Finalmente, luego de más de 10 años de su última incorporación (Sudáfrica), el grupo de los BRICS acordó el ingreso de seis nuevos miembros a partir del 1º de enero del 2024: Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Irán y Argentina. En el caso de nuestro país, esperemos que esto sea ratificado por quienes asuman el gobierno a fines de este año ya que, entre los tres candidatos presidenciales con posibilidades de llegar al gobierno, los dos que representan a la derecha y a la ultraderecha, han manifestado que rechazarían este ingreso, habida cuenta de su total alineamiento ideológico con USA y su oposición sistemática a todo lo que haga el actual gobierno.
Como sabemos, los BRICS tienen un creciente peso en el mundo, con casi la mitad de la población mundial, más de un tercio del PBI, y un enorme potencial por sus reservas energéticas, producción de alimentos y materias primas en general. Pero además por su importancia geopolítica, se están convirtiendo de un fuerte contrapeso del G7, que hasta hace unos años hegemonizaba las decisiones globales con USA a la cabeza, y tal vez en eso radique lo más
interesante de este conjunto de países, bastante heterogéneos por cierto. No se trata de naciones con afinidades ideológicas, y cada una de ellas a su vez podría ser cuestionada por algún aspecto, ya sea su forma de gobierno o sus políticas internacionales o sus intereses económicos, como también podrían cuestionarse muchas políticas de USA y Europa; pero la concepción del multilateralismo y de la cooperación internacional, pareciera ser más genuina en los BRICS que lo que resultó de los organismos multilaterales surgidos después de la segunda guerra mundial, donde detrás de la pantalla de un multilateralismo formal, se pretendía disimular la real hegemonía de USA y el Norte Global.
En reiteradas ocasiones hemos hablado de la inutilidad de la ONU para cumplir con cada uno de los objetivos para los que fue creada, empezando por aquel de mantener la paz en el mundo. Muchas veces hablamos de los organismos financieros internacionales, que en lugar de apoyar a los países para su desarrollo defienden los intereses de la Banca privada y toman decisiones políticas alineadas con los intereses de USA, quien además de imponer al dólar como moneda internacional, se reservó el derecho a veto de todas las decisiones del FMI.
En ese contexto podríamos decir que los BRICS, que no son un bloque homogéneo sino más bien un espacio de convergencia vinculado al Sur Global, hoy por hoy representan la rebelión frente a la hegemonía de USA y sus socios, la rebelión frente al monopolio financiero del eje Wall Street-Londres, la rebelión frente al uso obligado del dólar para el comercio internacional, y tal vez la esperanza de un futuro mecanismo de gobernanza global democrática que pueda dar respuesta eficaz a los problemas globales. Nadie puede asegurar que esto funcionará del modo en que se aspira, pero lo cierto es que la diversidad de naciones pone una condición de origen más favorable para generar un nuevo multilateralismo, no hegemonizado por una potencia en particular.
En este contexto para Argentina los BRICS representan una interesante alternativa, tanto para la apertura de mercados, como para la inversión en proyectos de desarrollo, como para financiarse sin ser la presa de los Fondos Buitres ni el rehén del FMI. Y sobre todo significa para Argentina la posibilidad de participar de un espacio de cooperación que contrasta con el autoritarismo hipócrita de USA y sus satélites. Y hablamos de hipocresía, porque los problemas financieros que hoy tiene Argentina, y el consecuente proceso inflacionario, se originan en la descomunal deuda que el gobierno neoliberal de Macri tomó con el FMI, quien habiendo asumido el poder de un país prácticamente desendeudado, en cuatro años duplicó la desocupación y tomó una deuda sideral para financiar la fuga de capitales, y el FMI fue cómplice al otorgar el mayor préstamo de su historia con el único fin de lograr la reelección de Macri, lo que de todos modos no consiguió. Esa fue la herencia que nos dejó del neoliberalismo, y como si fuera poco luego llegó la pandemia, la guerra y la sequía; pero para la mirada hipócrita de USA, el FMI y los formadores de opinión mediáticos de EEUU y Europa, los problemas de Argentina son culpa del “populismo de los sudacas”, hay que ser severos con ellos, y la solución sería el regreso del neoliberalismo.
En contraste con esa actitud hostil e hipócrita, Argentina pudo aliviar al menos por momentos sus finanzas, con la ayuda de algún Swap de China, y contó con las gestiones de un solidario Lula que, además de impulsar el comercio bilateral sin usar las reservas en dólares, fue junto con China el principal gestor del ingreso de Argentina a los BRICS. Entonces, no se trata de un problema ideológico, sino sencillamente de poder participar en un espacio de mayor
colaboración, mayor solidaridad y menos chantaje, menos imposiciones. Y eso es lo que también buscan los más de 30 países del Sur Global que quieren sumarse a los BRICS.
Desde otro punto de vista, el ingreso de Argentina podría significar un importante aporte en el ámbito de los BRICS, no solamente en la dimensión económica, dado su potencial de materias primas y el desarrollo tecnológico en algunas áreas, sino también en la dimensión social y cultural. Y en ese sentido, tratándose un espacio que se va conformando y evolucionando con el ingreso de nuevos países, será importante incorporar a los BRICS la mirada social, la preocupación por la desigualdad, el compromiso real con el cuidado del medio ambiente y la resolución pacífica de los conflictos. Y quizás a futuro, el ingreso de nuevos países latinoamericanos, con una historia menos belicista que otras regiones, pueda significar un aporte a la génesis de una gobernanza colaborativa global que reemplace a la ONU y finalmente se logre la paz entre las naciones.
Posiblemente esto último suene a utopía, pero no está mal ponerla en el horizonte para movilizarnos hacia ella, y en todo caso, el ingreso de Argentina a los BRICS es un paso importante.