Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
El jueves pasado tuve que levantarme muy temprano. Debía estar a las 6:30 de la mañana en la estación del tren Hongqiao de Shanghái para viajar a Beijing. Un ligero desayuno con sopa de wanton (ravioles chinos) en un pequeño restaurant de la estación aportó las energías necesarias para iniciar el traslado. El tren rápido esperaba para hacer la travesía. Cuatro horas con treinta y cinco minutos para recorrer los 1200 Km. entre las dos mayores urbes de China a una velocidad máxima de 350 Km./hora.
A la llegada, mi siempre sonriente amigo Wu esperaba para trasladarme al hotel con prontitud a fin de comenzar las actividades. Esa misma tarde sostuve un interesante y fructífero diálogo con colegas chinos para intercambiar sobre los temas internacionales, su avidez por conocer lo que está ocurriendo en América Latina y el Caribe es patente.
Una vez más comprobé nuestro mutuo desconocimiento y lo ubiqué como la razón que influye con mayor determinación en la generación de dificultades para un mejor y óptimo acercamiento. China está comenzando a comprender que no basta con tener excelentes relaciones con empresarios y políticos. Se hace necesario construir un más amplio abanico de vínculos que se orienten a la sociedad civil, las organizaciones populares, los movimientos sociales, partidos políticos, las universidades, los intelectuales y académicos, entre otros.
Ante la pregunta de porqué hay resistencia en América Latina y el Caribe a la presencia china que según ellos generan grandes beneficios a la población, respondí que no siempre era así. Los intercambios con empresarios sólo producen lucro y ganancia para ellos. Los pueblos no observan el resultado directo de las inversiones y el intercambio comercial, sencillamente porque no lo conocen ni están al tanto de ellos.
China ha empezado a comprender que su confrontación (no necesariamente bélica) con Estados Unidos es ineludible. La ingenua visión que permeaba la retórica (por lo menos en el mundo académico que yo conocí) hace solo unos años atrás y que establecía la seguridad de poder avanzar en el desarrollo y construcción de su modelo político en “sana convivencia” con Estados Unidos, ha dado paso a la convicción de que ello es cada vez más improbable, sobre todo tras los sucesos de 2019 en Hong Kong en los que Washington abiertamente financió y promovió la revuelta secesionista.
La agresividad expresada tras la “guerra comercial” de Trump, el descarado apoyo occidental a Taiwán, la presencia creciente de las fuerzas armadas de Estados Unidos en los mares adyacentes y el importante esfuerzo diplomático de Washington encaminado a construir alianzas militares en su entorno, han conducido a China a la comprensión de la inevitabilidad del conflicto y a la necesidad de prepararse para él. Es fácilmente apreciable en el discurso de los académicos con los que he conversado, pero también en las informaciones que transmiten los medios de comunicación.
Desde mi punto de vista, todo ello marca una notable diferencia con lo que observé hace menos de cinco años.
Aprovechando el tiempo libre, durante el fin de semana visité Zhengding, un “pequeño pueblo” según los chinos, en realidad una antigua ciudad de 550 mil habitantes ubicada a 275 km. al suroeste de Beijing en la provincia de Hebei. La urbe ha cobrado notoriedad porque en 1982, un joven Xi Jinnping de 29 años se inició como dirigente político al asumir el cargo de secretario general del comité distrital del Partido Comunista de China durante tres años.
Los habitantes de la ciudad recuerdan la impronta del hoy máximo líder del país. Un colega consultado al respecto señala como relevantes algunas acciones emprendidas por el joven dirigente comunista: la reducción de impuestos a los campesinos productores de cereales, la reparación y restauración de más de mil escuelas primarias y secundarias, la creación de una escuela de deportes con especialización en ping-pong que hasta el día de hoy es referente nacional de ese deporte, la obtención de recursos para la reparación y mantenimiento de los templos religiosos que son patrimonio cultural de la ciudad, la región y el país y la gestión para que en la ciudad se filmara la película “Sueño en el pabellón rojo” que se transformó en un ícono de la cinematografía nacional. El escenario de la filmación se ha conservado y es centro principal del interés de turistas nacionales que llegan a la ciudad.
No obstante, la visita debió ser suspendida a causa de las colosales lluvias traídas por el tránsito del tifón Doksuri por las las cercanías del territorio. Al momento de redactar estas líneas el fenómeno meteorológico había producido graves inundaciones que obligaron a las autoridades a declarar la alerta roja y a evacuar 31 mil personas. Las lluvias han sido consideradas las peores que han afectado a la capital en los últimos 20 años.
Las consecuencias de Doksuri y las respuestas gubernamentales en todos sus niveles han sido durante los últimos días el centro de la actividad informativa de los medios de comunicación toda vez que las precipitaciones han tenido una media de 320.8 mm y una máxima de 580.9 en un sector de Beijing.
A pesar de eso, el espectro informativo y sobre todo las redes sociales, no han escatimado en comentar la destitución del canciller Qin Gang. Con profusión de comentarios de todo tipo en las redes sociales, aunque no llega a caracterizarse como un escándalo nacional, los chinos se hacen eco de todo tipo de comentarios, sobre todo el que expone una telenovela amorosa como explicación del hecho.
El nombramiento de Wang Yi quien ya había ocupado tal responsabilidad en el pasado y que había entregado el cargo a Qin hace solo siete meses, da cuenta que fue una decisión no pensada ni planificada y que las altas autoridades chinas tuvieron que tomar una rápida decisión ante la próxima realización de las Cumbres de BRICS, en Sudáfrica en agosto, G-20 en septiembre en India y APEC en noviembre en Estados Unidos en las que debe participar el presidente Xi Jinping. Así mismo, en el momento la cancillería debió atender a seis jefes de Estado y otras altas autoridades que han estado en China durante estos días para participar de las ceremonias de inauguración de la 31ra. edición de las Olimpiadas Mundiales universitarias.
En un ámbito más íntimo, el lunes 31 en la tarde se realizó con gran despliegue informativo la presentación de la edición china de mi libro “China en el siglo XXI. El despertar de un gigante”. El evento se realizó en la sede de China International Communication Group (CICG), el gigante chino de los medios de comunicación. Al hacer uso de la palabra, Du Zhanyuan, Presidente de CICG, dijo que “el modelo chino no está exento de errores, pero que el país no aceptará que sean los medios occidentales los que lo critiquen, con prejuicios mal intencionados que falsean la realidad”.
Du anunció la celebración en Argentina durante el próximo mes de septiembre de un gran evento que denominó “Foro de la civilización de América Latina y China” como un punto de encuentros y debates entre el gigante asiático y nuestra región a fin de intercambiar ideas y opiniones de cara a un futuro compartido.
A 347 km./hora en el tren de regreso a Shanghái aprovecho de escribir estas notas, después de una -aunque corta y pasada por agua-, muy fructífera e intensa visita a Beijing.