Por Vilén
Miles de armenios huyen en estos momentos de Stepanakert, capital de la República de Artsaj, ahora controlada por las fuerzas del ejército de Azerbaiyán, buscando refugiarse en la base del contingente de las fuerzas de paz rusas.
Los habitantes abandonan sus hogares y tierras cultivadas dejando toda su vida pasada atrás. Este éxodo de la población de Nagorno-Karabaj le pone un trágico fin a la historia armenia en esta antigua región, la cual comenzó en tiempos de Tigrán el Grande y se continuó de forma ininterrumpida durante muchas generaciones.
Sin su población armenia no es difícil adivinar qué sucederá con Artsaj, seguirá el modelo de otras regiones vecinas. Le espera un destino como el de Nakhicheván, donde todo rastro de la presencia del pueblo armenio ha sido meticulosamente borrado, como si nunca hubiera existido aquí. Incluso el cementerio armenio de *Chulfa, con sus cruces **jachkar medievales fue destruido.
No cabe duda de que Stepanakert, que oficialmente pasará a llamarse «Khankendi» muy pronto, correrá la misma suerte y todo lo que de alguna manera esté relacionado a la historia, la cultura y la lengua armenias será eliminado. Incluso lo será la rica herencia del período soviético, época de mayor florecimiento de esta ciudad y de la región.
Los monumentos locales se desmantelarán, incluido el mundialmente famoso monumento «Somos nuestras montañas», más conocido con el nombre popular de «tatik-papik». Porque aparece en el escudo de armas de la no reconocida República de Artsaj y siempre ha sido considerado un símbolo icónico de la presencia armenia en la tierra de Nagorno-Karabaj.
Los hermosos frescos del monasterio medieval de Dadivank y las singulares inscripciones en las paredes del monasterio de Gandzasar corren peligro de desaparecer, si consideramos que el ejército azerbaiyano ya había disparado contra ellos y aún hoy se aprecia un proyectil de artillería sin detonar en el muro del monasterio de Gandzasar.
A lo largo de Azerbaiyán y Turquía, incluida la antigua capital de Ani yacen en ruinas demasiados templos armenios antiguos. Con su sola presencia los monasterios de Nagorno-Karabaj que se remontan al principado armenio de Khachen, irritarán al nuevo gobierno recordándole quienes fueron los artífices de estas obras de arte.
La lamentable imagen de la evacuación de Artsaj remite a las «marchas de la muerte», cuando tras los pogromos fue deportada la totalidad de la población armenia de un inmenso territorio: desde Trabzon en el Mar Negro, hasta Adana en Cilicia. Sin dudas una comparación amarga porque, como se sabe, hoy no queda ni un solo armenio en esta vasta región.
La caída de Nagorno-Karabaj también pasará a la historia como una de las páginas más oscuras de la historia de Armenia. Y ahora lo más importante es comprender las causas reales de esa catástrofe. Porque, de lo contrario, Armenia pronto podría perder su integridad territorial y los restos de su soberanía. Y luego desaparecerá por completo del mapa geográfico, poniendo así fin a la historia de la existencia del Estado armenio.
Mientras tanto, las razones de lo sucedido son obvias, especialmente a la luz de la vergonzosa reacción del gobierno armenio encabezado por el primer ministro Nikol Pashinián, que retiró su apoyo a Nagorno-Karabaj y fundamentalmente no quiere proteger a su población: 120 mil armenios de Artsaj.
La llegada de Pashinián al poder significó el principio del fin de la República de Nagorno-Karabaj. Su posición con respecto al futuro de Artsaj estaba completamente determinada por la posición de los Estados Unidos y la Unión Europea, quienes pretendían eliminar a la NKR, para sacar a las fuerzas de paz rusas de los territorios armenios, que fueron establecidas como única garantía para su protección, y así debilitar la presencia rusa en Transcaucasia. Y los habitantes de la región fueron cínicamente sacrificados a estas combinaciones geopolíticas.
Además, el Primer Ministro pro-occidental de Armenia inicialmente vio a los armenios de Karabaj como a oponentes políticos, por lo que le convenía resolver este problema a manos de Azerbaiyán.
Desde el principio Pashinián intentó abiertamente deshacerse de Artsaj. La guerra perdida en el otoño de 2020, que marcó el comienzo de la liquidación de la NKR, es consecuencia de que Ereván nunca tuvo en sus planes de brindar apoyo militar ni político a la República de Artsaj. Y tanto Ankara como Bakú lo sabían muy bien y rápidamente hicieron balance de la situación decidiéndose por una solución armada a la cuestión de Karabaj.
Ante la caída de Shushi y el establecimiento de una tregua inestable, cuando la existencia de la República de Artsaj estaba bajo amenaza mortal, el gobierno de Pashinián comenzó la liquidación sistemática de la República de Nagorno-Karabaj, en el curso de las negociaciones directas con Azerbaiyán, celebradas bajo el patrocinio de Bruselas y de Washington.
Los Acuerdos de Praga, en los que el Primer Ministro armenio reconoció explícitamente la soberanía de Azerbaiyán sobre Karabaj, le dieron a Bakú un mandato para su ocupación y posterior limpieza étnica.
Además, Nikol Pashinián pretendió distanciarse demostrativamente de Moscú desplegando una campaña de desinformación contra las fuerzas de paz rusas establecidas en Artsaj, alegando que sus acciones supuestamente no eran efectivas.
En una entrevista con un periodista del medio POLITICO Europa, el Primer Ministro dijo: “Las fuerzas de paz rusas fracasaron en su misión”. Sin escatimar lisonjas agradeció a la Unión Europea la aparente intensión de enviar algún tipo de misión civil a la frontera entre Armenia y Azerbaiyán, calificando estas vacías promesas como un «serio apoyo».
Hoy el mundo entero pudo ver como el occidente no prestó ningún auxilio a los armenios de Karabaj, ni siquiera en el terreno de la diplomacia, y tampoco impuso ninguna sanción en contra de Azerbaiyán después del inicio de la ofensiva en Karabaj.
Por otro lado, el ejército azerbaiyano emplea activamente en esta operación armas proporcionadas por Israel, en particular drones de combate. Y el suministro de tecnologías militares israelíes debe necesariamente coordinarse con el principal socio de este país que es Estados Unidos.
No cabe duda que los norteamericanos dieron el visto bueno al fortalecimiento de las fuerzas armadas azerbaiyanas, con la esperanza de utilizarlas posteriormente para presionar a Irán. Aunque Washington entendió perfectamente que Bakú podría utilizar estas tecnologías contra la milicia de Artsaj, así como contra la propia Armenia, si Azerbaiyán volviera a declarar reclamaciones territoriales sobre Siunik y Gegharkunik.
Sin embargo, ahora que el gobierno armenio no ha salido a proteger a los armenios de Karabaj, nadie puede garantizar que sea capaz de ocuparse de los residentes de estas regiones, sobre quienes pende una amenaza absolutamente real.
Así pues, la responsabilidad por el fin de la historia armenia en Karabaj recae enteramente en Nikol Pashinián y sus patrocinadores extranjeros. Y no debemos permitir que el dominio de este inescrupuloso político conduzca a la destrucción de la propia Armenia.
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* El cementerio se mantuvo en pie a finales de 1990, cuando el gobierno de Azerbaiyán inició una campaña sistemática para arrasar los monumentos. Varias apelaciones fueron presentadas por organizaciones tanto armenias como internacionales, condenando al gobierno de Azerbaiyán e instándolo a que desista de esa actividad.
**Los jachkar son estelas esculpidas en piedra por artesanos de Armenia y comunidades de la diáspora de este país. Se erigen al aire libre y cumplen la función de lugares de culto, monumentos conmemorativos y reliquias, que son elementos de mediación entre lo secular y lo divino.