Otro 11 de septiembre en Chile, pero no cualquiera más.
Son 50 años desde el golpe de Estado y se advierte un recambio generacional importante en las calles, muchos miles de jóvenes que sienten la necesidad de manifestar su malestar con la sociedad, de expresar su dolor por el quiebre de la democracia y por todo lo que ello acarreó después. Tantas mujeres, hermosas, jóvenes, veloces para caminar y dispuestas a luchar, con sus pañuelos al puño. También marchan los partidos, y por supuesto las agrupaciones de Detenidos, de Desaparecidos, de Presos Políticos, las que luchan por los Derechos Humanos y siguen tratando de que se logre justicia. Caminan también los mayores, los que recuerdan aún lo vivido, quienes van con el corazón apretado y una flor en la mano. Hay banderas, de las izquierdas, letreros que dicen «Nunca más» o que se preguntan «¿Dónde están?». Hay lienzos de colectividades provenientes de los barrios, de los arraigos periféricos donde se siente en carne propia la falta de privilegios en esta sociedad tan desigual. Sin embargo un sentimiento de paridad humana inunda el ambiente, de hermandad en la conmemoración de este medio siglo.
Hasta que aparecen los «pacos». La policía parapetada tras sus carros blindados, sus gases pimienta, sus chorros de agua. Y la memoria se transforma en aguda confrontación. Piedras contra los carros blindados, pañuelos para taparse las caras contra los humos picantes. Un David contra el mismo Goliat de siempre, de todos estos largos años desde la dictadura hasta acá. La policía estatal que reprime brutalmente, incluso entre los senderos del cementerio, entre las tumbas cercanas al Memorial.
¿Es que no habíamos elegido un gobierno diferente? ¿No marchó incluso entre las organizaciones de Derechos Humanos esta mañana el Presidente? ¿por qué entonces tanta saña, toda esta represión, este encono especialmente dirigido hacia los jóvenes? Ana María Gazmuri, la diputada de Acción Humanista calificó la situación como «indignante», y reiteró la dificultad de transitar por la ruta autorizada «porque nos han reprimido. Gas pimienta se está usando. Esto no puede ser».
“Ni siquiera había empezado la marcha y estaban reprimiendo. Duele profundamente que esté pasando esto ahora, a 50 años del Golpe militar“, expresó.
Por su parte, Lorena Pizarro, activista histórica por los DDHH, dijo: «Inaceptable que la marcha por los 50 años del golpe Cívico-militar haya sido cortada, es una provocación de la autoridad totalmente innecesaria. Por otro lado, el nivel de violencia contra familiares y partidos de izquierda demuestra un nivel de infiltración grande».
Los corresponsales extranjeros lamentan el trato recibido: han dañado sus cámaras, volteado con los chorros de agua a un camarógrafo que quedó inconsciente, lesionándole la pierna. Ha terminado en la Posta Central.
Hasta ahora, la jornada ha dejado a tres personas detenidas y tres carabineros lesionados. Además, se han registrado agresiones a comisarías y a mausoleos. Se ha vandalizado el Palacio de La Moneda y ha habido daños en el Centro Cultural aledaño.
¿Quién es esta autoridad que provoca? ¿por qué lo sigue haciendo? ¿Hasta cuándo el Ministerio del Interior recurre a las mismas prácticas? A 50 años del golpe, seguimos con idénticos procedimientos de represión hacia la gente, hacia quienes recuerdan y buscan verdad, justicia y reconciliación. Se los incita, se los violenta. A 50 años del golpe militar parece no haber cambiado nada, nuestro país sigue tremendamente dividido, crispado, herido y sin capacidad de avanzar hacia un reencuentro real.