Este fin de semana el Centro Gabriel García Márquez, le dio posada a la convocatoria de la Maestra Patricia Ariza; 200 maestros, artistas y sabedores unieron sus voces en un mandato por la Paz.
Así tengamos arraigado en nuestra historia el uso de las armas; así hayamos sido lo que hemos sido y hayamos dejado de ser lo que no fuimos, debemos comprender que, en temas de guerra y paz cada día perdido se cobra en vidas humanas; y que la violencia no es la sombra de otro, de un ajeno, de alguien que está tan lejos que no importa. En la violencia también hay algo de nuestra propia sombra. Por eso el llamado de Patricia era y sigue siendo urgente.
En Defendamos La Paz acogimos su propuesta, y con el apoyo de los ministerios de Cultura y de Educación la acompañamos en este llamado a no guardar silencio; a no guardar costumbres por miedo; a no guardar indolencia. A no estar dispuestos a que sigan matando a la gente como si fuera parte de un libreto macabro. El libreto debería ser por la vida, y el resultado de un proceso cultural genuino y colectivo lleno de humanismo y convicción. Por eso nos reunimos. Para eso se dio esta juntanza cultural por la paz.
Estamos sobre diagnosticados, y de poco sirve llorar sobre los equívocos que otros cometieron; lo sensato es asumir los propios errores y responsabilidades, recuperar el tiempo perdido y seguir adelante cumpliendo -entre otras obligaciones- el mandato constitucional de cuidar la vida de los colombianos.
Nos corresponde como sociedad no caer en la inercia. Y a los alzados en armas, comprender que dejar pasar este momento histórico de un gobierno comprometido con la paz, sería el peor error que podrían cometer; uno que solo se enmendaría luego de muchas décadas y miles de muertos más.
Nuestra exministra convocó al sector cultural, a las artes, a los firmantes de paz, a los saberes y la pedagogía, porque los necesitamos para generar un cambio verdadero en el pensar y en el sentir de los colombianos.
Bien sabemos que la paz no se teje por decreto ni se gana en las trincheras. Si la paz no se construye como cultura, es muy poco probable que suceda, y si llegara a lograrse, sería casi imposible que perdurara.
La cultura y el arte son las únicas herramientas que inciden de verdad en el espíritu, en el lenguaje y el comportamiento de la gente. Por eso hicimos la jornada del domingo y el lunes. Por eso, y porque necesitamos aprender a cuidar y a cuidarnos, a sernos y hacernos corresponsables los unos de los otros.
No nos digamos mentiras. Los 405 excombatientes firmantes de paz y los 1572 líderes sociales asesinados (cifras de Indepaz), no solo son culpa de los sicarios, de quienes dieron la orden, y de un estado que no supo o no quiso protegerles la vida. También nosotros como sociedad civil, somos responsables de cada uno de nuestros muertos. Porque pudimos haber hecho más, y no lo hicimos. Porque nos pudimos haber levantado de nuestra zona de confort, con el primer muerto, con el segundo o con el tercero, y quizá no habríamos llegado a este exterminio tan aterrador que hoy nos llena de luto y vergüenza.
Es frecuente pero no es normal que los cuerpos lleven tres balas en la mano o en la espalda. Es frecuente pero no es normal que exista el oficio de sicario, y sí… la vida no tiene precio, pero aquí tiene tarifa.
No más orillas irreconciliables. No más enemigos que se odian sin conocerse. La paz tiene que dejar de ser una asignatura pendiente, para convertirse en una forma de sentir y vivir. Por eso éste era y sigue siendo, un llamado urgente.