Nos estamos enfrentando a un verano muy caluroso, con olas de calor extremas y con unas consecuencias graves para nuestra propia salud, con tormentas imprevisibles, en un llamado reventón cálido, con fuertes aires, días sofocantes, que repercute a la salud de las personas. El pasado año, murieron 11.000 personas por olas de calor. La crisis climática se hace cada día más evidente y el pasotismo de los representantes públicos para tomar medidas efectivas, es la práctica común, exceptuando unos cuantos que se toman con seriedad lo que se nos viene encima.

Y mientras, como en  Mallorca, los nuevos cargos públicos que están tomando posesión tras las elecciones municipales y de las Comunidades, se cargan Consejerías tan importantes como la del Medo Ambiente y la de Igualdad, cuando en realidad deberían ser las más importantes.

Ante esta nueva corriente negacionista  que acompañan a los nuevos políticos, los ciudadanos deberían exigir con más ímpetu los programas que apoyen políticas medioambientales y sobre todo para que en las ciudades, donde el calor se hace más ardiente por el asfalto que hace aumentar la temperatura al doble en ausencia de árboles, se debe de incrementar no solo los refugios climáticos, sino sobre todo aumentar la vegetación en las calles, avenidas, jardines verticales e incluso que en las azoteas existan zonas verdes para mitigar el aumento de la temperatura. Todo ello además acompañado de otras medidas, como el transporte gratuito, limitar el uso de vehículos masivo en las ciudades y ser conscientes a lo que nos vamos a enfrentar a partir de ahora, con efectos meteorológicos adversos, sequías, aumento de las plagas, desaparición de los insectos polinizadores esenciales para la alimentación humana.

Podríamos hablar de muchas más cosas, pero esta vez quiero centrarme en el amigo de la vida, el árbol, que nos da oxígeno para vivir, vida a la vida y es nuestro aliado como refugio climático natural, con su sombra que nos regala frescura cuando el sol abrasa esas horas de alta radiación en las cuales debemos de protegernos.

Cuando paseas por la ciudad y por los pueblos, vemos que debajo de los árboles, la sombra arropa con sus ramas nuestro descanso o ese saludo al vecino, nos cobijamos gratamente junto a nuestro gran amigo, que también es el anfitrión de las aves que descansan bajo su protección.

Quiero con ello dar a entender, el gran valor que tienen los árboles en nuestras calles, que deben ser cuidados y mimados, que se deben de plantar muchos más en todas las avenidas como refugio climático, que son los captadores de CO2 sobrante por lo que además, limpian la contaminación generada por el hombre. Es un gran vecino, un amigo de incalculable valor, es el guardián de las ciudades, el protector de nuestra piel, el paraguas que evita recalentar nuestra piel y el oxígeno de la vida.

Debemos plantearnos otro camino que no sea la de luchar contra la naturaleza misma, ya que es sin duda un suicidio absurdo, un sin sentido que repercutirá a las generaciones futuras y cuyos coletazos ya lo estamos sufriendo.

Los políticos deben abandonar su postureo de cara a la sociedad como el realizado recientemente por la actual Ministra de Medio Ambiente al asistir a unas jornadas de Ministros de Medio Ambiente y de Energía montada en bicicleta en un corto recorrido al lugar de la reunión. Solo las medidas puestas en práctica, son las únicas que demuestran la eficacia para combatir esta crisis climática. Tampoco valen los acuerdos que se quedan en tinta mojada y olvidados como la Agenda 2030 o el llamado acuerdo de París, que lejos de cumplirse ha sido una mentira descomunal, un engaño mundial. Recientemente también se ha aprobado en la Eurocámara la Ley de biodiversidad europea sobre la restauración de la naturaleza con la que se pretende negociar una futura norma con el Consejo de la UE. Como vemos, la lentitud de las instituciones es abusiva y ralentiza la toma de medidas inmediatas para enfrentarnos a la crisis climática. Entre postureos, negacionistas, pasotismos y acuerdos sin cumplir, nos dirigimos hacía una adversidad de graves consecuencias económicas, sociales y de salud, de magnitud  y consecuencias imprevisibles y catastróficas. Y que dejen los políticos de echar la culpa al ciudadano de esta crisis, ocultando que ellos son los únicos responsables ya que se suponen tienen la fuerza de las leyes. Pero claro, también sabemos que muchos de ellos bailan al son de las multinacionales.

Los responsables elegidos por los ciudadanos deben comenzar a tratar la crisis como tal, hacer frente a la emergencia en la que estamos inmersos, admitir el fracaso de la toma de decisiones que no se cumplen, incluir todas las cifras para de esta forma realizar una mejor valoración de la situación a la que nos enfrentamos, atar cabos olvidándose a que sigla de partido pertenece.

Hay un libro que debería ser la biblia de la crisis climática, en el que nos muestra la dura realidad, pero también posibles soluciones inmediatas. Se llama “El libro del clima” y ha sido propuesto por Greta Thunberg que dio una lección al mundo en su lucha activista en contra de la pasividad de los políticos. En él, además de ella, escriben numerosos investigadores y expertos del clima. Un libro además que nos refleja la realidad en todos los frentes que se nos avecina, buscando soluciones que deben ser inmediatas. Un libro sin duda para que en los largos trayectos que realizan los políticos de forma continuada en vehículo y en avión (no así en bicicleta), sea un compañero de lectura para alterar sus conciencias, poner en evidencia sus vergüenzas y alejar de su mano derecha a los que insisten en guiarles por caminos equivocados, cortando los hilos que manejan sus manos y corazones como marionetas al servicio del poder económico y así poder disfrutar con tranquilidad de la sombra del árbol de la vida y de la razón.