Milicianos de Hamás atacaron el pasado sábado objetivos civiles y militares en territorio israelí, asesinando a centenares de personas y causando el pánico entre la población. La respuesta del Gobierno de Israel ha sido rápida, incluyendo el bombardeo de poblaciones indefensas, causando centenares de víctimas civiles y sembrando la destrucción y el horror en Gaza. Las autoridades israelíes amenazan con una dura venganza en una guerra larga y cruenta. En anteriores represalias, la maquinaria militar del Estado de Israel no se ha detenido hasta que las víctimas entre los gazatíes han alcanzado proporciones desmesuradas, hasta treinta veces mayores que los daños que la población o el ejército israelí hubieran sufrido. Y ahora amenazan con que está vez será mucho peor.
Hay que insistir en que dos millones de palestinos viven en Gaza desde hace varias décadas en una situación dramática y cruel propiciada por las potencias occidentales.
Encerrados y bloqueados en un “gueto” construido por el Estado de Israel que los somete a una completa humillación, sin poder salir y entrar de ese territorio, sin poder recibir los materiales necesarios para construir las infraestructuras que necesitan, sin las medicinas necesarias para sus hospitales o sin acceso a las fuentes de energía que requieren. Los palestinos son asediados y sometidos por el poder militar del ejército israelí, que periódicamente bombardea las ciudades y poblados causando miles de muertos entre la población. Están sometidos a una política que solo puede calificarse como de exterminio, que a veces avanza con lentitud pero que en ocasiones estalla causando miles de víctimas.
Una política que desoye todas las resoluciones de Naciones Unidas y viola los derechos fundamentales de los palestinos con la complicidad de Estados Unidos y la Unión Europea.
La estrategia de Hamas, que dice pretender la liberación de los palestinos, solo les arrastra hacia situaciones sin salida que convierten a los gazatíes en moneda de cambio. Mientras, al otro lado de la valla, el miedo entre buena parte de la población israelí se extiende ante la movilización forzosa hacia la guerra y el combate. En una paradoja dolorosa, aparecen dirigentes que acaban siendo peones de un enloquecido juego de intereses, geoestratégicos o grupales, en el que las vidas humanas o el sufrimiento de las poblaciones son irrelevantes.
Desde hace tiempo se viene dinamitando todo intento de buscar una salida dialogada y sin violencia, dejando a los palestinos sin esperanza en una solución pacífica que posibilite una convivencia digna entre ambos pueblos. Con el futuro cerrado, miles de jóvenes palestinos solo consideran ya la violencia como única manera de transformar su situación. La creencia en la supuesta “necesidad” o “inevitabilidad” de la violencia como forma de resolución de los conflictos confiere poder a los violentos. De ese modo, los pueblos pueden llegar a encumbrar y sostener en el poder a los enemigos de su propio futuro.
¿Cómo se va a detener esta espiral de violencia enloquecida si los responsables de la masacre lanzan proclamas llamando a la venganza y a la violencia desproporcionada, enmascarándola en el “derecho a la autodefensa”?
La internacionalización del conflicto y el peligro nuclear en el horizonte cercano nos acerca a todos a una encrucijada manifiesta. En estas circunstancias, nuestras esperanzas no están en la conciencia de los dirigentes actuales, sino en la voz de los pueblos y de quienes logran hacerse escuchar enviando un mensaje en favor de la detención de la escalada de violencia a pesar de la presión de los gobiernos y los medios de comunicación que fomentan un belicismo irresponsable.
Toda denuncia y todo acto que signifique un reclamo de no violencia es un acto que construye la realidad que, en el futuro, será evidente. Todos necesitamos fortalecer la conciencia de la no violencia y en ese sentido, es un momento muy oportuno para que las gentes de la religión y las distintas voces de la espiritualidad expresen su compromiso y su reclamo por un mundo sin violencia.
Desde Convergencia de las Culturas y el Partido Humanista, queremos también alentar a los miles de voluntarios que se disponen a participar en la 3ª Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia en el próximo año, para dar señal de que es necesario cambiar el mundo y es urgente detener las guerras y superar las distintas formas de la violencia.