Por: Ángela Erpel |
Encontrar los mínimos comunes hoy en día es urgente, para construir desde los acuerdos aunque estos sean difíciles de encontrar. En definitiva, perder el miedo de nuestros conocimientos y saberes y usar nuestro poder, ese poder que no es monolítico, ni está anquilosado en una institución, sino que es voluble, dinámico y sobre todo, nos pertenece, desde nuestra conciencia feminista y desde la potencialidad política que nos constituye.
En un contexto en que las fuerzas ideológicas conservadoras han permeado el escenario político, responder con propuestas basadas en lo identitario parece no ser la mejor reacción. Ya lo demostró el fracaso de la propuesta de Nueva Constitución, no tanto por su contenido en sí, sino por la manera de presentarlo, que dejó en confusión a un importante sector del electorado, que vio en esta iniciativa solamente un factor más para polarizar el ambiente político y en contextos de crisis, la polarización nunca es el mejor escenario.
Y si hablamos de polarizaciones, el espacio feminista tampoco ha sido el mejor ejemplo: desde las eternas pugnas entre “institucionales” versus “autónomas”, que nos han tomado décadas de desencuentros, hasta la contingencia de los tiempos donde la virtualidad es una realidad. Las acusaciones cruzadas de “banalizar el feminismo”, mientras otras señalan un “feminismo sectario y excluyente”, no contribuyen a avanzar en materias urgentes para las mujeres y las diversidades, las que no pueden esperar mientras nos ponemos de acuerdo.
Entonces, recordemos estas palabras que proponen algunas claves feministas para funcionar políticamente en momentos de polarizaciones y transiciones: “Los procesos de consolidación de equipos también están marcados por diferencias políticas. Sólo partiendo de un mínimo común es posible construir una institución que tenga un mapa de navegación. Si estos mínimos comunes políticos no son compartidos existen diferentes caminos: jugarse en base a propuestas y reflexión para que la mirada propia modifique los mínimos comunes de la institución y por lo tanto tenga otro sentido, o bien formar otra institución en la que se parta con mínimos comunes que permitan funcionar. Esto está dentro de las políticas del feminismo, al explicitar las diferencias y constituirnos en corrientes políticas dentro del movimiento feminista y finalmente multiplicar los espacios. Todo proyecto tiene encrucijadas y más de una vez debe decidir sus opciones.”1
Esta idea que dio forma en gran parte al pensamiento feminista del Chile de la transición democrática, corresponde al texto “Un cierto desparpajo”, de Margarita Pisano (1996) y nos plantea el desafío de articular estrategias entre diversas miradas del feminismo, a veces complementarias, a veces opuestas, siempre válidas, para hacer frente a las tempestades que nos sacuden cuando soplan vientos divergentes.
Hoy nos enfrentamos a fuertes cambios que pueden significar una amenaza a los avances logrados desde los feminismos: el aborto en tres causales, el reconocimiento político de los cuidados, la tipificación del femicidio, el reconocimiento de las diversidades sexo afectivas y tantos avances que han contribuido a acortar las brechas de género. Faltan aún muchos avances y es por eso que es hoy mas que necesario no soltar las iniciativas en marcha y las que están por venir.
Sabemos que los feminismos están muy lejos de ser un gran grupo homogéneo, es más, hemos siempre abogado por la defensa a estas diversidades y es por eso que buscaremos ahora, en tiempos de crisis, no entramparnos en lo que nos divide, sino mas bien en lo que podemos hacer por salir del pantano de la disyuntiva, reconociendo y defendiendo justamente estas diferencias que también enriquecen el debate.
Encontrar los mínimos comunes hoy en día es urgente, para construir desde los acuerdos aunque estos sean difíciles de encontrar. En definitiva, perder el miedo de nuestros conocimientos y saberes y usar nuestro poder, ese poder que no es monolítico, ni está anquilosado en una institución, sino que es voluble, dinámico y sobre todo, nos pertenece, desde nuestra conciencia feminista y desde la potencialidad política que nos constituye.
1 Pisano, M. (1996). Un cierto desparpajo. Ediciones Número Crítico.