El gobierno de Israel es tan prepotente, que tilda de terrorista a cualquiera que defienda a los palestinos, que pida un alto al fuego o que diga que el pueblo de Gaza no merece ser llamado “animal” y tratado peor que perro.
Tan botados a macanudos son que exigen la renuncia del Secretario General de las Naciones Unidas, el señor Antonio Guterres porque sólo pide lo mismo que todas las personas decentes de este mundo: un alto al fuego y que le devuelvan al pueblo palestino el agua, la electricidad y la comida,
Pero felizmente el mundo entero está informado de la verdadera situación, porque hasta la prensa más servil y vendida ha tenido vergüenza de defender un genocidio.
Hace más de 50 años que los israelíes están tratando de quitarles sus tierras y viviendas a los palestinos. Todos los días llegan fotos de soldados israelíes que están matando o deteniendo violentamente a un palestino, a menudo a un niño. Esas fotos esa información existe y ya no la podrán borrar ni eliminar porque todos la tenemos guardada. Uno las veía y no podía hacer nada, pero finalmente las cosas llegaron a un límite y Hamás lanzó unas bombas, misiles o como se llamen, contra Israel. Dicen que murieron 700 civiles y es lamentable. Pero en todas las guerras, en todas las revoluciones y en todas las luchas anticolonialistas mueren civiles, como fue en las guerras de independencia latinoamericanas Y así ha sido en las dos últimas guerras mundiales, en la segunda murieron más de 20 millones de ciudadanos rusos que defendieron su patria hasta la muerte en Stalingrado, Leningrado y otras batallas. En Chile, durante la dictadura murieron miles de valientes compañeros que lucharon contra el pinochetismo. Todas las guerras son malas, sobre todo cuando una de las partes tiene armas atómicas, porque se pone en peligro a toda la humanidad. Pero hay guerras menos injustas, como es la que libran los ciudadanos palestinos contra un Israel invasor que trata de exterminarlos.
En el editorial del diario mexicano La Jornada, el más respetado en este país y leído en el mundo entero, se dice textualmente hoy: “Los últimos 56 años los palestinos han visto cómo su tierra era devorada sin cesar por los asentamientos y asolada por la violencia; su economía, asfixiada; su población, desplazada, y sus hogares, demolidos. Sus esperanzas de una solución política a su difícil situación se han ido desvaneciendo…”
Pero parece que un civil israelita vale más que diez civiles palestinos porque estos no son personas sino “animales”, según dijo el ministro de guerra israelí, Joav Galant. Y con eso está todo dicho.
El gobierno isrelí cuenta con el apoyo del gobierno norteamericano y con el de la mayoría de los serviles gobiernos de Europa occidental y otros.
Nethanyahu y el ministro Joav Galant, parecen creer que el holocausto que hace más de 70 u 80 años exterminó a más de seis millones de judíos, les da derecho a matar a otros tantos palestinos o no judíos. Porque según dice UNICEF, cada día mueren más de 400 niños en Gaza, por los ataques israelíes.
¿Israel es un pobre pueblo indefenso, víctima de los malvados palestinos? Me remito nuevamente a lo que recuerda el magnífico editorial de La Jornada: “Israel dispone de armas nucleares, cuenta con uno de los ejércitos más poderosos del mundo, con una fuerza aérea dotada de tecnología de punta y con la que acaso sea la agencia de espionaje más extensa y sanguinaria, el Mossad; en este mundo, Tel Aviv emplea estas capacidades para someter al pueblo palestino a una cruenta ocupación.”
El señor Biden se declaró sionista sin ser judío ni tener idea de lo que es eso. Pero los dirigentes del mundo que han sido tan serviles y despreciables que se han opuesto en las Naciones Unidas a un simple alto al fuego, deberían pensar que con eso están ofendiendo y traicionando la memoria de las víctimas del holocausto, la mayoría de las cuales no merecerían cargar post mortem con estos crímenes del gobierno israelí y de sus aliados. Ni estarían de acuerdo con Nethanyahu y compañía, que estos sí que son nazis porque emplean sus métodos y su ideología supremacista y discriminatoria.