Hace pocos días atrás en el torneo de tenis US Open, un espectador pronunció, para ser escuchado, la frase de Hitler que identifica al régimen nazi: “Deutschland über alles” (Alemania, sobre todo). Alexander Zevrev, de nacionalidad alemana, escuchó y se dirigió al árbitro y presentó una queja. Minutos después el espectador fue sacado de las galerías por personal de seguridad.
Esta actitud es un ejemplo del consenso civilizatorio al que debiéramos aspirar llegar en Chile.
Han pasado 50 años del golpe de Estado de 1973 y aún hay grupos significativos que justifican el quiebre de la democracia, “los excesos” del régimen y la negación de crímenes atroces.
Cuán lejos estamos en Chile de un acuerdo transversal y sincero que se pudiera manifestar en una sanción social a quienes aún cantan la tercera estrofa del himno nacional o tienen otras manifestaciones de apoyo y reconocimiento a la dictadura.
Es necesario, pero insuficiente, lograr acuerdos políticos que defiendan la democracia y condenen las violaciones a los derechos humanos (DD HH). Pero lo esencial es que estos conceptos se hagan tangibles en la educación de niñas, niños y jóvenes utilizando un lenguaje concreto y directo para poder comprender en toda su magnitud los horrores del régimen cívico militar.
El sistema educacional debe ser capaz de asociar el concepto de violación de los derechos humanos a situaciones como, homicidio, secuestro, ejecuciones, desaparición forzada de cuerpos y torturas. Los ejemplos concretos y casos reales de violaciones de derechos humanos ayudan a ilustrar los conceptos de una manera más impactante y por lo tanto más efectivos en la toma de conciencia entre el bien y el mal.
Las violaciones a los derechos humanos tienen rostro humano. Aunque duele, es necesario ponerse en el lugar de la víctima o de sus familiares y cercanos. Las técnicas de tortura utilizadas en Chile durante la dictadura incluían, violencia sexual, electricidad en genitales, violaciones humanas y animales, quemaduras, aislamiento y supresión de sueño, colgamientos, ahogamientos, drogas y otras barbaridades que nacen de mentes llenas de odio.
Cuando se trata de enseñar y tomar conciencia de lo que significan las violaciones de derechos humanos, existe material que puede ser utilizado para fines pedagógicos como, por ejemplo, noticias, documentales, estudios o investigaciones judiciales de caso reales. No hay razón ni justificación para no hacerlo.
Nunca es fácil enfrentar la verdad de manera directa y cruda, y nuestra sociedad ha optado por el camino de los eufemismos (manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante). La mejor comprobación de ello es que el currículum nacional no responde a los estándares pedagógicos para la no repetición de estos hechos.
Hay diversas manifestaciones políticas que defienden la democracia y condenan las violaciones de los DD HH, pero hasta ahora, ninguna de ellas hace mención a la necesidad de readecuar el currículum educativo para que el “nunca más” se haga una realidad en todos los corazones.