Por Nadia Schwarz
A principios de agosto el Banco Mundial, una entidad que ni remotamente simpatiza con la Rusia de Putin, anunció que a fines del año 2022 la Federación Rusa se mantiene en el quinto lugar en la lista de las potencias económicas más fuertes del mundo. Este ranking se basa en los índices como el PIB y la paridad de poder adquisitivo, o sea, en el volumen económico calculado considerando la diferencia de los precios de los bienes y servicios. Es el segundo año consecutivo en el que Rusia adelanta a Alemania, aunque esta vez la distancia entre ambos es mínima.
No habría sido tan impactante si en la primavera del año pasado el mismo Banco Mundial no hubiera pronosticado la caída de la economía rusa en un 11,2% debido a las sanciones occidentales. Sin embargo, o mejor dicho, a pesar de todos los embargos, el PIB se redujo temporalmente en un 2,1% y en el 2023 ha vuelto a crecer, obligándole al FMI a reconsiderar su pronóstico ya por tercera vez, aumentando los números nuevamente.
Según los últimos datos publicados por el Fondo Monetario, se espera que el PIB ruso crezca para fines de año en un 1,5%, coincidiendo con la evaluación del presidente Putin que en mayo pasado prometía un crecimiento de 1,5-2% anual. Cabe mencionar que a Alemania, siendo la sexta economía mundial, el FMI le pronostica una recesión que -según los datos de la Oficina Federal de Estadísticas- ya está en proceso.
El método de imponer sanciones asfixiando una economía nacional no es nuevo, basta recordar los casos de Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Irán y muchos países más que sufrieron grandes pérdidas económicas, saliendo de la situación de maneras diferentes, unos aceptando los golpes de estado «democráticos» apoyados por los Estados Unidos, otros tratando de sobrevivir con la soga al cuello, otros más creando una economía autosuficiente para proteger los intereses nacionales y buscar relaciones con los países no adheridos al bloque occidental. Lo último es lo que trata de hacer Rusia actualmente.
Tratemos de analizar qué medidas y soluciones le han permitido al «país gasolinera que pronto quedará desgarrado por las sanciones», citando a Barack Obama, mantenerse a flote a pesar de estos múltiples paquetes de sanciones acordadas por Occidente.
Rusia se asocia principalmente con la producción de gas, petróleo y sus derivados. Originalmente la mayor parte del gas exportado pasaba por el territorio ucraniano, pero dada la tensión política existente, los rusos construyeron dos Gasoductos del Norte, uno va por Turquía y el otro lleva el gas directamente a China. Este último le permitió al país reorientar las ventas después de las explosiones de ambos gasoductos norteños. Además, durante los últimos años se construyeron varias plantas de licuación en el territorio ruso que proveen gas líquido natural a muchos países, incluyendo España.
Según los datos de la empresa analítica Vortexa, apenas pasado un mes después de la introducción del embargo, el 91% de petróleo ruso ya no se destinaba a Europa sino que se trasladaba a la India, China y otros países, como Brasil y Turquía. Es interesante destacar el papel de Arabia Saudita que siendo líder de la OPEP no sólo apoyó a Rusia en la restricción de la producción petrolera, sino que ignoró las insistencias de Washington, su fiel y antiguo socio.
Otros rubros de la economía que mantienen el país a flote son la agricultura y la producción de abonos químicos. Sin estos últimos, los granjeros europeos ahora se enfrentan a una crisis, mientras que Rusia sigue siendo el mayor exportador de granos en el mundo, lo que reconoce incluso el Ministerio de Agricultura de los Estados Unidos.
Lo mismo ocurre con la industria militar: los datos de los organismos de Ucrania y Occidente sólo confirman el poder de la industria militar rusa. Pasado un año y medio desde el inicio del conflicto, el ejército ruso sigue estando mejor equipado y presenta resultados mejores que las tropas ucranianas que reciben armamentos de todos los países de la OTAN. Es evidente que una defensa con similares características no se forja en un día, es fruto de muchos años de trabajo y unos colosales recursos económicos.
Con respecto al aislamiento mediático, si analizamos las últimas tendencias mundiales, considerando que el planeta no es solamente Occidente, vemos que en el campo ideológico Rusia también va logrando cada vez más simpatizantes. En el país acaba de celebrarse la cumbre Rusia—África a la que asistieron 49 delegaciones de los 54 estados independientes del continente africano, tradicionalmente presionado por la Unión Europea y los EEUU.
Otro ejemplo de la cooperación internacional sin participación de la potencia norteamericana es el grupo BRICS al que en este momento piensan incorporarse 31 países más y que elabora los planes para crear su propia moneda e invertir en gran escala en los proyectos de infraestructura.