Si bien el esfuerzo financiero e institucional estuvo puesto en Santiago, la cobertura mediática ha permitido que millones de telespectadores tengan acceso a las competiciones que han estado centradas principalmente en aquellas con participación de deportistas chilenos. Hay entusiasmo y pasión, sobre todo en aquellos deportes en que el Team Chile ha tenido buenos resultados.
No es sólo el legado en infraestructura que deja un evento de esta magnitud y naturaleza, tampoco los mayores ingresos por turismo asociado, ni el aporte a la imagen país, sino que, lo más importante, en mi opinión, es el cambio cultural en la población respecto al deporte, en especial en niñas, niños y jóvenes. Cuántos querrán practicar el remo, esquí acuático, tiro skeet, taekwondo, natación, atletismo u otras en que compatriotas han destacado.
Si miramos las historias de los deportistas nacionales, en su gran mayoría, y sin miedo a equivocarme en la totalidad de los casos, su vocación y práctica nace de un interés particular, apoyado en primer término, por sus familias o clubes, pero no tiene su origen el sistema escolar.
La educación deportiva (o Educación Física) en Chile es un área considerada muy por debajo de las materias tradicionales, y no hay recursos para incentivar la práctica deportiva diversa, ni mucho menos para competencias inter escolares. Con suerte encontramos alguna competencia organizada por clubes privados de fútbol, básquetbol o atletismo, pero son la excepción y no la regla.
La práctica deportiva desde la escuela trae consigo grandes beneficios para las personas y para la sociedad.
En términos individuales, impacta positivamente la salud de las personas, en el desarrollo de habilidades cognitivas y motoras; y en disciplina y resiliencia; se aprende a perder y a ganar, a ponerse de pie después de una derrota y a recibir con humildad la victoria.
En lo colectivo, apoya en el desarrollo de habilidades sociales, hábitos saludables, trabajo en equipo, respeto al adversario; valoración de la diversidad y el aprendizaje e importancia tanto de la competencia como de la colaboración.
Y no menos importante que lo anterior es que el deporte es una oportunidad para la diversión. Una nueva demostración de que la educación puede ser entretenida y no tiene por qué ser aburrida.
De una práctica deportiva escolar extendida, valorada y apoyada por el sistema educacional resultarán mejores personas y deportistas. ¿Cuánto potencial deportivo se pierde porque el sistema escolar no ofrece ni las condiciones ni la valoración de la práctica deportiva? Y, si bien no es materia de esta columna, también agregar la misma pregunta a las artes, la cultura y la filosofía.
Después de Santiago 2023… ¿QUÉ?, es una pregunta que debemos repetir y repetir para que todo el esfuerzo y el impacto no quede en nada o en muy poco. Aprovechar esta oportunidad para abrir la discusión en educación y tener el coraje de cuestionar el Currículum Nacional para poder responder a la promesa de la educación de formar mejores personas, en vez de tener una mirada limitada a la función y producción económica.
Marcelo Trivelli
Fundación Semilla