La ayuda humanitaria que han ofrecido muchos gobiernos está siendo particularmente difícil de canalizar ante la ausencia de una administración que pueda llamarse así.

No es posible entender la magnitud de la tragedia que está viviendo Libia sin aquella intervención de la OTAN y sus consecuencias.

La APDHA no puede sino manifestar su más profundo horror y su solidaridad con las miles de víctimas de las inundaciones acaecidas en Libia. Resulta difícil imaginar un panorama más dantesco que el que estamos viendo en las imágenes que estos días nos ofrecen los medios. Y peor aún: el dolor y la rabia de una población abandonada a su suerte desde hace más de una década.

Cierto es que, en 2011, muchos sectores de la población rechazaban ya a un régimen, el de Gadafi, que ni respetaba los Derechos Humanos ni permitía las libertades más esenciales para su población. Esos sectores se movilizaron al calor de la “primavera árabe”, al igual que en países limítrofes como Túnez y Egipto.

La intervención de la OTAN acabó con el régimen de Gadafi, pero también con la dinámica de lucha popular por las libertades. El resultado de dicha intervención fue un país dividido, con al menos dos gobiernos enfrentados, sumido en una guerra intermitente y cada vez más destrozado. Las intervenciones sirven para eso, para destrozar países y sumirlos en el caos.

Desde 2014 en Libia existen dos gobiernos rivales. Por un lado, está el Gobierno de Unidad Nacional (GNU), gobierno interino internacionalmente reconocido y con base en Trípoli (en el oeste). Por otro lado, la administración de Tobruk (en el este), se denomina Cámara de Representantes y no reconoce al gobierno de Trípoli.

Es con un país de estas características con el que la UE y particularmente Italia ha estado negociando e inyectando millones de euros para el control de las migraciones. Como era obvio, no estaban en condiciones de controlar absolutamente nada, pero sí de cometer estremecedoras violaciones de Derechos Humanos desde sus lanchas patrulleras o en los campos de exterminio donde se encierra a las personas subsaharianas y cuyo sufrimiento en manos de esos no-gobiernos está siendo inenarrable.

No es posible entender la magnitud de la tragedia que está viviendo Libia sin aquella intervención de la OTAN y sus consecuencias.

El huracán Daniel provocó grandes inundaciones para las que no había preparación alguna. Las represas del río Darnah no tenían mantenimiento alguno y explotaron ante el caudal de agua recibido, arrasando particularmente la ciudad de Derna, que, abandonada desde hace décadas, no tenía ni siquiera hospitales. Aquellos no-gobiernos no supieron actuar y cuando lo hicieron fue dando instrucciones contrarias. Y la ayuda humanitaria que han ofrecido muchos gobiernos está siendo particularmente difícil de canalizar ante la ausencia de una administración que pueda llamarse así.

De nuevo, como en Marruecos, ha sido la propia población la que ha tenido que protegerse a si misma e intentar sobrevivir.

En definitiva, ante este tremendo drama, desde la APDHA se reclama una reflexión y un  recordatorio y la enseñanza de que el resultado de las intervenciones militares son siempre calamitosas (recuérdese por ejemplo Afganistán, Irak, Siria o la más cercana en Ucrania).

La APDHA también pide que se hagan todos los esfuerzos por parte de la UE y España para que llegue la ayuda a la población afectada, estableciendo los mecanismos necesarios para ello.

Finalmente la APDHA también exige que se ponga en marcha un mecanismo especial de rescate de los miles de personas subsaharianas en Libia, cuya situación se torna insoportable.