Desde el 2017, varias niñas, niños, adolescentes y mujeres artesanas de distintos municipios de
Bolivia se han convertido en realizadoras de cine gracias a la iniciativa denominada: “Colecine,
cine comunitario para la incidencia pública”, impulsada por Roberto Barrios Bueno (31), un
gestor cultural boliviano que además es productor, curador y consultor de cine y contenidos.
El proyecto resulta del propio viaje de transformación de Roberto, quien a sus 13 años, en la
ciudad de Tarija, comenzó una carrera de formación como líder juvenil en proyectos de
impacto social. Y más adelante, cuando el cine se hizo parte de su vida personal y profesional,
observó que el desarrollo de las nuevas tecnologías puede impulsar su democratización, no
solo respecto a su consumo sino también a sus procesos de ideación, producción y divulgación.
La iniciativa de cine comunitario se posiciona frente a un entorno elitista que suele ostentar los
principales recursos para la realización cinematográfica del país. En contraste, lo que busca es
que los propios protagonistas de las comunidades plasmen, a través del cine, su propia mirada
de las problemáticas que les involucran y sobre las cuales quieren incidir. Esto se logra gracias
a que el lenguaje audiovisual puede ser aprendido tanto por un niño de 7 años como por una
mujer de más de 60, incluso si no saben leer ni escribir.
Un principio esencial de este cine comunitario es la noción de que el derecho a la
participación y a la libre expresión son habilitadores de otros derechos fundamentales. En ese
contexto, se despliega el rol de Roberto como gestor sociocultural que, al integrarse de
manera activa en la comunidad, ha interiorizado las características propias de cada colectivo y
de su contexto, lo que le permite dinamizar y acompañar los procesos de creación sin imponer
narrativas ni orientar los discursos que emergen de la propia base social.
A través de las prácticas que ocurren en los talleres se desarrolla la autoconfianza y el sentido
de empoderamiento de los y las participantes, se motiva la conversación sobre la identidad
individual y colectiva y se aporta a la formación de futuros líderes y lideresas comunitarias que
podrán gestionar nuevos proyectos e incidir en las políticas públicas que afectan a sus
municipios.
Romina, una adolescente de 14 años que es miembro de la Red de jóvenes “Jupig” participó de
uno de los talleres de cine comunitario que se llevó a cabo en el municipio de Camargo. Al
finalizar su experiencia destacó que al aprender a: manejar las cámaras, grabar de distintas
formas y editar, se estaba formando respecto a su liderazgo. En otra latitud, en plena
Amazonía boliviana, 32 mujeres artesanas y trabajadoras de distintas edades participaron de la
iniciativa de cine comunitario realizada en 2022 y son reconocidas como “Artesanas de
Riberalta, lideresas del cine amazónico”. Este año lograron obtener el financiamiento para un
nuevo proyecto de manera independiente.
Ya sea que se desarrollen obras individuales o se opte por plasmar un guion escrito
colectivamente, al final del proceso es fundamental la etapa de exhibición en espacios locales
nacionales e internacionales. Esto, ya que en dichos escenarios se da la oportunidad de
amplificar el impacto hacia otros actores: padres y madres de familia, autoridades municipales,
los pares de las personas participantes y otras entidades de la sociedad civil organizada.
Roberto hace énfasis en que el cine es un viaje de transformación: más que contar una
historia, es capaz de romper la pantalla y detonar cuestionamientos en la esfera pública. Su
formato hace posible que una película pueda seguir generando conversaciones significativas aún décadas después de haber sido creada. Desde el origen de la humanidad, hay un impulso
de retratar el mundo que nos circunda y ese mundo, como el cine, está en pleno movimiento.
Luisa Viviana Achá Irigoyen
Tarija, Bolivia
17 de septiembre de 2023