No hay nada que festejar. Las élites económicas han asegurado su continuidad en el gobierno de Ecuador con el joven presidente Daniel Noboa, posesionado ayer en la Asamblea Nacional, en medio de un contexto de violencia y crisis económica, que tiene a la población en alta tensión y expectativa. La terrible gestión del gobierno del banquero Guillermo Lasso (2021-2023) – interrumpido con “la muerte cruzada” en mayo pasado- “mostró con su apuesta neoliberal que las élites no tienen ninguna voluntad de mantener un pacto por la sociedad o lo común”, destaca un reciente análisis de la Fundación Rosa Luxemburgo.

Con 35 años, formación en universidades norteamericanas de negocios y experiencia empresarial, Daniel Noboa es el hijo de una de las fortunas más importantes del país, el Grupo Noboa (GN), un holding de 141 empresas, que interviene en distintas áreas de la economía, con importante deuda fiscal, paraísos fiscales y denuncias de explotación laboral y trabajo infantil (Human Rights Watch, 24 de abril de 2002).

Sin duda, las élites muestran una capacidad de reinventarse frente a las poblaciones asediadas por el temor y la precarización. Con la imagen de un político joven, en posición conciliadora y distante de un gobierno cuestionado por el 90% de la población, Noboa logró importante votación de mujeres y jóvenes que querían “algo nuevo” frente a la creciente la polarización política de los últimos años (“correismo – anticorreismo”), alimentada desde los grandes medios.

Noboa se ha presentado como un actor al que le interesa el diálogo, mostrando una postura política de centro, que contrasta con la agresiva posición de extrema derecha de su vicepresidenta, Verónica Abad, y la composición de su gabinete de signo netamente empresarial. A la fecha, ha logrado un contradictorio acuerdo de gobernabilidad en la Asamblea Legislativa entre su movimiento político Acción Democrática Nacional (ADN), el progresismo (Revolución Ciudadana) y el Partido Social Cristiano, de derecha.

En el breve discurso de posesión, el nuevo presidente apeló a su juventud, pragmatismo y éxito personal, haciendo un llamado al diálogo político y enfrentando a “viejos paradigmas que ven la política como una realidad de extremos y revanchas”. El primer objetivo de su gobierno será reducir la violencia mediante la generación de empleo que enfrente la desocupación, anunciando para ello reformas económicas y energéticas que propondrá a la Asamblea.

En medio de un Estado desmantelado por las políticas de los últimos años y una sociedad en situación de extrema vulnerabilidad, bien cabe parafrasear ese viejo eslogan colonial “último día de neoliberalismo y primero de lo mismo”, que acecha en un horizonte incierto. Por su parte, los movimientos sociales, a pesar de las enormes movilizaciones de 2019 y 2021, aún no encuentran caminos de unidad para construir alternativas.