Por Iñaki Chaves
Basta de eufemismos. Pese a que, como casi todo en la vida “dependerá del color del cristal por el que se mira”, la realidad muestra con contundencia las diferentes tablas de medir y la hipocresía que nos gobierna.
Creo que hay que quitarse las gafas de madera y mirar alrededor: el mundo se inclina siempre del lado del más fuerte y de quien tiene el poder de las armas, sean de matar o de crear opinión. Y en ese panorama, pasamos de la devastación a la indiferencia. Porque todavía hay ´mentes ciegas` y estrechas que no ven la realidad de la invasión israelí de Gaza y de la aniquilación lenta y sistemática de la población palestina.
Pasan los años y para Palestina no cambia nada si no es para peor. En 2014 ya escribimos sobre una situación similar:
“Ya son dos las escuelas de Naciones Unidas bombardeadas por el ejército de Netanyahu, la última con la excusa de que salían proyectiles en su contra desde el interior. ¿Será que la ONU ha tomado partido?
Ya van más de mil muertos causados por los bombardeos indiscriminados, la mayoría civiles y de los cuales, según UNICEF, cerca de doscientos son niñas y niños. Son espeluznantes las imágenes de cómo “borran” del mapa un barrio en una hora (recogidas entonces entre otros por un medio “sospechoso” como el británico Mirror”).
Pero hoy, nueve años después, sigue habiendo seres cerriles, poderes negacionistas y naciones falsas y ciegas que niegan los hechos y que creen que escribir sobre ellos es tergiversarlos. Deberían informarse por fuentes diversas y contrastar datos y cifras, leer la historia e intentar entender el contexto social de todo lo que está pasando y que es un corolario de lo que lleva décadas oprimiendo al pueblo palestino.
Cada quien es libre de pensar y expresar lo que quiera, pero parece que las libertades son sectarias y dependen de quien las ejerza para ser admitidas. Es la lógica llevada a cabo por quienes piensan que la noche de los cristales rotos fue una simple rotura de lunas de escaparates y no un ataque al pensamiento y a las libertades públicas.
Debe ser tergiversar decir que Israel mata civiles palestinos indefensos; debe ser falsear expresar el malestar por unos hechos que deberían promover la inmediata intervención de organismos internacionales; debe ser adulterar creer que las masacres deberían conmover y estomagar a personas con conciencia, y debe ser deformar opinar contra los exterminios.
Debe ser mentira que EE.UU. tiene una postura tibia y sigue justificando a Israel; debe ser falso que Palestina ha perdido una gran parte de su territorio en los últimos setenta años; debe ser un bulo que Israel construye muros que más que proteger a los suyos aísla y encierra al pueblo palestino; debe ser una patraña que, generalmente, los medios masivos de difusión de noticias “valoran” más la vida de un ciudadano judío que la de varios cientos de ciudadanos palestinos, y debe ser mentira que a la ONG israelí de derechos humanos B´Teselem le prohibieron hace años un anuncio en el que intentaban “concienciar al público israelí del daño que se está causando en la Franja de Gaza” a personal civil que no participa en los combates.
Igual que todo lo que vienen documentando y denunciando entidades participadas por judíos y para nada cercanas a sectores extremistas palestinos como Breaking the Silence, Gisha (Centro Legal para la Libertad de Movimiento), la Asociación por los Derechos Civiles en Israel, el Comité Israelí contra la Demolición de Casas o el Comité Público contra la Tortura en Israel.
Obviamente, todo lo anterior no quita para reprochar la actitud de organizaciones terroristas que atentan contra la paz y la vida y ponen en riesgo la “seguridad” del gobierno israelí. Los fundamentalistas sionistas y los radicales islamistas se necesitan para justificar sus actuaciones. Pero las operaciones militares del ejército de Israel, pese a sus “avisos para evacuar”, con el silencio cómplice y asesino de gran parte del Occidente blanco y sumiso, son a todas luces desproporcionadas e injustas, son una devastación y un verdadero genocidio.
Recordemos Dreams behind the wall, aquel documental de Elena Herreros que quiso ser “un grito de ayuda” para “sensibilizar y concienciar al mundo de que la situación de la población palestina debe cambiar”. Porque el pueblo palestino merece tener esperanza y poder soñar con un futuro en paz.
No podemos ser in-diferentes. PAZLESTINA, Palestina libre.