¿Te acuerdas cuando la ternura anidaba en nuestros corazones?

Recuerdas los tiempos en que nos maravillaba el jardín lleno de luciérnagas, ese río caudaloso, la arena tibia en los pies y la flor de mil pétalos.

¿Te acuerdas cómo nos conmovía la multitud palpitando al unísono ese palpitar total?

¿Cuándo fue que dejamos de pararnos frente al sol como niños despiertos rebosantes de futuro?

¿Por qué comenzamos a desconfiar del cambio y de los caleidoscopios?

¡Sí sé, hubo causales!

¡Cosas pasaron!

¡Pasaron cosas que abrieron graves brechas entre nosotros!

Entonces la sospecha, el temor y la condena empezaron a ocupar más y más espacio en nosotros, hasta secuestrarnos.

Y nos volvimos caldo de cultivo para la violencia hacia otros y hacia nosotros mismos.

Ya pasaron 50 años y seguimos extraviados, sordos y ciegos, separados, ensayando formas dispares para escapar de esa dureza que se nos ha plantado en el corazón.

¿Pero no es cierto que a veces tú y yo soñamos con esa ternura abandonada?

Yo he soñado que volvemos a ser profundamente hermanos. ¿Lo has soñado tú?

Creo que pronto la necesidad nos hará volver a rozar esa humanidad embebida de lo divino, capaz de unir los cielos con la tierra que aún persiste.

¿No sientes como yo que es tiempo de acercarnos y de volver a querernos?

Yo pienso que rebelarnos ante la violencia es la más justa de las rebeldías porque abre tu futuro y el mío.

Entonces, te propongo esto, con timidez, pero también con fe de que compartirás este deseo.

Enemigo mío, hermano innegable, ¡amiguémonos, liberemos nuestros corazones encadenados y dediquémoslo a cultivar la no-violencia, por siempre jamás!

 

Patricia Ríos – NYC, 11 de septiembre, 2023