Alegatos finales: reafirmar el exterminio étnico como política de Estado
La lectura del fiscal Rafael Alberto Vahils Ruiz, durante losalegatos de cierre por el asesinato de Rafael Nahuel, dejó en evidencia dos preconceptos asimilados de manera tácita en la sociedad argentina. Uno: se va a eliminar a todo “indio rebelde” que se oponga u obstruya el camino del progreso nacional (un principio estatal en el que se enfila mucho “indio amigo»). Dos: se pondrán al servicio de los agentes y las fuerzas de seguridad todas las instituciones, inclusive el poder judicial, para asegurar el resguardo ante acciones ejecutadas en el primer principio. En este contexto: ¿qué resulta más peligroso: los “indios amigos” que le dan la espalda a su gente (vaciando las calles de pronunciamientos) o la lectura de un fiscal que simplemente cumple con la función que le fue encomendada, velar por los intereses del Estado argentino? ¿Puede el Pueblo Mapuche esperar la ejecución de la noción de justicia dentro de los ámbitos judiciales nacionales que continuamente le niegan hasta el derecho de saludar en su lengua materna?
Kiñe | Uno
La actualización del exterminio mapuche 3.0
Los alegatos finales, en los procesos penales, contienen todas las pruebas, testimonios y definiciones trazadas durante cada una de las audiencias. Es responsabilidad de la fiscalía, las querellas y las defensas, exponer una teoría del caso. En este proceso puntual, las querellas fueron contundentes en articular todos los hechos que demostraron que el asesinato de Rafael Nahuel no se produjo en un contexto de “enfrentamiento”, “pelea” o una supuesta “batalla”. En cambio las defensas intentarán (aún no exponen) buscar la absolución, sosteniendo que los cinco albatros actuaron bajo legítima defensa, al ser emboscados por un grupo de mapuche. El punto de inflexión, el desempate en esta disyuntiva, la debería poseer la fiscalía, porque representa al Estado, porque debería tener cierta imparcialidad en su resolución y porque generalmente es determinante en la decisión de los jueces. Pero ¿qué sucede cuando del otro lado hay un pueblo preexistente al Estado Nacional? ¿Hasta dónde se puede ver la parcialidad o imparcialidad de un fiscal?
El fiscal Alberto Ruiz no tuvo ningún prurito en justificar a los albatros. Justificó el uso de munición letal, reconoció como verosímil el discurso de la “guerrilla mapuche” (los testigos, pertenecientes a las fuerzas de seguridad, reconocieron tácticas militares: telas atadas en los árboles y troncos apilados en los caminos) y alegó que las piedras responden a la característica jurídica de arma letal. “No eran piedras comunes, eran filosas. Si una de esas piedras impactará de lleno en la cabeza de una persona podía quitarle la vida”.
“Yo vengo a hacer justicia por su hijo, pero no busco venganza”, aclaró Ruiz mirando a los ojos a Graciela, la mamá de Rafael Nahuel, unos minutos antes de que el juez Alejandro Silva diera por finalizada la audiencia. La indignación de la familia Nahuel no se hizo esperar y expresaron su descontento por la levedad del pedido de la fiscalía: cinco años de cárcel y ocho de inhabilitación para los cinco imputados.
La fiscalía negó que haya existido un proceso de transferencia, reivindicando, en el mismo ejercicio el uso de armas por parte de los jóvenes mapuche comprometidos: Rafael Nahuel, Lautaro Gonzalez y Fausto Huala.
La fiscalía habló de tiros al “boleo”. Dijo textualmente: “tiraron 150 tiros al boleo”. ¿Por qué afirmó que “desgraciadamente” le impactó uno de esos 150 disparos a Rafael Nahuel? ¿Por qué da por sentado que el accionar de los albatros se produjo por accidente, dando a entender que no tiraron a matar y que los disparos fueron al “boleo”? Tres disparos distintos, impactaron contra el cuerpo de tres personas diferentes: Nahuel, Coña y Colhuan.
El espanto de cada uno de estos argumentos se materializa cuando comprobamos que los mismos no provienen de los defensores de los imputados —que sería lo esperable—, sino que, en cambio, provienen de un representante del Estado.
El exterminio mapuche actualizado 3.0 se pronuncia en las salas de audiencias judiciales del país y se reproduce en los portales digitales de Buenos Aires (Clarín, La Nación) y del Alto Valle (Río Negro, La Mañana, El Cordillerano). Significa una reproducción distorsionada y edulcorada de la realidad. El relato final pronunciado por Patricia Bullrich después del asesinato de Santiago Maldonado: “No vamos a tirar por la ventana a ningún gendarme”. Y resignifica las palabras del gran maestro argentino Faustino Sarmiento cuando afirmó a principios del siglo XX que “su exterminio (la del indio) es providencial y útil, sublime y grande”.
Epu | Dos
El plan criminal
“No fue un error, no fue un exceso. Fue un asesinato a sangre fría”, comenzó indicando Mariano Przybylski (Secretaria de los Derechos Humanos de la Nación), en un prolijo, exhaustivo y detallado alegato, al que adhirieron el resto de las querellas Y continuó: “los albatros sabían a lo que iban”. “Desoyeron dos órdenes: una modulada y la que les dio Lezcano”. Cinco albatros subieron armados, obviando la orden de esperar refuerzos (armados con municiones disuasorias que los albatros no tenían). Los albatros sabían que si subían iban a tener que usar las municiones de plomo, simplemente porque eran las únicas que tenían.
“Después que mataron, descendieron”. Los albatros hirieron a tres personas y recién ahí se detuvieron en su plan criminal. Y cuando emprendieron el regreso nadie los siguió porque había un joven que se estaba desangrando: Rafael Nahuel. Había que asistirlo, decidir qué hacer, ir a un arroyo a buscar agua —que era lo que pedía Rafael antes de morir en el Cerro Mascardi— e improvisar una camilla para trasladarlo. No había tiempo, ni era prioridad seguir a los albatros. Por otro lado, cada persona que estaba en el cerro, al intentar seguir a los prefectos, corría el riesgo de ser herido también.
“Fausto agarró una bala (después de la balacera que sufrió) porque sabía que no le iban a creer”. No era la primera represión que sufría Fausto. Ni él, ni sus hermanos, fundamentalmente Facundo Huala —que hoy cumple una condena penal por una causa armada—, desconocen el racismo con el que las fuerzas de seguridad de la Nación tratan al pueblo mapuche en su conjunto y a los jóvenes pertenecientes a los barrios periféricos de Bariloche en particular.
“Pintos los redujo”, después de disparar en conjunto con los otros cuatro albatros, 150 municiones letales; fue el mismo tirador que tocó y redujo a los jóvenes mapuche. Primero les disparó por la espalda, luego les manoseó las manos y la ropa. Hubo transferencia, pero la fiscalía decidió seguir viendo las armas inventadas.
Kvla | Tres
Coautoría: “el que menos disparó, disparó 25 veces”
“¡Dispararon con intención de matar! No dispararon al piso, ni al aire”. Lo demostraron las tres heridas que aún perduran, que se mantendrán para siempre en el cuerpo de las víctimas.
Por lo tanto, independientemente de que la bala que mató a Rafael haya salido del arma de Cavia, existió un acuerdo durante y después del asesinato, por parte de los cinco imputados.
“El plan se va concretando con los gestos: cuando uno comienza a disparar, y el otro se suma”. ¡Todos tenían dominio sobre los hechos!”, refuerza Przybylski. Y concluye:
“¿Qué refuerza la teoría de la coautoría? El cargador completo de Cavia”. Todos los compañeros–imputados de Cavia tuvieron tiempo, al bajar del cerro, de coordinar cómo pasarle los cargadores repletos antes de tener que entregar, cada uno de ellos, las armas para ser periciadas. Por lo tanto, en ese momento, unas horas después de asesinar a Rafael Nahuel (o quizás en el mismo momento) ya sabían que Cavia había disparado el tiro asesino. “Ellos tuvieron un acuerdo para lograr la impunidad”, agregó Sebastián Feudal (APDH Nacional) en su alegato.
En lo único en que se diferenció este último querellante fue en la calificación de “odio racial”. “Central y determinante”, especificó, con referencia a una “agresión sin disimulo a una cultura minoritaria”. Y sostuvo: “desde el comienzo de la recuperación territorial de la comunidad, todos los agentes intervinientes (fiscales, jueces, y fuerzas de seguridad) actuaron con prejuicio de clase y odio”. Incluso “inventaron un grupo sedicioso”. Sin embargo, “no hubo ni un solo elemento que determine esta acusación”, que indique que la comunidad colocaba en peligro a la Nación.
Es verdad, no se puede “esperar peras del olmo”. La comunidad Lafquen Winkul Mapu lo sabe. Lo pronunció María Colhuan al comienzo del juicio y lo reclamaron el papá y la mamá de Rafael Nahuel al finalizar: “nosotros queremos justicia para Rafita”. Pero el sistema judicial y el Estado argentino, desde su fundación, se gestaron para eliminar a la población local, para implantar otra, para dominar el territorio, para repartirse las tierras, para imponer un proceso de transculturalidad. Lo sabemos, pero “los muertos siguen siendo del lado mapuche”, como afirmó Rúben Marigo, abogado querellante de la familia Salvo–Nahuel. “Los albatros sólo se lastimaron con una ramita”, concluyó.
Meli | Cuatro
La inclaudicable resistencia: no abandonar a un hermano en el camino. Ese es el legado del Rafa, el más amplio y puro sentido de justicia
La historia del racismo en la Argentina se reafirma y actualiza en las calles y en los procesos judiciales. Se mira por medios digitales. Se retransmite en redes sociales. Todos lo vimos: los jueces negaron hasta la posibilidad de que las partes comprometidas puedan ejercer el gesto más ínfimo y esencial para un pueblo, el saludo (en mapudungun). ¿Qué tipo de imparcialidad se puede esperar de esa escena, del seno de una justicia así?
Los que mueren a temprana edad son los jóvenes morochos que intentan levantar la cabeza para ver que sucede más allá de su situación de hacinamiento y control constante. Lo que se castiga es la fortaleza, el orgullo, la convicción, el sentido empático, la constante resistencia. Lo que se castiga es que sigamos vivos, tocando una pifilca, haciendo choique purrum, escribiendo una crónica, sacando una fotografía, construyendo una ruka en el medio de una barda.
El pueblo mapuche (autónomo) sabe que la justicia no será obtenida en los ámbitos judiciales y de las manos de los mismos jueces y fiscales que comandan las acusaciones y allanamientos en su contra. La justicia del pueblo mapuche está determinada por la decisión inclaudicable de no abandonar a un hermano en el camino, de mantener vivo el mapudungun y realizar una afafan cada vez que la vida esté en peligro. Ese es el legado del Rafa, esos son los principios de un mapuche y son, por supuesto, mucho más honestos y reales que todo el desgaste e impostura que produjo este proceso judicial aparatoso, ridículo y espantosamente racista.
El show está a la vista: por suerte disponemos de equipos sofisticados (lentes y grabadores) para dejar el registro, para que no nos suceda lo que le ocurrió a Fausto, que sordo de un oído por la cantidad de balazos que le efectuaron, sigue siendo acusado de incitador, violento y terrorista. Por suerte cada vez hay más niños y niñas que crecen estimulados y conscientes para detectar la “mentira blanca”, el encubrimiento opresor, el sonido del arma winka.
La disputa es discursiva (mediática), pero también espiritual. Un plano que el Estado Nacional ningunea y desprecia, pero que no se anima a tocar. Por eso el rewe de la lof Lafquen Winkul Mapu permanece erguido, manchado con pintura pero inamovible, formulando un gran interrogante: ¿cuál es la verdadera fortaleza del Pueblo Mapuche? ¿Por qué aún permanecen vivos su pensamiento y sabiduría? ¿Puede un arma de guerra replegar y retrotraer su función en el mundo (el gran proyecto extractivo transnacional)?
El Pueblo Mapuche, como Palestina, padece su propio Israel.