Finalmente logro subirme al Open Arms, después de las desventuras del día anterior. Primero me encuentro con el capitán y luego tengo una larga charla con la enfermera que está en su box médico haciendo el inventario. Nos sentamos y de buen grado me cuenta.

Mi nombre es Laura López, vengo de Valencia y soy enfermera. He trabajado varios años como enfermera en diversos contextos en todo el mundo, incluida Siria. Formo parte del equipo de trabajo de Open Arms desde hace cuatro meses.

¿Cuántos «rescates» habéis realizado en estos cuatro meses?

Una media de dos o tres por cada campaña que dura tres semanas, luego realizamos otras intervenciones como asegurar a personas con chalecos salvavidas o denunciar la presencia de embarcaciones «en distress» a las autoridades competentes.

¿La realidad era como la imaginabas antes de subir a bordo?

Yo diría que sí. Sin embargo puedo decir que tuve «suerte», pues las personas que rescatamos en medio del Mediterráneo llevaban relativamente poco tiempo en el mar, por lo que no nos encontramos con situaciones médicas difíciles como hipotermia o deshidratación.

¿Notas más trastornos físicos o psicológicos?

Yo diría que ambas cosas, desde el punto de vista físico porque aquí los espacios son limitados y no es fácil dormir cómodamente tumbado en la cubierta del barco. El momento de repartir la comida tampoco es fácil. También hay una dificultad evidente a la hora de relacionarnos pues indudablemente venimos de «otro mundo», con todos nuestros privilegios. Conmigo trabaja una médico y también tenemos la posibilidad de contactar online con tres personas que nos apoyan desde el punto de vista psicológico. ¡A veces nosotros como equipo lo necesitamos!

Sois dos mujeres en este caso, ¿tal vez sea mejor así?

Seguramente para asistir a las mujeres que suben a bordo -que en ocasiones han sufrido violencia sexual, o tienen hijos pequeños- es mejor que se acerque una mujer, sobre todo por el tema cultural. Por ejemplo, pudimos hacer una ecografía a varias mujeres embarazadas con el aparato que tenemos a bordo.

¿Cómo ves a los niños? ¿Parecen conscientes de la situación que están viviendo? ¿Quizás los traumas salgan a la luz más tarde?

Los niños, también en mi corta experiencia, me parecieron muy conscientes, incluso en su forma de jugar (en la que tal vez hay un policía persiguiéndolos…). Los más pequeños son súper mimados por muchos adultos, incluidos nosotros. Eso sí, tal vez los traumas salgan más adelante, quién sabe.

¿De dónde vinieron los migrantes que rescataste?

Especialmente de Eritrea, aunque los barcos procedieran de Libia. Aquí las experiencias, al menos las que querían contarnos, fueron definitivamente traumáticas.

¿En qué idioma te comunicas?

En lo que podemos: inglés, francés, portugués… Tenemos un mediador cultural que nos colabora con el árabe, pero el principal desafío fue con el tigriña.

¿Has visto alguna muerte en los últimos meses?

En estos 4 meses no, pero en el pasado sí. La gestión no es fácil, los cadáveres se cargan a bordo, se mantienen en una zona determinada, pero verdaderamente aquí no disponemos de un espacio adecuado y frío. Solicitamos que los cuerpos sean evacuados lo antes posible.

Y si hay una persona gravemente enferma, ¿cómo se la evacua?

Llega un helicóptero, baja una persona, inmoviliza al paciente y juntos vuelven a subir rápidamente. No es un trámite fácil, especialmente si hay mal tiempo. En la última campaña nos permitieron evacuar un paciente en Lampedusa con nuestra lancha rápida.

¿Cómo gestionas la ira, tanto de las personas que salvas como la tuya?

Es una gestión constante, frecuente, es parte de la vida cotidiana. Las frustración siempre está presente. Disponemos de tres psicólogas con las que podemos contactar mediante videollamada siempre que lo necesitamos. Son muy útiles. Por suerte la conexión es buena, al menos en el puente.

¿Y cómo te va con los vómitos?

Sí, no es fácil, pero estamos bastante preparados para afrontar estas situaciones. Yo misma me estoy acostumbrando al mar y me está costando un poco! El proceso es paulatino, quienes llevan mucho tiempo en el mar ya están acostumbrados y no sufren cuando el clima no acompaña.

¿Crees que si alguien sufre mareos es mejor que evite hacer lo que tú haces?

Creo que es mucho más difícil acostumbrarse a la situación humana con la que nos encontramos. Lidiar con realidades muy duras, con las que no se suele entrar en contacto, es mucho más complicado que lidiar con el mareo. Y sobre todo no poder desconectar nunca, uno siempre está aquí, al servicio, y queda poco espacio para desconectar, gritar, desahogar la ira o llorar. No podemos colapsar.

En las noticias se ve a menudo a policías usando guantes con los inmigrantes que acaban de bajar, por supuesto, puedes imaginar el motivo de estos guantes, pero también la desagradable sensación de ser tocado por el plástico: ¿cómo se hace?

Intentamos evitarlo en la medida de lo posible, sobre todo aquellos trajes de protección completa que resultan muy «estigmatizantes», sigue siendo cuestión de que el contacto sea lo más humano posible. Si estoy tomando la tensión arterial a una persona y nuestra piel está intacta, es absurdo usar guantes, no tiene sentido y supone barrera extra.

Cuando te despides, ¿te abrazas o no?

¡Sí! No cuando suben al barco, al principio, cuando se toman sus datos, pero sí cuando desembarcan, después de días juntos, sí. Al final sí, hay emociones, risas, lágrimas…

¿Qué opina de lo que esperan de Europa?

Para ellos, la llegada significa sobre todo seguridad, pero percibí un optimismo «peligroso», por ejemplo un chico de Bangladesh me dijo: «¡Es bueno que lleguemos a Italia donde toda la gente es buena!». Quizás porque venía de Libia, donde toda la gente, en su opinión, era mala. Intentamos prepararlos devolviéndoles un poco de la realidad, que hay gente buena y mala en todas partes y que sean conscientes de que no serán bienvenidos por todo el mundo.

¿Viste señales de tortura en sus cuerpos?

No exactamente señales de tortura pero sí muchas heridas, cortes y enfermedades de la piel debido a las terribles situaciones higiénico-sanitarias y de hacinamiento que vivieron en Libia.

¿Cómo reciben sus historias sus amigos, familiares, etc.?

Realmente hay de todo: hay quienes ven estas cosas en las noticias, como ven la guerra en Siria y se acostumbran a todo, sin prestarle ya mucha atención, hasta personas que, por el contrario, quedan impactadas por el mensaje, empatizan y reaccionan.

¿Cómo viviste el anuncio que te hicieron: «¡20 días aquí en Marina di Carrara!»?

Aunque fue un poco una «crónica de una muerte anunciada», fue un golpe duro, una frustración importante.

Si tuviera aquí ahora mismo a la presidenta del Gobierno italiano, ¿qué le diría?

Que sea humana, que intente ser más realista y empática con realidades que no son como la suya. Y que la migración tiene efectos muy positivos, numerosos estudios lo demuestran. En definitiva, que abra puertas.