La novena edición de la Copa Mundial de fútbol femenino que se disputa en Australia y Nueva Zelanda comenzó el pasado 20 de Julio en Auckland con el partido en que las locales obtuvieron una histórica victoria sobre Noruega por un tanto contra cero.
Bajo el lema oficial “Grandeza sin límites”, treinta y dos equipos de los cinco continentes se disputarán en la oportunidad el máximo trofeo.
Más allá del deleite deportivo y las alegrías y sinsabores que los resultados deparen a las y los apasionados hinchas de cada escuadra, este torneo promete batir diversos récords, proyectando a la competición femenina de balompié a una nueva escala.
En los partidos inaugurales, un público superior a las 42 mil personas asistió al triunfo de Nueva Zelanda sobre Noruega lo que constituye un récord para un partido de fútbol en el país, tanto femenino como masculino. Del mismo modo, en Sidney, casi 76 mil aficionados se hicieron presentes para el partido de Australia contra la República de Irlanda, la asistencia más alta en una Copa Mundial Femenina de la FIFA en 24 años.
El encuentro entre la República de Corea y Colombia, en el que el equipo sudamericano venció por 2 a 0 a sus homólogas asiáticas, cerró este martes la primera fecha de la ronda inicial y la FIFA informó que la asistencia total ascendió hasta a casi 550 mil espectadores en los 16 partidos disputados. La afluencia media se situó así en 28.721 espectadores, un aumento del 54 % en comparación con los mismos partidos de Francia 2019. Mientras tanto, la venta de entradas ya ha superado el millón y medio para los 64 partidos, la más alta de todos los mundiales femeninos anteriores.
Por otra parte, el torneo se transmite en 200 territorios a través de 130 emisoras, lo que según Gianni Infantino, presidente del ente organizador, permitirá llegar a una audiencia global de 2 000 millones, frente a los 112 millones de la edición anterior en Francia.
También los incentivos monetarios para las jugadoras cumplen un rol nunca antes alcanzado. La FIFA ha confirmado que las 732 futbolistas que participan del Mundial 2023 recibirán un pago de al menos 30 mil dólares, una suma que para muchas de ellas será significativa, ya que el salario medio anual de las mujeres que juegan al futbol de forma profesional es de 14 mil dólares, mientras que varias todavía están en situación semiprofesional. La cantidad aumenta si los equipos tienen buenos resultados, haciéndose acreedora cada jugadora del combinado ganador a nueve veces el monto inicial.
Sin embargo, la cifra muestra una disparidad gigantesca con los 440 millones de dólares que se abonó en concepto de premio a los hombres que disputaron la Copa en Qatar 2022. El titular de FIFA señaló al respecto que el objetivo es equiparar los premios para el Mundial masculino de 2026 y el femenino de 2027.
Pero más allá del tema económico y la impronta mercantil que la FIFA coloca como condición de la profesionalización y expansión del fútbol femenino, este Mundial representa un buen impulso a la correntada de emancipación de la mujer que va observándose en todos los ámbitos, dejando atrás los prejuicios discriminatorios.
Así, las jugadoras, pero también una buena cantidad de árbitras, directoras técnicas, preparadoras físicas, relatoras y comentaristas representan un excelente ejemplo para muchas niñas que, hasta ahora, solo podían entusiasmarse desde las gradas del estadio eligiendo a sus ídolos en este deporte entre figuras varoniles.
Si bien grandes estrellas de la actividad como Alex Morgan (Estados Unidos), Lucy Bronze (Inglaterra), Ada Hegerberg (Noruega), Marta Vieira de Silva (Brasil) o la también estadounidense Megan Rapinoe, pionera de la lucha por la equidad, aun no gozan de la publicidad de sus pares masculinos, hoy ya muchos nombres de jugadoras suenan en las conversaciones cotidianas de millones de amantes del fútbol, cuestión impensable hasta hace muy poco tiempo.
Otro aspecto que posiblemente tenga un punto de inflexión a partir de esta Copa mundial es la dominancia del Norte global, extendiéndose la práctica de este deporte entre las féminas de todos los rincones del globo, ayudando a que muchas mujeres puedan sobreponerse a hábitos patriarcales y naturalistas asentados durante siglos.
La geopolítica y la injusta distribución del dinero también se hace sentir en el fútbol femenino. Hasta la fecha, el certamen que se disputa desde 1991, ha tenido cuatro campeones: Estados Unidos, en cuatro oportunidades, Alemania en dos y Japón y Noruega en una ocasión cada una.
Pero esta desproporción a favor del Norte global, que se fortalece succionando talentos del Sur por la capacidad financiera de sus clubes y ligas, está sin duda pronta a ser quebrada. Las chicas del Sur global, encaramadas en una ola de nivelación mundial y multipolaridad sin parangón en la historia, ya reclaman con actitud y destreza su lugar en el podio de la igualdad de derechos y oportunidades.