Por Daniela Toro, sicóloga miembro del centro clínico del ánimo y la ansiedad
En las últimas semanas las redes sociales han estado repletas de imágenes del conflicto armado entre Israel y Palestina, que muestran bombardeos a ciudades, personas heridas, militares armados, etc. Algo similar sucedió cuando estalló la guerra entre Rusia y Ucrania el año pasado. Y es que actualmente con el avance tecnológico de los celulares y las redes sociales, estamos a un clic de saber qué es lo que pasa al otro lado del mundo y eso incluye las guerras.
Las imágenes son compartidas por participantes activos del conflicto bélico, como ciudadanos o combatientes, quienes captan en primera persona los hechos, sin embargo, es importante que revisemos el origen de ellas, porque pueden estar editadas, manipuladas o simplemente ser falsas, para causar confusión y desinformación con el objeto de polarizar visiones o generar divisiones en la población, fortaleciendo prejuicios y estereotipos que alientan a la discriminación.
El consumo excesivo de imágenes de conflictos bélicos puede tener efectos negativos en nuestra salud mental, así lo afirma la Asociación Estadounidense de Psicología, tales como la desensibilización frente a los actos violentos, la normalización de la violencia, la pérdida de interés e incluso hay personas que al estar expuestas a este contenido pueden tender a imitar estos comportamientos bélicos.
Los efectos psicológicos dependen de otros factores como la historia personal de cada persona, la exposición a hechos traumáticos anteriores, ideologías presentes, elementos de la personalidad, enfermedades de salud mental, niveles de sensibilidad, vulnerabilidad individual y la cercanía con personas que participen en la guerra, entre otros.
Nuestro cerebro reacciona de manera empática a través de la activación de las neuronas espejo «como si nos estuviera pasando a nosotros», por eso es normal angustiarse entre de otras posibles reacciones emocionales.
Las imágenes pueden quedar en la mente de las personas y en ciertas ocasiones se transforman en pensamientos intrusivos, lo que dificulta eliminar estas visiones de la mente resultando muchas veces angustiante o perturbador. Esto sucede porque el cerebro recibe estos videos o fotografías como una señal de peligro, como si estuviese viviendo la situación. Es probable que personas que tengan problemas de salud mental o que han tenido traumas anteriormente, puedan gatillar un episodio de estrés agudo e incluso un trastorno de estrés post traumático.
Otros síntomas que pueden surgir son la pérdida de sueño, sentimientos de falta de esperanza, ansiedad y tristeza. No es recomendable la alta exposición a imágenes de guerra, mucho menos en personas vulnerables o niños.
Los niños no tienen las herramientas necesarias para comprender del todo las situaciones y al intentar hacerlo pueden confundirse o imaginar cosas que le afectarán negativamente. Por eso no es recomendable que ellos estén expuestos y si lo hacen es importante acogerlos, sin sobre exponerlos a informaciones innecesarias.
Es innegable que las imágenes veraces y de una buena fuente son un importante testimonio y registro de lo que acontece, tienen un alto valor informativo. Sin embargo, la realidad es que hoy en día estamos bombardeados con ellas de manera constante y es difícil establecer límites y diferenciar entre lo verdadero y lo falso.
Recomiendo que nos informemos de manera responsable, a través de fuentes serias, en momentos acotados del día y generar conductas de autocuidado como compartir sanamente con otros, realizar actividades placenteras, dormir bien, alimentarse sanamente, conectar con la naturaleza, conversar y contenerse con otros si es necesario procesar la información, generar acciones de ayuda que permitan sentir participación y colaboración