David Sámano.-

Tanto  en el terreno de la vida cotidiana, como en el de la reflexión filosófica, la ciencia y  la cultura,  el pensamiento  determinista y el libertario,  tienen ocasión  para ser tomados en cuenta. Si por un momento, interpretamos la actividad cognitiva, como  un proceso a través del cual construimos mundos a los que vamos  migrando en la medida en que nos resultan más habitables,   diremos que el grado de  “habitabilidad”,  de los nuevos mundos que podamos  construir,  por ejemplo, con un saber como el que proviene de la ciencia,  radica   no sólo en  las posibilidades de ofrecer mejores condiciones para satisfacer las necesidades fundamentales de todo ser vivo, sino también en la manera en la que se resuelve la tensión entre determinismo y libertad. Y es que requerimos,  para adaptarnos  a nuestro medio, tanto de un horizonte determinista, como de un horizonte  de libertad.

Un mundo sin regularidades, o sin ninguna posibilidad de predicción, resultaría  tan difícil de ser vivido,  como uno totalmente predecible y determinado.

Es  imposible adaptarnos a  un medio que nunca podemos prever, pero al mismo tiempo,  para la psicología humana, es imposible  resignarse a los dictados del determinismo,  abandonar ideales, simplemente porque  no coinciden con los hechos  o  conservar la cordura ante un escenario futuro, donde ya todo está calculado y sin misterio.[1]

Se ha dicho, que el determinismo es la tesis de la causalidad universal, ésta se expresa en la frase: “todo tiene una causa”. A esta tesis, se ha opuesto la de la libertad: “algunos  de nuestros actos son libres” o sea, no responden a ninguna causa.  Tanto el determinismo, como la doctrina de la libertad, son aceptables para el entendimiento, y operan a nivel de creencia, sin embargo, conducen a resultados aparentemente incompatibles: si la tesis del determinismo es verdadera entonces no hay actos libres.  La paradoja, se resuelve  postulando una tercera tesis, la compatibilista, que afirma que hay actos libres sin que por ello se niegue el determinismo.[2]

Hasta hace muy poco,  a la tesis compatibilista,   la ciencia le ofrecia muy poco para sostenerse. La racionalidad determinista parecía dejar cada vez más claro que la libertad,  tanto en la naturaleza como en la cultura,  era  sólo una  “ilusión antropocéntrica”  – así lo afirmaba el antropólogo americanao Leslie White- .  Reconocer el aspecto creativo y libre de cualqueir   proceso  que ocurra  en el universo,  sea  físico, biológico o humano, era  “tan sólo una ilusión”,  como diría Prigogine, parafraseando a su vez a Einstein (Prigogine, 1997), con quien difería  profundamente en lo que hace a su concepción del tiempo y la naturaleza.

Esto también tenía consecuencias en el terreno de la fundamentación  de los actos éticos.  Si todo está determinado, no hay manera de diferenciar un acto ético, o un sistema moral, del funcionar mecánico de la naturaleza.

Con el desarrollo de la termodinámica alejada del equilibrio,  las cosas cambiaron. Se cayó en cuenta de que el  supuesto fundamental del determinismo:   que la naturaleza se comporta como un autómata reversible,   tomó el carácter de mera idealización  que no mostraba un aspecto fundamental de la realidad,  el avance  irreversible de todo lo que sucede, incluido  el transcurrir del tiempo.

Pero, esta nueva racionalidad “no reversible”, además de sustentarse por los hechos[3],   sin negar el determinismo,  puede fundamentar el campo de la libertad en la naturaleza. La esencia de este fundamento radica en la idea de que en la medida que los fenómenos se alejan del equilibrio termodinámico olvidan las condiciones iniciales de las que partieron, olvidan su pasado, o mejor dicho se liberan de él. Cerca del equilibrio, estamos en el reino del determinismo, lejos del equilibrio la naturaleza se vuelve creativa, libre o inteligente, como también decía Prigogine. Me parece que esta concepción, encuentra su paralelo en la  estructura temporal de la  conciencia humana que propone el pensamiento del nuevo humanismo. Por ejemplo,  para expresar la reversibilidad de la flecha del tiempo, implícita en la concepción  determinista de la naturaleza,  Prigogine recurre al caso del péndulo:

“…en el movimiento  del péndulo ideal no podemos distinguir futuro y pasado. Si permutamos el futuro, es decir (+t), con el pasado, es decir (-t), obtenemos un movimiento pendular tan plausible como el primero”. (Prigogine, 1996:25)

Silo, por su parte,  para expresar la “mecanicidad” de la conciencia, al quedar atrapada en la compensación del pasado, recurre a la siguiente metáfora:

“Entre la fría mecánica de péndulos o la fantasmal óptica de solo espejos ¿Qué afirmas tu que afirmes sin negar? ¿Qué afirmas sin regreso o sin aritmética repetición?

“Rodeado por una muralla triangular de espejos, tu paisaje se refleja infinitamente en infinitos matices. Y allí, todo movimiento se convierte y se recompone una y otra vez, conforme orientes tu visión por el camino de imágenes que hayas elegido. Puedes llegar a ver delante de ti tus propias espaldas y al mover una mano a la derecha, esta responderá a la izquierda. Si ambicionas algo en el espejo del futuro, verás que corre en dirección opuesta en el espejo de hoy, o del pasado” (Silo, 1989:92).

Ambos pensadores, se rebelan a  esta visión simétrica del tiempo, uno en la naturaleza y otro en la condición humana. Prigogine destaca que no todo es simétrico en la naturaleza:

“Mientras los procesos reversibles son descritos mediante ecuaciones de evolución invariantes en relación a la inversión de los tiempos -como la ecuación de Newton en dinámica clásica y la de Schrodinger en mecánica cuántica- los procesos irreversibles implican una rotura en la simetría temporal” (Prigogine, 1996).

Por su parte, Silo, destaca lo absurdo de la reversibilidad de la vida compensatoria, por la que tantas veces atraviesa la vida humna:

“¿Es que acaso la vida es solo acción y reacción? El hambre ensueña con la saciedad, lo aprisionado con lo suelto, el dolor busca el placer y el placer se hastía de sí mismo”.

y como Prigogine, rompe con ella:

“Si afirmas aquello que se busca así mismo, eso cuya naturaleza es transformarse, que no tiene saciedad y que por esencia está abierto al futuro, entonces amas la realidad que construyes. Esa es pues tu vida: ¡la realidad que construyes! (Silo, 989, 92).

Así, en las concepciones de ambos autores, encontramos esa compatibilidad entre determinismo y libertad. Prigogine, habla de una “vía estrecha”, un lugar en las explicaciones científicas, donde sea posible insertar el campo de la libertad creadora en la naturaleza:

“Hemos intentado construir una vía estrecha (entre el azar y el determinismo) entre  estas dos concepciones  que conducen a la alienación, las de un mundo regido por leyes que no otorgan lugar alguno a la novedad y  la de un mundo absurdo,  a-causal, donde nada puede ser previsto ni descrito en términos generales”  (Prigogine,1996: 209).

Silo, también reconoce esta tercera posibilidad en la acción humana, en el paisaje interno leemos:

“Y habrá acción y reacción  y también reflejo y accidente pero si has abierto el futuro, no habrá algo que pueda detenerte”.

En otro trabajo de Silo, encontramos una alegoría para  expresar el significado de la  vía estrecha.  En su libro: Juegos de Imágenes,  propone   una serie de relatos cortos, con una escenografía y una trama esbozadas escasamente, esperando con ello, inducir al lector  a completarlas  con sus propias imágenes y argumentos.

Estos “cuentos”, además de ser un trabajo literario poco común, escrito en su mayor parte, en primera persona,  están pensados para que, el “practicante”, esto es, el “lector – protagonista”, tenga la oportunidad de, “personalizar” la historia,  propiciando  alguna  reflexión útil sobre  su propia vida.  La “experiencia guiada”  –  nombre con el que Rodríguez  se refería a estos ejercicios literarios – que  elegimos como metáfora, se titula: La repetición. El escenario, es un callejón estrecho, débilmente iluminado por luces mortecinas. Alguien lo recorre, encontrándose cada tanto, con una anciana que obsesivamente se aparece  preguntándole la hora. Cada vez que el sujeto consulta su reloj para responder, nota que el tiempo en vez de avanzar, retrocede, hasta que finalmente, en la carátula del reloj, ve el rostro de la anciana. Entonces – se dice el sujeto – “comprendo que ha llegado el fin”. Ese momento, no obstante el inminente desenlace fatal, lo experimenta también, como una oportunidad para  analizar el rumbo general de su vida. Después de hacer una recapitulación de lo vivido, el personaje llega a la conclusión de que  su paso por este mundo no es más que  una larga cadena de fracasos, de la niñez, de la juventud y de las epocas actuales, que se continuarán en el futuro. En su futuro, ve sólo la repetición de su pasado, hasta que finalmente, se extingan todas sus fuerzas. Sin embargo, descubre que el callejón se divide, abriéndose tres caminos señalados cada uno, por un letrero. En uno de ellos puede leer: “anulación de la vida”, en otro: “repetición de la vida” y en el tercero: “construcción  de la vida”. El relato concluye cuando el sujeto decide aventurarse por éste último.

En esta  breve historia, observamos que el protagonista, experimenta su vida    simultáneamente de tres maneras. La primera, como algo frágil, expuesto a un accidente de arrebato nihilista que puede “resolverse” en el suicidio o en la nada. La segunda, asume el hecho total de nuestras acciones futuras como resultado del encadenamiento al pasado. La tercera, significa en cambio, la posibilidad de la acción, no compensatoria, sino creativa, la “construcción de la vida”.

La contingencia del seguir vivo, o morir, en ese instante; el determinismo compensatorio y la  posibilidad creativa, nos acompañan, en mayores o menores proporciones, cuando tenemos la oportunidad de hacer un alto en nuestra vida para reflexionar y dar significado a lo que ha sido; es;  y podrá ser nuestro paso por el mundo. De acuerdo con la metáfora, generalmente nuestra vida, se viene desenvolviendo según la segunda opción, la repetición de la vida. El callejón, simplemente, lo recorremos persiguiendo objetivos que compensen  los afanes no logrados, hasta que nuestras fuerzas se agoten.

Si sufrimos pobreza en el pasado, aspiraremos a la riqueza, si no fuimos reconocidos, buscaremos reconocimiento, si sentimos que nadie nos amó,  buscaremos ser amados. A veces, logramos  compensar, también muchas veces, fracasamos en el intento, pero independientemente de esto, experimentamos el vivir como la inercia de un juego de acción y reacción en el que, el desgaste – como  la fricción de una maquina o cualquier sistema mecánico -,   tarde o temprano nos detiene. Así, el desgaste es el  escenario futuro más predecible, y nuestra vida, puede ser explicada por una fórmula de acción y reacción, sea cual sea, el punto de trayectoria en el que nos encontremos. Sin embargo,  el relato nos invita a intuir otra posibilidad que sugiere un ingrediente de libertad,  traducido  en  posibilidad  constructiva.

Nuestro  sujeto, del relato de la Repetición, bien podría ser un científico o un filósofo, parado ante la crisis  del  conocimiento y  la fundamentación de valores éticos. Por un lado, su mirada, puede ser teñida por las conclusiones más radicales del  relativismo extremo y el posmodernismo,  debilitando con ello, la confianza en la pertinencia de buscar leyes para construir una ciencia. Esto, podría finalmente,  conducir a la clausura del proyecto auténticamente humano y humanista del desarrollo del conocimiento.  Pero también puede suceder que nuestro pensador  decida continuar con  posiciones deterministas conservadoras.  Esto nos llevaría a problemas como el  siguiente, planteado por Prigogine:

 “¿Cómo concebir la creatividad humana o cómo pensar la ética en un mundo determinista? La interrogante traduce una tensión profunda en el seno de nuestra tradición, la que a la vez pretende promover un saber objetivo y afirmar el ideal humanista de responsabilidad y libertad. Democracia y ciencia moderna son ambas herederas de la misma historia, pero esa historia llevaría a una contradicción si las ciencias hicieran triunfar una concepción determinista de la naturaleza cuando la democracia encarna la sociedad libre” (Prigogine, 1996: 24).

Finalmente, esta aquel que se arriesgaría a buscar  una renovación de nuestra manera de concebir el conocimiento. Un camino que conceda un espacio de libertad y creatividad, sin negar la posibilidad nomológica. En este sentido, se trataría  de, ir “más allá” de la idea de “conocimiento”, que hemos concebido bajo  los enfoques  clásicos. Hablo,  de un saber,  acompañado de  una concepción    del ser humano, no contradictoria con la posibilidad de actos libres, ya que  los mismos objetos culturales y naturales, desde los enfoques del alejamiento del   equilibrio, tienen un margen para tal posibilidad.

Y aquí, para finalizar, abordo de nuevo, el tema de los valores éticos. Sabemos que estos, cuentan con un aspecto antinómico. Se fundamentan en la libertad, y por otro lado, establecen cierto orden, los creamos, y a la vez los descubrimos, sin ser cosas,  tienen esencia[4]. Requieren, para ser pensados y fundamentados, de la tesis compatibilista que,  como he tratado de mostrar,  encuentra, tanto en la concepción de la naturaleza de la nueva racionalidad,  alejada del equilibrio, como en la concepción del ser humano del nuevo humanismo, sólidos soportes que la epistemología, radicalmente  determinista,  nos impedía concebir.

Prigogine y  Rodríguez, desde  campos tan distintos como la física y la reflexión existencial, vislumbraron “la vía estrecha” (Prigogine, 1996:205), un espacio donde, sin renunciar al determinismo y al azar, es posible la libertad y la racionalidad.

Bibliografía

Prigogine, Ilya ¿Tan sólo una Ilusión? Una exploración del caos al orden. Tusquets Editores. 1983 (1997).

Prigogine, Ilya. El fin de las certidumbres. Editorial Andrés  Bello. 1996.

Rodríguez, Mario. Humanizar la tierra. Plaza y Janes.  1989.


[1] Recordemos la  frase de Facundo Cabral: “lo seguro ya no tiene misterio”.

[2] Véase el libro: Introducción a los problemas y argumentos filosóficos. 1990  (2002). UNAM. Instituto  de Investigaciones Filosóficas. Cormman J.W., Pappas G.S., Lehrer K.

[3] Prigogine a lo largo de sus obras destaca  varios experimentos y fenómenos donde se hace patente la irreversibilidad de los procesos y de la flecha del tiempo implícita en ellos.

[4] Véase el texto Gadamer y Habermas en diálogo.

El artículo original se puede leer aquí