Por Francisco Carpio Jordán *
La nación peruana es un proceso histórico previo al estado peruano. Es una síntesis histórica cultural aún no concluida, dislocada de un estado que no articula ni beneficia el desarrollo nacional. En el tiempo histórico resoplan vientos de un próximo despertar nacional y cultural. Nuestro devenir está relacionado e impactado por los acontecimientos mundiales siendo conveniente incorporar algunas apreciaciones.
A los 23 años del siglo XXI, el ser humano en el planeta transcurre su vida en medio de una crisis existencial, personal, social e institucional, crisis de un modo de vida que se globalizó a finales de siglo XX, crisis de un sistema que llegó casi triunfante, pretendiendo un mundo único, aplanando en su último tramo naciones y culturas, sin alcanzar sus pretensiones de imperio global.
Frente a la hegemonía anglosajona (Estados Unidos e Inglaterra principalmente) surgen ante el pretendido mundo unipolar, expresiones de multipolaridad, como China, Rusia, la India y una segunda línea de países y naciones emergentes como Turquía, Irán, Sudáfrica entre otras.
En este contexto los países nominados subdesarrollados, dependientes y atrasados, fácilmente son y serán arrollados por la dinámica de la crisis y de la disputa dentro del sistema capitalista. El Perú es un país que no está en vía de desarrollo, sobrevive a la inercia de las circunstancias, siendo básicamente primario exportador; sus mediocres gobernantes, de los últimos 30 años se enorgullecen cuando muestran un PBI en crecimiento, no por gestión ni proyecto alguno de desarrollo sino porque es la fuerza del pujante desarrollo de los emergentes como China que devoran materias primas en sus metabolismos productivos.
Adónde vamos en estas condiciones, con partidos políticos que no son partidos ni contienen políticos; los gobernantes de arriba del medio y de abajo no tienen identidad ni proyecto nacional, solo aspiran el fácil y degenerado proceder de hacer riqueza desde el estado, con el ejercicio del mercantilismo más descarado, que se manifiestan en los continuos escándalos de corrupción. Nos llevan al despeñadero, nos entregan como antes lo hicieron a los lobos de Wall Street y la City de Londres y a otros nuevos depredadores de presas fáciles.
Estas condiciones estructuradas y vigentes desde1821, cuando San Martin invade este territorio por encargo, lo declara independiente, negocian intereses con los criollos y mestizos acriollados, arman un estado, le ponen nombre, símbolos, bandera, escudo e himno; posteriormente elaboran una constitución y ponen en marcha la Republica, como un próspero negocia de unas castas mediocres, que se fueron alternando sucedáneamente entre gobiernos militares y civiles; motivados solo por sus propios intereses, sin emprender una causa nacional, ni menos tener sentimiento de Patria, Nación y País, dejando pueblos y nación sin futuro y en malestar permanente.
Estos grupos que gobernaron y gobiernan, autoproclamados “padres de la patria” nunca actuaron por amor al prójimo, al pueblo y a la patria, solo quieren más y más dinero tomado del estado y de los negocios que implementan desde y a través del mismo. En ese sentido, acerca del amor a la patria un historiador decía: “Los hombres sienten en su corazón que son el mismo pueblo cuando tienen una comunidad de afectos, de recuerdos y de esperanzas. He aquí lo que hace la Patria y la Patria es lo que amamos”. (1)
No debemos permitir que destruyan nuestro deseo de vivir, despertando de la rutina infructuosa de solo preocuparnos por sobrevivir que es ir muriendo lentamente como personas y como conjunto nacional. El individualismo competitivo, va rompiendo nuestras hebras ancestrales de reciprocidad y solidaridad, que debe de resurgir en el vivir por uno mismo y por los otros, expresado en el ñoqanchis, contrario al yo y después yo también, paradigma del sistema capitalista en todas sus variantes.
No destruirán el deseo del “buen vivir” de los Runas de aquí, seres humanos del Perú, si retomamos y amasamos nuestra identidad nacional y cultural multidiversa, sustrato para la formación de conductores y orientadores, que sustituyan a caudillos, politiqueros, y todo tipo de parásitos sociales que se atreven a autodenominarse políticos.
Asimismo, es necesario tener un proyecto del buen vivir nacional, proyecto de florecimiento cultural y florecimiento productivo, proyecto de reestructuramiento político de las débiles regiones en los 4 grandes suyos, con estructuras regionales que impulsen su vitalidad creciente. El estado central y sus estructuras regionales y locales deberán ser suficientemente funcionales al ciudadano y transferir parte de su poder central a las instituciones sociales y productivas. El poder de la representación, está agotado y corrompido tendría que retornar al pueblo, pasando de la democracia representativa a la democracia directa comunitaria con la representación reformada.
Un pueblo y una nación sin identidad nacional y cultural, sin la amalgama de las partes en un todo nacional, no tiene destino ni posibilidades vitales crecientes, sino solo perecer a los pies de los depredadores. Para empezar a reconocerse como una entidad con vitalidad hay que percibir el origen, la génesis de donde partimos, el recorrido histórico cultural y la travesía de milenios y siglos, hasta llegar al lugar y el momento histórico en el que estamos. Somos y seremos porque nuestros abuelos y sus saberes están en este resurgir del buen vivir.
Los componentes que hicieron del Perú una continuidad y posibilidad se encuentran en nuestras raíces ancestrales y elementos que vinieron de otras culturas. Como consecuencia de la irrupción-invasión y conquista europea, se fueron desarrollando dos entidades: la originaria tawantisuyana colonizada y mestizada en condiciones opresivas y la entidad colonialista de españoles primero y luego de españoles americanos (llamados criollos, hijos de españoles nacidos aquí) y mestizos acriollados asociados a los privilegios de los colonizadores.
La independencia de 1821, fue la independencia de los españoles americanos, criollos y mestizos acriollados.
Los descendientes de los tawantisuyanos originarios y mestizos continuaron en condiciones serviles. La independencia creo el estado republicano, con una casta de mercaderes que no produjeron nación, siempre dispuestos a vender las riquezas ya conocidas y las nuevas encontradas.
Los originarios tawantinsuyanos y sus descendientes, vivieron en condición de siervos en las haciendas y en las periferias de las ciudades en tanto el centro de estas fue construido para los criollos y acriollados. La resistencia cultural y el sincretismo de la misma junto con el desarrollo poblacional, dio vigencia a la predictiva frase de Tupac Katari “volveremos a ser millones”, ahora ya somos millones con muchos componentes de nuestras raíces ancestrales originarias y otros de aculturamiento, en dirección al cambio evolutivo y desarrollo de la identidad cultural y nacional, con los aportes que vamos tomando de otras culturas.
Estas líneas son unos pespuntes para ensayar algunas ideas más sobre identidad nacional y acerca de lo que queremos ser y el destino nacional y de la posible integración de los países de la América del sur, en tanto el mundo de hoy se mueve hacia regionalizaciones en grandes zonas de desarrollo productivo tecnológico y cultural.
Los pueblos pueden modelar su espíritu con lo mejor del legado de su pasado milenario, con el aprendizaje de su recorrido histórico y cultural, y el conocimiento de la sabiduría contemporánea; sustrato básico para expresar identidad nacional. La nación es una decisión y voluntad de cada día, con la afirmación de lo que se va construyendo y la firme voluntad de proyectar el buen vivir, trazando las correspondientes líneas proyectivas necesarias.
Las ciencias sociales han elaborado suficientes conceptos sobre estado, nación e identidad nacional y cultural, constituyen referencias importantes para comprender y construir la identidad nacional de todas las sangres, en un país pluricultural plurilingüe y plurinacional. Sin embargo, en los procesos históricos nada está terminado ni menos en definitivo, todo este statu quo, podrá ser modificado a la voluntad de los pueblos con identidad y a la necesidad de la gente y de los nuevos tiempos.
Los estados son una creación humana, hechura de una época con intencionales intereses de quienes los modelaron a la calzatura de las conveniencias del momento; por consiguiente, no estuvo contenida en esa arquitectura neo colonial la población pluricultural, a quienes se les anexó en condición subalterna y en distintos estratos de servilismo al estado y a la elite de oligarcas y terratenientes, que hicieron de este Perú su botín y aparato de hacer riqueza.
Agrego la siguiente definición para complementar las ideas anteriores y finalmente expresar algunas conclusiones abiertas al dialogo y a su mejor complementación: “La identidad nacional es un sentimiento de pertenencia a la colectividad de un Estado o nación. Es construida sobre un conjunto de aspectos relacionados con la cultura, la lengua, la etnia, la religión o las tradiciones características de dicha comunidad. La Identidad Nacional se relaciona con la nación a la cual pertenece, sea esta por haber nacido en tal territorio, por formar parte de una comunidad o por sentir lazos de pertenencia con las costumbres y tradiciones de tal nación. Por otro lado, la Identidad cultural es un conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento que funcionan como elemento cohesionador dentro de un grupo social y actúan como sustrato para que los individuos que lo forman puedan fundamentar su sentimiento de pertenencia. Ambos conceptos son importantes para el desarrollo de una nación y actúan como un factor que fundamenta el sentimiento de pertenencia de los ciudadanos.” (2)
La identidad cultural y nacional se constituye tomando los aportes centrales y vigentes de nuestras culturas ancestrales, el aprendizaje de siglos de sincretismo y diversidad cultural, sumado el aprendizaje universal; Desde nuestras milenarias raíces históricas reconocer nuestro potencial personal y social, nuestro potencial surgido desde una profunda identidad cultural y un definido proyecto de “vivir bien” sin el cual no tendrían sentido, ni los recuerdos ni los anhelos, sino al mismo tiempo ese proyecto se impulse con dirección y sentido, como el vuelo de los cóndores.
Nuestra identidad se define también en quienes somos y que queremos ser para el buen vivir, entonces nuestras acciones tendrán dirección y el destino como personas y como conjunto nacional tendrán sentido; nadie ni nada detendrá nuestro vuelo.
*Coordinador Reg. de la Comunidad para el desarrollo humano, Pdte. Del Centro Humanista de Comunicaciones y organizador del Proyecto Nación Humana. Analista político y periodista.
(1) Fustel de Coulanges, historiador francés, 1830-1889.
(2) Wiquipedia, identidad nacional y cultural.