por Luisa Viviana Achá Irigoyen
Tarija, Bolivia

En 2020, desde México, la “Canción sin miedo” compuesta por Vivir Quintana inflamó la indignación y a la vez la esperanza sobre la lucha contra violencia hacia las mujeres en todo el continente latinoamericano.  Un año más tarde, en la ciudad de Tarija, un proyecto denominado “No soy la musa, soy la artista”, tenía como objetivo grabar la versión local de aquella canción.

Durante cuatro meses se conformó un grupo de 40 mujeres que se formaron en técnicas de canto y en la interpretación de diversos instrumentos. Se grabó la canción y un videoclip y, antes de darse a conocer a la opinión pública, este nuevo grupo que se había conformado decidió bautizarse como Ensamble Imaybé.

A continuación, se presenta la entrevista a Natalia Humacata (21), cofundadora de este Ensamble y una de las principales líderes de este movimiento cultural.

P. ¿Por qué el nombre Imaybé?

No fue solo por el personaje femenino de la leyenda chiriguana, sino que justo esa semana (que estábamos buscando un nombre) liberaron a algunos cóndores que habían sido envenenados y se habían logrado rehabilitar. Y el primer cóndor que soltaron se llamaba Imaybé. Eso hizo match con otros elementos de la canción que grabamos, ya que en la última parte del himno a Tarija cantamos: “Somos libres cual libre es el cóndor que el espacio recorre veloz”.

P. ¿Quiénes forman parte del Ensamble Imaybé?

Empezaron treinta chicas. De ese grupo, veinte continúan. Y en el camino hemos tenido dos convocatorias. Ahora somos veinticinco personas. Mayoritariamente, somos una articulación de mujeres, pero también de nuevas masculinidades y de diversidades. Entonces, cuando nos toca presentarnos decimos que somos una articulación de mujeres, de hermanas, compañeras, mamás. La mayoría son estudiantes.

P. ¿Qué te motivó o inspiró para cofundar el Ensamble Imaybé?

Yo empecé a los 14 años con el activismo. Me metí a “Ni una menos” porque era una organización que acompañaba a las familias de las víctimas de feminicidios. Y yo a los 14 estaba en los juzgados. He empezado por ahí, pero a medida que pasaba el tiempo no podía sostener eso porque no estaba capacitada y me faltaba aprender muchas cosas.

Un día me inscribí en un programa de planificación de vida. Esa fue la primera vez que me preguntaron cuál era mi sueño. Yo dije: quiero formar un espacio de mujeres para las que el arte sea su espacio de catarsis. Porque yo he sido una persona introvertida, pero la primera vez que subí al escenario cuando era niña, agarré el micrófono y sentí que el escenario era un espacio en el que yo me sentía super segura. Y eso se ha ido transformando en mi instrumento.

Además, antes me sentía super desconectada de Tarija, pero con las chicas del ensamble me di cuenta de que era posible utilizar la música para decir muchas cosas. Entonces la idea ya no era escaparme de aquí, sino crear nueva cultura.

Hemos empezado a componer para la vida, para el placer de estar juntas, de hacer lo que queremos. Ahí el panorama se ha ido abriendo. Ahora estoy segura de que el arte puede ser más impactante e influyente. El arte es un lenguaje universal, un instrumento integrador porque no te está obligando a nada. Ya sea que sientas rechazo, o te guste o llores, sí o sí vas a sentir algo. Para mí es el arma más poderosa.

P: ¿Por qué dices que utilizas la música como instrumento político?

Hay una despolitización fuerte de las generaciones. Esto de tenerle miedo a la política igual pasa con los artistas.

Yo primero tengo que reconocer que la música puede influir, construir cultura, cambiar los comportamientos, guiar las formas de relacionarnos. Puedo cosificar a la mujer en la música o puedo crear una obra como “El Derecho de Vivir en Paz” de Víctor Jara y unir a una nación.

La política no solamente es el arte de conseguir el poder y mantenerlo, la política es hablar, poder opinar y poder construir a partir de ahí. Es tomar posición de algo y defenderlo. Y eso tiene que ver con cuáles son nuestros irrenunciables. Nosotras entendemos el valor de la música y como seres políticos escogemos esa herramienta para construir. No somos políticas partidarias porque sí vamos a cuestionar cosas de uno y del otro lado.

 

 

P. ¿Recuerdas algún hito o momento significativo en la historia del Ensamble Imaybé, que quieras compartir?

La marcha del 8 de marzo del 2022, porque todo este movimiento feminista ha llamado a chicas jóvenes desde el arte. Era una cantidad de gente increíble y todo el mundo sabía la canción. Estábamos ensayando en el parque Bolívar sin parlante y con la guitarra al aire libre. Estábamos cantando “Canción sin miedo” y se acercó una niña de 8 o 9 años. Se paró delante de nosotros y empezó a cantar. Nos pusimos a llorar.

Otro momento fue cuando cantamos Guerrera de nacimiento para las Defensoras de Tariquía y nos dijeron emocionadas que se sentían identificadas con esa canción.

Ensamble Imaybé

 

P. El Ensamble Imaybé compuso recientemente la canción “Manta y coraje”, ¿qué significa esta canción y cómo te imaginas que aporta a la construcción de un mejor futuro?

Nosotras queríamos hablar mucho de la memoria. Nos hemos encontrado con que nuestras abuelas eran de Yacuiba, de Potosí, de Oruro, que la mayoría de nuestras abuelas eran migrantes. Entonces la canción es para ellas. Somos el resultado de un montón de luchas.

Mencionamos los pañuelos de las chapacas (tarijeñas), de las cholitas, que siempre han sido para bendecir algo y los usamos para bailar. Se han transformado en nuestro símbolo, los pañuelos morado, verde y naranja.

Nuestras composiciones son bien simbólicas. Mencionamos al agua para decir que la vida siga fluyendo o que llegue a un lugar, pero con recuerdos, con vertientes que se han cruzado. El viento que barre, corre, limpia o deja todo con caos. También mencionamos al aguayo (un tejido tradicional hecho a mano y utilizado en el altiplano de Bolivia y Perú), que tiene que ver con reconstruir la memoria del regionalismo de Tarija. ¿Quién no tiene aguayos en sus casas? Cuando ponemos esas cosas en la mesa nos damos cuenta de que somos una unión de todo y que ya no vamos a ser serviles a esos discursos que nos separan.

El Ensamble es una idea, va a quedar, aunque nos vayamos. Hoy lo hacemos nosotras, otras personas lo harán después y van a ver que era posible hablar y nombrar muchas cosas con la música.