En medio de las tragedias y conflictos bélicos que estamos viviendo, comenzó el 24 de octubre la Semana del Desarme, establecida por la organización de Naciones Unidas en el año 1978, para impulsar el abandono del uso de la fuerza, alertar sobre los peligros del armamentismo, concienciar sobre la necesidad de avanzar en el desarme.

Año tras año, durante esta semana, se intenta ampliar el conocimiento general sobre las cuestiones del desarme, su importancia y el impacto que tiene en la vida de las sociedades y del planeta. Año tras año, desde diferentes instancias pero principalmente desde Naciones Unidas, se insta a gobiernos, organizaciones y múltiples actores a participar activamente en el logro de metas centrales, tales como, el establecimiento de normas internacionales/globales que regulen y controlen el comercio de armas convencionales; la eliminación del tráfico ilícito de dichas armas; la contribución a la paz y la seguridad en todos los niveles y la reducción del sufrimiento humano.

De otra parte, como enfatizó Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, también la Agenda 2030, en su meta 16.4 incluye: De aquí a 2030, reducir significativamente las corrientes financieras y de armas ilícitas, fortalecer la recuperación y devolución de los activos robados y luchar contra todas las formas de delincuencia organizada y alentó todos los esfuerzos que desde distintos espacios y actores se siguen haciendo en el mundo, en esta perspectiva.

Cabe decir que si bien todos los esfuerzos por el desarme relativos a cualquier tipo de armas, son de gran importancia, el desafío de hacer realidad la no proliferación y progresiva eliminación de las armas nucleares, configura el mayor desafío en razón, como sabemos, de la capacidad destructiva de dichas armas.