alvear Montecinos; Guillermo Garcés Parada; Sandra Arriola Oporto; Ricardo Lisboa Henríquez y César Anguita Sanhueza. Comisión de Opinión Pública