En las elecciones celebradas el 23 de julio en España, el PP ha sido el partido más votado con el 33,05% de los votos válidos, y ha obtenido 136 diputados. Sin embargo, no le será suficiente para gobernar.

Para poder gobernar en España se tiene que dar una de dos situaciones: o bien se tiene una mayoría absoluta en el Parlamento que vota al nuevo presidente (la mayoría absoluta son 176 escaños) o bien se tiene una mayoría simple, en una segunda votación, donde el candidato debe obtener más votos a favor que en contra.

La política de las últimas décadas del PP ha hecho que quedara aislado parlamentariamente, al punto que a día de hoy sólo puede pactar con la extrema derecha de Vox y con UPN, que es un pequeño partido de Navarra. Vox ha sacado 33 diputados y UPN 1, con lo que sumándolos todos llegan a 170 diputados, que no constituye una mayoría absoluta. Para una mayoría simple tampoco tendría suficientes diputados, porque el resto de fuerzas parlamentarias son de izquierdas o bien partidos regionales, a los cuales el PP ha venido maltratando sistemáticamente ya desde el segundo gobierno de Aznar, a principios del 2000.

Por tanto, caben dos posibilidades: o bien el PSOE es capaz de obtener los apoyos suficientes para formar gobierno, o bien se tendrán que repetir elecciones en unos meses.

El PSOE ha obtenido 122 diputados, con el 31,7% de los votos emitidos, mientras que Sumar, su actual aliado en el gobierno, ha sacado 31 diputados con el 12,31%. Sin embargo, estos dos partidos sí han intentado conservar las relaciones con el resto de fuerzas regionales (básicamente catalanas y vascas) y podrían llegar a formar gobierno, aunque en última instancia dependerán de convencer al partido independentista catalán de derechas Junts per Catalunya, lo cual no se anticipa como tarea fácil en absoluto.

En caso de repetirse elecciones, pronosticar quién subirá y quién bajará es imposible sin una bola de cristal. Por un lado, se dice que el PP podría subir ante la imposibilidad del PSOE de conformar gobierno con el reparto actual, pero por otro se ha visto que la campaña electoral se le hizo larga al PP, con su candidato Nuñez Feijóo atrapado entre mentiras y su amistosa relación pasada con el narcotraficante gallego Marcial Dorado, y huyendo de los debates electorales. La izquierda ha encontrado allí un filón, y podría insistir sobre estos puntos haciendo mucho daño al candidato. Además, PP y Vox ya están gobernando juntos en varios municipios y comunidades autónomas, y ya se están viendo las consecuencias: eliminación de consejerías de Igualdad y Feminismo, acoso al colectivo LGTBI+, prohibición de obras teatrales y películas (desde Virginia Wolff hasta Buzz Lightyear)…

La participación ha sido del 70,40%, superior a la de hace 4 años.

Así pues, aunque el PP ha sido el partido más votado, en realidad ha quedado como el gran derrotado de la noche. La coalición gobernante PSOE-Sumar ha resistido (de hecho el PSOE ha mejorado los resultados de hace 4 años) y como mínimo han conseguido parar el impulso ganador que tenía la derecha desde las elecciones municipales y autonómicas del 29 de mayo pasado.

 

Ahora vienen las preguntas difíciles: ¿cómo es posible que haya tantas personas que voten a la extrema derecha ignorante de Vox?, ¿cómo es posible que tantas personas voten a un partido plagado de corrupción como el PP, con un candidato que ha sido descubierto en mentiras flagrantes, que no se atreve a debatir con otros candidatos, y cuyas amistades incluyen a un conocido narcotraficante?

Analistas políticos hay muchos y de todos los colores. Yo no soy uno de ellos, o como mínimo no soy mejor que ellos. Así que vamos a dar algunas pinceladas de aspectos que se deberían tener en cuenta a la hora de comprender la situación, sin llegar a categorizar.

  • Hay personas conservadoras, y las hay que quisieran volver a la España de Franco (o bien porque la recuerdan con cariño, o bien porque son jóvenes a los que les han contado una película que ellos no han vivido). Estos votarán a Vox o al PP, sin importarles mucho quién es el candidato ni cuál es su programa de gobierno. Son votantes fieles, asustados por ciertos avances sociales, ciertas libertades, y se sentirían más cómodos en una España en blanco y negro, donde no hay confusión (ni elección) entre hombres y mujeres, y donde hay alguien que manda y muchos que obedecen.
  • Hay personas a las que un gobierno del PP o Vox les puede beneficiar directamente. Entre estos están los que perciben rentas más altas y los grandes propietarios. Que les bajen impuestos a los ricos es algo que los beneficia.

Estos dos grupos anteriores son los que, desde mi punto de vista, se entiende que voten al PP o Vox. Ambos los representan culturalmente o económicamente, o de ambas formas.

  • PP y Vox han hecho una campaña furibunda del “España se rompe”. Esto les ha perjudicado en las regiones históricas (Catalunya y el País Vasco) pero les ha dado votos en el resto de España, convencidos de que “Catalunya les roba” (en Catalunya el lema suele ser “España nos roba”). Han resucitado el fantasma de la ETA (que ha desaparecido hace ya 12 años) y lo han sintetizado en el lema “que te vote Txapote”. Obviamente nada de esto resiste el más mínimo análisis, pero muchas personas se sienten sobrepasadas por la velocidad del cambio y las crisis sistémicas cada vez más frecuentes, y no quieren a alguien que les explique lo que pasa, sino alguien que les dé una solución fácil de entender, aunque no sea cierta. De allí salen los eslóganes para echarle la culpa a los inmigrantes, a los chinos o a quien sea, con tal de no tener que esforzarse por entender una situación compleja a nivel geopolítico, y mucho menos a nivel histórico. Es lo que yo llamo “soluciones fáciles a problemas complejos”.
  • Los medios de comunicación condicionan de gran manera “el mundo en que vivimos”. Según sean las fuentes de información de una persona, verá las cosas de una manera o la contraria. Personalmente reconozco que lo leo los medios de prensa de derecha, porque no les creo. Si publican algo pienso que es porque les interesa, y puede llegar a ser directamente una mentira. Esto mismo les pasa a otras personas con otros medios, o no les creen o les resultan complicados de entender. Las redes sociales, que podrían servir para democratizar la información, en realidad han agravado el problema. Los algoritmos hacen que las distintas plataformas nos muestren aquello que nos gusta, con lo cual siempre obtenemos la información que confirma lo que pensamos y lo refuerza. Vivimos en burbujas informativas que afirman nuestra visión del mundo que nos rodea. En este sentido, una verdadera democracia debería vigilar para que todo el mundo reciba información diversa y más o menos veraz, pero no vivimos en una verdadera democracia, sino en una democracia capitalista donde quien tiene más dinero condiciona a los candidatos, los programas electorales y lo que piensan los votantes.
  • Existe la creencia de que los partidos de derecha saben gestionar mejor la economía. Esta creencia no está basada en datos de la realidad, sino sobre todo en que la gran mayoría de economistas predican esta creencia, y que los medios (incluso los considerados más progresistas) promocionan a los “economistas expertos”, que invariablemente exponen el paradigma económico ortodoxo predominante desde los años 80 del siglo pasado, que es el neoliberalismo. De hecho, el propio PSOE tiene esta visión económica, aunque en el gobierno actual se ha visto empujado más hacia la izquierda gracias a la presencia de ministros de Podemos-Sumar.
  • Finalmente, para algunas personas, los partidos de extrema derecha son ahora mismo quienes mejor combaten al sistema: cuestionan la versión oficial sobre la epidemia de COVID-19, son políticamente incorrectos, desconfían de las instituciones internacionales (léase ONU, FMI, Unión Europea, OMS, etc.)… Por supuesto, para pensar esto hay que tener una visión de lo que es el sistema que yo no comparto: para mí el sistema es sobre todo una forma violenta de ver el mundo, donde los demás son mis competidores o directamente enemigos. Estas personas no creen en la bondad del ser humano, y justifican su egoísmo diciendo cosas como “hay que cuidar lo nuestro”.

Estas pinceladas en modo alguno explican por qué ciertas personas votan a opciones retrógradas y antipopulares, pero quizás aporten algo de luz en esta confusión reinante. No tenemos las respuestas, pero no por ello nos resignamos a intentar encontrarlas.