El 4 de septiembre de 1989, en la calle General Bulnes, a pocos metros de la Alameda y en pleno centro de Santiago de Chile, fue acribillado a balazos por agentes de la Central Nacional de Informaciones, CNI, la policía política de la tiranía de Pinochet, el dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, representante de los estudiantes universitarios que enfrentaron directamente la dictadura, y uno de los líderes del Movimiento Democrático Popular, Jecar Nehgme Cristi.
Fue fusilado vilmente mientras caminaba solo después de una reunión política, en esa calle de piedra adoquinada. No iba con guardaespaldas ni con más seguridad personal que sus convicciones profundas.
Expresión genuina de los pueblos latinoamericanos, en el lugar donde fue asesinado el joven dirigente de 28 años de edad, cada 4 de septiembre se llena de velas y visitas furtivas, de pintadas y murales con su rostro.
Pero por fin, y después de 8 años de una perseverante y dura campaña, la familia de Jecar Neghme junto a grupos de vecinos de la zona y la colaboración de la concejala de izquierda independiente, Rosario Carvajal, conquistaron el derecho de que las primeras cuadras de la calle Bulnes lleve el nombre de Jecar. Hoy los enamorados pueden reunirse en la esquina de Jecar Neghme con la Alameda, tan cerca del emblemático Liceo de Aplicación, del cascarón antiguo de la metrópolis chilena, del barrio Yungay, de la editorial LOM, de la sede nacional del magisterio.
Al respecto, Rosario Carvajal, iniciando una actividad de memoria que reunió a familia, amigos y compañeros de lucha de Jecar este sábado 26 de agosto, rememoró que el líder revolucionario también residió algunos años en el barrio y que fue un vecino más del sector.
«Nos comprometemos a defender el nombre de esta calle con todas las fuerzas que tenemos y pese a las amenazas reiteradas de la ultraderecha frente a este pequeño logro, a este pequeño acto de justicia», expresó Carvajal.
La profesora y abogada Farah Nehgme Cristi es la hermana menor de Jecar. En el nombre de la familia del dirigente popular recordó que, «Nos tocó vivir como a muchas familias de los años 70 del país, la tragedia del asesinato de nuestro padre, dirigente socialista de Temuco, tras un mes apenas de ejecutarse el golpe de Estado militar de 1973. Entonces nuestra vida se volvió muy dura. Nuestra madre debió asumir muchos roles, nos mantuvo y dedicó su existencia entera a nosotros, sus tres hijos: Jecar, mi hermana y yo».
Farah evocó que debieron marcharse del sur a Santiago, donde la familia más amplia dio techo a «estos marginales, estos marcados que debimos huir de Temuco debido a que los agentes de la dictadura amenazaron a mi madre con que se quedara callada si no quería que Jecar, entonces de 12 años de edad, corriera la misma suerte de nuestro padre. Por eso mi madre, como tantas mujeres chilenas viudas, solas, jefas de hogar, debió salir a las calles de la capital a sacarse la cresta trabajando para mantenernos. Ella se abandonó a sí misma para criar a esta tríada», y agregó que, «así y todo, fuimos felices y crecimos con los valores de mi padre. Debido a los sacrificios de mi madre, Jecar siempre tuvo un respeto y amor tremendo por las mujeres trabajadoras. Y pasaron los años. Jecar ingresó al Pedagógico de la Universidad de Chile y lo expulsaron. Luego se matriculó en Ingeniería en la Universidad de Santiago de donde también lo echaron por su labor como luchador antidictatorial».
«Nuestra familia, como otras, fue militante durante la dictadura», dijo Farah, «sufrimos las detenciones, relegaciones, huidas permanentes. Jecar fue perseverante y quiso realmente alcanzar un país con una democracia popular y socialista. Por eso no aceptó ninguna de las ‘ofertas’ que el régimen le hizo a muchos dirigentes del pueblo. Hacia el final de la dictadura, Jecar llamó a votar por Patricio Aylwin, pese a que no fue un candidato con una trayectoria democrática, pero lo hizo para que no ganara las elecciones el pinochetismo. Él hasta su muerte soñó con la revolución y el socialismo».