“Hay que reformar el sistema de gobierno mundial, incluida la arquitectura financiera mundial, para acabar con la desigualdad”. “El mundo ha cambiado, nuestras instituciones no”. “Los gobiernos del mundo están estancados en el tiempo”. “Miles de personas perdieron la vida en Derna por unas inundaciones épicas y sin precedentes […] los cadáveres llegan a la costa del mismo Mar Mediterráneo donde los multimillonarios toman el sol en sus súper yates”. “En lugar de acabar con la lacra de la guerra, asistimos a un recrudecimiento de los conflictos, golpes de Estado y caos”. “La humanidad ha abierto las puertas del infierno”. “Se necesita que los líderes mundiales tomen medidas”. “Algunas empresas han intentado bloquear la transición hacia la neutralidad del carbono, utilizando su riqueza y su influencia para retrasar, distraer y engañar”
Todas estas declaraciones no han salido de la boca de ningún grupo activista en defensa de la crisis climática, sino del propio Secretario General de las Naciones Unidas Antonio Guterres. Acusa a los gobiernos de estar en el pasado, de no actuar en el presente y no tomar medidas inmediatas para resolver la crisis climática en la que ya estamos recibiendo coletazos con miles de muertos. Hay que cambiar el sistema mundial de una forma radical, inmediata, sin preámbulo y sin demora. No podemos esperar más. Parece que es el único político que está dando la voz de alarma de forma continuada con sus palabras en cada intervención. Pero a los líderes mundiales les entra por un oído y les sale por el otro, sin ser capaces de realizar cambios estructurales a favor de la sociedad mundial.
Esto es un problema de todos. Es inconcebible que se hayan tomado medidas inmediatas a la hora de encerrar a los ciudadanos del mundo en sus casas por un virus que ni siquiera a día de hoy se sabe de dónde vino y no sean capaces de tomar medidas urgentes ante una crisis climática que como estamos viendo, se está cobrando millones de muertos y de desplazados medioambientales, por no tomar los gobiernos las medidas necesarias para evitarlo.
Encima de la mesa se ponen soluciones, como el reconocimiento del “ecocidio” como un crimen internacional y que pueda ser juzgado por la Corte Penal Internacional. Volker Türk, el alto comisionado de la ONU sostuvo que se debe hacer algo para contrarrestar la “impunidad” de la que actualmente se aprovechan personas y empresas que expolian el medio ambiente. Pero solo se quedan en palabras que al final no se ponen en práctica precisamente por el interés y la presión de multinacionales y políticos que nadan a contracorriente de lo que le está acurriendo a nuestro planeta, nuestra única casa.
Las puertas del infierno las ha abierto, no la humanidad como dice Guterres, sino los políticos y gobiernos que no toman medidas urgentes para paliar la crisis climática, trasladando la culpa en muchas ocasiones al ciudadano, último escalón de esta rocambolesca historia y lavándose las manos mientras quitan el polvo a sus sillones adaptados a sus posaderas.
Nos enfrentamos a una situación de emergencia que ya en 1992, en la cumbre del Planeta en Brasil, se pronosticaba que iba a ocurrir. Pero solo quedó en intenciones vagas que con el tiempo se disiparon y se olvidó en la más profunda ignorancia colectiva.
¿Qué soluciones existen? Mientras que sigamos con el mismo método político mundial, mientras que continuemos agotando los recursos naturales sin el respeto a la naturaleza y a los ecosistemas que mantienen el motor de nuestro planeta, mientras que nos engañemos con los bonos verdes y el negocio de las ventas de carbono, mientras que despreciemos la sabiduría indígena verdaderos protectores de los pulmones de la Tierra, mientras que las multinacionales sean las que dirijan el rumbo de nuestras sociedades y mientras que los conflictos bélicos continúen incrementándose violando los derechos humanos…, no solo habremos permitido abrir las puertas del infierno, sino que entraremos en él en medio de un abismo infernal de destrucción y muerte. Es duro decirlo si, pero tenemos que ser conscientes con lo que nos estamos enfrentando, a lo que nuestros líderes políticos no están llevando, engañando con astucia a los pueblos del mundo.
Y para que solo tengamos una mera muestra de ello y solo en España, Diario.es ha informado recientemente de cómo existe una presión constante de empresas españolas que se gastan más de 22 millones de euros al año en 428 reuniones con eurodiputados, más las que se desconozcan, con la intención de influir en las políticas y decisiones de la Unión Europea. Algo que debería estar totalmente prohibido, ya que en esas reuniones actúan como lobby presionando para que las políticas que se acuerden sean para sus propios intereses. Y la vergüenza de todo esto, es que encima está permitido. Si a ello se suman las numerosas multinacionales que dependen de otros países, nos juntamos con cientos de ellas que influyen en las decisiones políticas. ¿Esto es democracia? ¿Quién manda en el mundo? Es más, estos lobbys cuentan con acreditaciones para acceder a los locales de la Unión Europea y participar en los intergrupos de la Eurocámara.
Pues bien, esta es la situación caótica con la que nos enfrentamos y de la que depende la historia actual de la humanidad. Mientras todo ello pasa, los políticos se encargan de entretenernos con falsas medidas que solo hace acrecentar aún más la inquietud de nuestro frágil sistema. Desvían nuestros pensamientos al aumento del precio de la luz, del agua, del consumo del gas, penalizando a los vehículos diesel, al aumento de las hipotecas, a la subida de los alimentos por la sequía y los desastres naturales, el aceite…pero ¿en realidad de quién es la culpa? Sin duda de ellos mismos que no toman decisiones efectivas, siendo el ciudadano a quien se le carga con la responsabilidad que ellos no han querido tener a pesar de que les pagamos una buena nómina que sale de nuestros bolsillos.
Estoy con Guterres. Si no se cambia el rumbo de forma inmediata, las puertas del infierno se cerrarán a nuestro paso y habrá crujir de dientes y llanto de inocentes, dolor y gritos buscando una esperanza que hemos dejado olvidada y enterrada en el fango de la verdad.