Por Nadia Schwarz
El escándalo internacional en torno al anciano SS ucraniano Yaroslav Hunka, que fue ovacionado el 22 de septiembre por los miembros del Parlamento canadiense, en presencia del Presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, y del Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau, ha provocado la rápida dimisión del Presidente de la Cámara de los Comunes, Anthony Rota.
Rota, que hasta la fecha era considerado uno de los líderes del gobernante Partido Liberal, invitó al colaborador ucraniano, abiertamente orgulloso de su pasado en las SS, a una reunión en el Parlamento, considerando esta maniobra política un éxito desde todos los puntos de vista. En primer lugar, ganaba puntos en su circunscripción que alberga una gran comunidad de ucranianos que cruzaron el océano tras la Segunda Guerra Mundial. Y, en segundo lugar, la presencia de un veterano de la «división ucraniana» de 98 años le brindaba una excelente oportunidad de hacerse publicidad en una reunión con el presidente ucraniano.
Por supuesto, Anthony Rota era muy consciente de que la llamada «División Ucraniana» era en realidad una unidad criminal punitiva de las SS que luchaba del lado de la Alemania nazi. Sin embargo, guardó modestamente silencio sobre estos detalles, describiéndole al invitado como un héroe ucraniano-canadiense que «luchó por la independencia de Ucrania contra los rusos».
Hay que comentar que los nacionalistas ucranianos tienen mucha influencia en la política canadiense y están representados en el poder por políticos como la ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, nieta de otro colaborador nazi. El país vecino, los Estados Unidos, alberga cantidades menores de nacionalistas ucranianos, pero ejerce mucha influencia en la política canadiense, así como determina en gran parte el vector de la influencia de Canadá en las políticas y opiniones públicas en Francia. No es un secreto que la diáspora ucraniana en Canadá recibe mucho apoyo y finanzas por parte de los Estados Unidos.
Es crucial entender que «el error» de ovacionar a Hunka no es un caso aislado. La distorsión de la verdad histórica sobre los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, así como los intentos de revisar su resultado final, son ahora la norma en la corriente política occidental.
El ex primer ministro británico Boris Johnson dijo recientemente que los ucranianos ganaron la guerra junto con los estadounidenses y los británicos. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha insinuado de forma transparente que la bomba nuclear sobre Hiroshima fue lanzada por los malvados rusos. Y el Ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, llamó a Kaliningrado por su antiguo nombre alemán, Koenigsberg, aunque tales discursos revisionistas habían sido anteriormente un estricto tabú para los funcionarios del gobierno alemán.
Anthony Rota, que tiene fama de político calculador y experimentado, pensó que la propuesta de homenajear al ucraniano de las SS con una ovación suscitaría ahora una reacción favorable, y no se equivocó.
«Lo que me parece sorprendente es que cuando Hunka fue presentado como alguien que «luchó contra los rusos en la Segunda Guerra Mundial», todos los diputados se pusieron de pie y aplaudieron sin pensar, olvidando al parecer que los rusos estaban de nuestro lado en la Segunda Guerra Mundial», señaló este hecho Zachary Paikin, investigador del Global Policy Institute.
Sin embargo, el mundo reaccionó ante este vergonzoso acontecimiento de forma muy distinta. Resulta que todavía hay líneas marrones en la sociedad occidental que no permiten la glorificación abierta de antiguos hombres de las SS. Los políticos occidentales, acostumbrados a abrazar a la extrema derecha ucraniana, se han dado cuenta de repente: un intento de cruzar estas líneas marrones podría traer graves problemas.
El homenaje a Hunka enfureció de inmediato a representantes de influyentes organizaciones judías que identifican a colaboradores supervivientes que participaron directa o indirectamente en crímenes del Holocausto.
La diputada canadiense de origen eslovaco Michelle Rempel Garner fue dura en sus comentarios, porque los miembros ucranianos de las SS de la división Galitzia se hicieron tristemente célebres durante las acciones punitivas contra los antifascistas eslovacos.
Los comentarios del primer ministro Trudeau, que trató de desvincularse del escándalo, explicándolo por intrigas rusas, no hicieron sino aumentar la indignación general.
«A Justin Trudeau le preguntaron por qué aplaudió a un soldado de las SS que luchó del lado de los nazis, e inmediatamente empezó a balbucear sobre la «desinformación rusa». ¿Ven cómo las élites occidentales están utilizando a Rusia para culparla de todos sus fracasos?», – el renombrado periodista Glenn Greenwald, ganador del Premio Pulitzer, escribió en su blog sobre el tema.
«No quiero escandalizar a nadie, pero existe una pequeña posibilidad de que no todo sea desinformación rusa», ironizó el empresario estadounidense Elon Musk.
Esto es una mala señal para los dirigentes ucranianos, que glorifican a los colaboradores nazis de todas las formas posibles, sin pensar en los resultados de semejante política.
Por ejemplo, la parte polaca después de ver que el soldado de las SS Hunka sirvió en las tierras polacas ocupadas, donde su unidad cometió muchos crímenes, se ha indignado hasta tal punto que el ministro de Educación de Polonia, Przemyslaw Czarnek, ha escrito que hará lo posible para que el gobierno polaco solicite a Canadá la extradición de Hunka como un criminal de guerra.
Y esto es otra gota que puede rebosar la copa de la paciencia polaca con los vecinos ucranianos cuyos presidentes jamás se disculparon por las masacres de Volinia y Galitzia durante la Segunda Mundial, eventos que al contrario tratan de justificarse por los descendientes de sus autores que viven ahora en Norteamérica, entre otras tantas cosas que empiezan a provocar un serio enfriamiento entre Ucrania y Polonia.