Estoy en Marina di Carrara en estos días de verano y aprovecho para intentar conocer a la tripulación del Open Arms, detenido en puerto por decisión del gobierno italiano. Superadas algunas dificultades y tras una primera entrevista con una enfermera —miembro del personal—, me reúno con el capitán del barco. He aquí su historia.

—¿Se puede presentar?

—Me llamo Ricardo Sandoval, soy argentino y vivo en España desde hace varios años. Actualmente soy uno de los capitanes de Open Arms, desde 2017 como oficial y desde 2018 como capitán. Ahora estamos parados en Marina di Carrara por causa del reciente decreto ley 20-2023, que ya conocemos bien.

—¿Como llega aquí un argentino?

—Soy de Mar del Plata, una ciudad costera al sur de Buenos Aires. Por interés personal , decidí mudarme a España como muchos otros argentinos en esa época y aquí he decidido quedarme

—¿En Argentina se sabe lo que ocurre aquí, en el Mediterráneo?

Hago todo lo posible para que lleguen las noticias, conozco algunos periodistas, pero en realidad, me temo que ni siquiera en Europa, se conoce bien lo que suele pasar en el mar. Creo que el objetivo principal de los políticos es ocultar los hechos y que no se sepan.

—¿Usted podría ser el capitán de cualquier otro barco?

—Sí, claro. Al final, uno elige…

—En comparación con otras embarcaciones ¿el mando de este barco es más complicado, más interesante que en otros?

—Seguramente es más interesante y gratificante. En un barco comercial hay ciertas presiones, aquí hay otras .No creo que sea más difícil que otras circunstancias, aquí también hay una rutina normal cuando ya se conoce la dinámica. Este es un barco del 1974, tiene sus años y necesita un constante mantenimiento.

—¿Nos podría describir vuestra cotidianeidad?

—Antes había un centro coordinador que nos iba  informando, nos llamaba e íbamos. Ahora ya no es así. Afortunadamente hay ONGs que nos ayudan con aviones . Nosotros tenemos que movernos por el mar, intentando cubrir una gran parte.

—A grandes rasgos hubo 3 periodos: uno en  el que una vez rescatadas las personas en el mar, se iba al puerto más cercano; uno en el que una vez realizado el rescate, las autoridades los obligaban a quedarse a la deriva en el mar esperando respuesta durante varios días; y ahora este, en el que mandan a los puertos del norte, para hacerlos perder tiempo, dinero, energía…

—Si, es así. Nos quieren quitar del medio durante un tiempo para que no hagamos nuestro trabajo, y así nadie puede ver lo que está pasando.

—¿Nos podría explicar lo que pasó en esta última misión? 

—Bueno, con esta nueva normativa, cuando efectuamos un rescate y te asignan un puerto de desembarque, debes dirigirte rápidamente a rumbo directo y sin desviaciones, lo que intenta evitar que se puedan efectuar más operaciones de rescate.

—¿Ellos pueden ver vuestra posición? ¿No se puede hacer nada a escondidas?

—No se puede, tanto porque nos ven en el radar como porque nosotros enviamos nuestra posición cada pocas horas. Pero siempre se puede, si hace falta. Se trata de salvar vidas, algo que siempre estará sobradamente justificado en el mar.

—Vosotros estáis castigados por haber hecho un segundo rescate. ¿Tuvieron dudas al hacerlo? ¿Sabían lo que podía pasar? 

—Sí, lo sabíamos, la duda no ha sido si salvar a esa gente o no, la duda simplemente fue si había o no algún operativo por parte de alguna autoridad competente o de otra ONG, que estuviera cubriendo el caso. Al saber que no había, fuimos decididos, sin ninguna duda.

—¿Qué dirías a quien dice que hacéis negocios con la mafia, que sois los taxis del mar?

—Que vengan, que suban en nuestro barco y hagan una misión con nosotros y que vivan en carne propia lo se ve y lo que se vive allí. Seguramente se les aclaran las ideas.

—¿Qué relación tenéis con la Guardia Costera Italiana?

—Ellos también rescatan en el mar, son marinos, habrá quienes lo hagan con gusto y otros a su pesar, pero el solo hecho de tratarse de personas abandonadas en el mar en peligro de muerte, hay que salvarlas y punto.

—¿Cuantos sois?

—Somos 20: 9 para operar el buque de tripulación obligatoria y los otros 11 son voluntarios que forman el equipo de rescate y asistencia, socorristas, equipo médico, cocineros y prensa.

—¿Sois muy unidos? ¿Hay tensiones, cansancio?

—Juntos estamos bien. Al principio hay mucha formación y luego nos preparamos como grupo antes de cada campaña. El jefe de misión tiene mucha experiencia y se ocupa de eso. El equipo debe funcionar como una máquina, día y noche.

—Cuando cargáis 100 o 150 personas a bordo todo cambia ¿verdad?

—Si, pero estamos bien preparados, por eso entrenamos. Todo tiene que funcionar, los triajes , las asistencias médicas, el reparto de comida… Todo esto se explica y se entrena.

—¿Cuáles son las emociones de las personas rescatadas? Satisfacción, felicidad, rabia, desesperación…

—Hay de todo, depende. A veces rescatamos personas que llevan un día o pocas horas en el mar, pero hay veces que pueden llevar 4 o 5 días en mar y la diferencia es enorme. Hay que saber distinguir quién necesita asistencia inmediata… En algunos casos hay mucha debilidad, deshidratación, quemaduras y también hay casos de gente que está inconsciente.

—¿Cuántos días (máximo) habéis estado con esta carga de humanidad y sufrimiento en el barco?

—Recuerdo una vez que fueron 21 días. Yo no era el capitán y no estaba presente en esa misión, fue durante la legislación de Salvini. Después de varios días sin obtener una mínima ayuda y coordinación, pidieron refugio en la costa de Lampedusa. La gente veía la isla tan cerca que se tiraban al agua. Había que vigilarlos día y noche y muchas veces volver a rescatarlos del mar. Fue muy duro. El capitán er un amigo mío con quien empecé mi tránsito por aquí.

—Sabemos que uno de los momentos más peligrosos es cuando os ven desde lejos mientras os acercáis, la agitación y el movimiento puede dar la vuelta a la embarcación… ¿Nos puede describir lo que pasa?

—Forma parte del entrenamiento que hacemos. A estas alturas estamos preparados, hemos comprendido cómo hacerlo. Mientras llegan, nuestras dos lanchas rápidas se acercan, una por un lado y otra por otro, para distribuir su «impulso». Se detienen mucho antes de llegar y señalan con el megáfono, en inglés o con gestos, que todo el mundo debe sentarse, y no gritar; hasta que no estén todos sentados, las lanchas no se acercan. Nosotros, con el barco grande, nos quedamos más lejos, dependiendo de cómo esté el mar, pero si es necesario podemos quedarnos a menos de 100 metros. También hay un plan por si la barca volcase, se hundiera o se partiera como ha pasado en dos ocasiones. Esto es muy complicado y suelen haber muertes.

—¿Habéis salvado personas directamente desde el agua? 

—Si, es duro. Ttienes que saber rápidamente quién es capaz de aguantar un poco más  y salvar primero a las personas con más dificultad.

—¿Hay momentos en que piensas “basta ya no puedo más, este mundo es un asco”?

—Si, claro, pero nos damos fuerzas el uno al otro, la unión es muy importante. De todas formas hay un equipo de psicólogos que pertenecen a la ONG, que nos atienden y están a nuestra disposición cada vez que los necesitamos. Y al final de cada misión se hace una terapia grupal con este equipo psicológico a fin de evitar que las emociones que no tuvimos tiempo de sacar durante los momentos de adrenalina del rescate, no aparezcan como fantasmas luego al desembarcar. Seguramente no tenemos energía infinita y este tipo de trabajo te va desgastando. Recuerdo que un compañero que tuve como capitán que dijo «este trabajo tiene una fecha de caducidad. No lo puedes asumir eternamente, ni no terminas mal. Antes de eso, tienes que parar”. Yo estoy casi en ese punto (se ríe).

—¿Como es el momento de la entrega a tierra?

—El desembarco en general es bueno. El 80% de las veces hay muy buen trato y es un momento agradable. La gente canta, aplaude, se ríe y demuestran agradecimiento y la gente de tierra colabora. Suelen estar Cruz Roja y otras asociaciones además de las autoridades locales y se hace un buen trabajo en equipo.

—¿Y en España qué sucede?

—En España hay dos realidades duras: una está en Canarias en la que el viaje es oceánico, con condiciones que son duras o que pueden empeorar de manera exponencial; la otra es el estrecho de Gibraltar y mar de Alborán, donde si bien la distancia es menor también se puede girar la meteorología de un momento a otro. Aquí no vemos ONG de rescate porque las autoridades competentes de la zona SAR (España) cubren la zona utilizando los medios de Sasemar (Salvamento Marítimo) que  aunque privada, es una empresa que trabaja para el Estado. Aun así la ruta de Canarias es muy mortífera por su extensión en las aguas, que no pertenecen a su zona SAR.

—Ahora tenéis que estar 20 días parados aquí y pagar 10000 euros. ¿Creéis que realmente vais a estar aquí esos 20 días y vais a pagar esa multa o hay manera de reducirla?

—Los días de detención los tenemos que cumplir, pero la multa funciona como las de tráfico. En este caso, si la pagas antes de los primeros 5 días, nos baja un tercio del importe. Nosotros ya la hemos pagado de esta manera.

—¿De lo contrario estabais a punto de iros?

—Sí, estaba la siguiente misión preparada. La idea era estar dos o 3 días aquí aprovisionandonos y cambiando el equipo de voluntarios, y volvíamos a salir. Eso lo hemos tenido que suspender.

—¿Cómo habéis vivido la noticia de la detención del buque?

—Después de ver de cómo se dieron las cosas, no era algo que no nos imagináramos. Habiendo visto cómo han actuado con otras ONGs de rescate y ya que nosotros habíamos tenido un día de silencio en cuanto a respuestas del MRCC, aunque esperas que no suceda, era algo previsible.

—Si pudiera decirle algo al jefe del gobierno Italiano ¿que le diría?

—Lo mismo que dije antes, que venga con nosotros a ver en primera línea lo que está pasando. Por otro lado yo mismo no pienso que esta sea la solución de esta crisis. El derecho a inmigrar está en la lista mundial de los derechos humanos. Una solución son las vías seguras, que la gente pueda tener su pasaporte abierto al país que quiera ir, pero aun yendo más a la raíz el punto es que la gente no tenga la necesidad de abandonar su hogar (parar con la expoliación, las guerras y la explotación).

—Y vosotros en Argentina con las tremendas crisis económicas que habéis vivido ¿no atravesasteis ninguna migración masiva?

—Por supuesto. Desde que yo nací, Argentina está en crisis y no paramos de hablar de lo mismo. La diferencia radica en lo te estaba comentando antes, en que se hace con seguridad. Uno se va en avión con un visado de turista y sin arriesgar la vida. Los que se van en barcas no pueden conseguir un billete de avión, e incluso esos barcos maltrechos no salen gratis, ¡al contrario!

—¿Cómo habéis vivido la noticia de la detención del buque?

—Después de ver de cómo se dieron las cosas, no era algo que no nos imaginaramos. Habiendo visto cómo han actuado con otras ONGs de rescate y de que nosotros habíamos tenido un día de silencio en cuanto a respuestas del MRCC , aunque esperas que no suceda, era algo previsible.

—Si pudiera decirle algo al jefe del gobierno Italiano ¿que le diría?

—Lo mismo que dije antes, que venga con nosotros a ver en primera línea lo que está pasando.Por otro lado yo mismo no pienso que esta sea la solución de esta crisis. El derecho a inmigrar está en la lista mundial de los derechos humanos, una solución son las vías seguras que la gente pueda tener su pasaporte abierto al país que quiera ir pero aun yendo más a la raíz es que la gente no tenga la necesidad de abandonar su hogar ( parar con la expoliación, las guerras y la explotación).

–¿Y vosotros en Argentina, con las tremendas crisis económicas que habéis vivido no tuvisteis ninguna migración masiva?

–Por supuesto, yo desde que nací Argentina está en crisis y no paramos de hablar de lo mismo. La diferencia radica en lo te estaba comentando antes. Vías seguras.

Aquí apenas nos acordamos de cuántos millones de italianos fueron a Argentina, Brasil, Perú, Venezuela y también a Estados Unidos, por supuesto.

—Creo que debemos trabajar para que la gente pueda moverse con seguridad, debe haber rutas seguras para viajar. También hay que trabajar en la distribución: ciertamente Italia no puede asumir sola los muchos migrantes que llegan. Si estuvieran mejor distribuidos, estas personas llamarían mucho menos la atención.

—¿Viendo a la gente en el barco se puede saber de dónde salieron?

—No. Pueden haber salido de zonas vecinas, por ejemplo Libia o Túnez, o haber gente que viaja desde distintas partes de África. Hay que decir que antes sólo eran embarcaciones de goma o madera, ahora también llegan en embarcaciones metálicas que son todavía más inseguras, un desastre. Estos barcos antes se hundían, ahora ya no se pueden hundir: se quedan en el mar, a la deriva. Lo que hacemos como ONG es marcarlos con spray, para que la gente sepa que se ha rescatado a personas de ese barco, de lo contrario podrían haberse ahogado todos. Pero estas embarcaciones que permanecen en medio del mar pueden ser un problema para la navegación en el Mediterráneo.

Cuando suben a bordo ¿puede adivinar si alguno de ellos es el contrabandista?

—No, aunque creo que en realidad ponen a uno de los migrantes al mando del barco y ninguno de los que lucran con ese tráfico sube a bordo: es mucho más fácil. No les importa. Les dan un instrumento rudimentario, un poco de reserva de combustible, algunas indicaciones aproximadas y adiós. Son tan inexpertos, que al rellenar el combustible derraman mucho en el fondo del barco y de ahí vienen las numerosas quemaduras en la piel.

—¿Conoces a los pescadores? ¿Pueden ser ojos extra en el mar?

Sí, ha ocurrido. Los pescadores pueden hacer denuncias, pero hay que decir que los barcos mercantes, los grandes, obedecen a una compañía y a sus presiones. A veces (depende del capitan) fingen que no ha pasado nada, o siguen las órdenes de la autoridad competente. Por supuesto, si se van sin hacer nada y alguien los ve, se les puede denunciar.

Gracias

—Gracias a ti. ¿Un café?

Al final, me enseña todos los espacios del barco, la cocina, las cámaras frigoríficas, los almacenes de agua y comida, los camarotes donde duerme la tripulación… ¡Un mundo! Me imagino esa cubierta llena de gente tumbada, los niños saltando por ahí….

Los invito por la tarde, cargo a cuatro en el coche y nos vamos de paseo a las canteras de mármol, porque al menos tres deben quedarse siempre a bordo. También vamos a Colonnata. Están contentos, un poco de fresco después de tanto calor. Un viaje a las canteras y luego a Carrara, un poco de aire para ellos también… En un par de ocasiones los presento, en el bar o en una tienda y digo entusiasmado: «¡Son los españoles de Open Arms! Alguien nos hace un descuento, pero un señor, por ejemplo, empieza a decirme que no se lo cree, que las ONG están haciendo negocio… hasta el punto de que ellos mismos me piden que lo deje estar, que no los presente. “No se sabe cuándo alguien tiene alguna mala ocurrencia… Al fin y al cabo estamos ahí parados. Siempre pueden fastidiarnos”. No lo había pensado… Ingenuo…