Les digo la mera verdad de inmediato: ¿cuántos vuelos surcan los cielos como media a lo largo de un día?
Como referencia histórica podemos decir que 2014 fue el primer año en el que se superaron los 100.000 vuelos diarios. En 2018 se registraron 12 millones de pasajeros en 120.000 vuelos diarios, según el último informe elaborado por el Air Transport Action Group (ATAG). Actualmente son más de doscientos mil diarios.
Los aviones de pasajeros no existen hace tanto tiempo. Sólo aparecieron después de la Segunda Guerra mundial. En ese entonces únicamente había aviones de combate. Los viajes largos, como por ejemplo ir desde Latinoamérica a Europa, se hacían por barco y se demoraban alrededor de un mes. Lo peor es que había minas explosivas remanentes de la guerra, que se movían por el mar. Sólo se podía confiar en la experiencia y pericia de capitán del navío.
Sin embargo, a fines de los años 40 se realizaban vuelos más cortos. Todavía me acuerdo que en esas fechas volamos mis hermanos y yo con mi mamá, desde Buenos Aires a Santiago, para ver a la familia. Y esos pequeños aviones pasaban la cordillera a más de 5.000 metros de altura. Nunca supe si el avión era argentino o chileno, pues yo sólo tenía unos 5 años. Y ocurrían cosas divertidas. Ya antes de la segunda guerra mundial, una tía mía llevó a sus hijos a Europa y para poder alimentarlos bien, metió una vaca al barco, lo que era perfectamente permitido si se pagaba lo que correspondiera.
Cuando comenzaron a circular los grandes aviones de pasajeros, más o menos en los años 60 del siglo XX, las empresas de barcos que hacían viajes internacionales, sufrieron duro golpe económico. ¿Quién iba a viajar un mes en barco, si un avión se demora alrededor de 10 horas en llegar de América a Europa?
Al principio los aviones eran cómodos y todo el personal muy amable. Pero después del asunto de las torres gemelas se comenzaron a tomar medidas de seguridad que todavía subsisten y que encarecieron los viajes. Si quieres lleva una maleta en la sección de equipajes, te cobran aparte. Si quieres que te den una comida regularcita, tienes que pagar, si quieres elegir el asiento, también tienes que pagar. No se pueden llevar líquidos en la maleta de mano: ni perfumes, ni jarabes par la tos, ni nada de nada. Cualquier líquido puede ser explosivo y cualquier objeto punzante, una tijera de uñas son rechazados y te miran como si fueras un peligroso terrorista. Todos los latinoamericanos
somos sospechosos de ser terroristas o narcotraficantes.
Una vez que fui a Francia porque mis padres estaban exiliados allí, en la mitad de la sala del aeropuerto había una barrera, mucho antes de acercarse a la puerta para acceder al avión. Dos norteamericanos, agentes de la CIA, lo paraban a uno y lo sometían a un interrogatorio policial. Y los franceses lo permitían, pobres franceses, a lo que han llegado. Me acompañaba mi hermano, que vive en Francia porque trabajaba en la UNESCO. A él también trataron de interrogarlo, de saber quién era y qué hacía en París. Por cierto que eso no era plausible y no lo aceptamos. Él se alejó, pero a mí, para dejarme pasar hacia el avión, me preguntaron quien era el señor que me
acompañaba qué hacía, en qué trabajaba. Poco menos que si fuera el capo de los narcos colombianos.
Otra vez que fui a visitar a mis padres, pasé en tránsito por Houston sin ningún problema. Pero la vuelta se pasaba por Nueva York, había que tomar otro avión en otra sala del aeropuerto a la que se llegaba por la calle en autobús. Yo no tenía visa norteamericana y ese fue el problema, porque uno se podía bajar del autobús y así entrar ilegalmente con mucha facilidad a EE.UU. Pues llegó un negro de dos metros, me agarró de la mano y corría conmigo a rastras por todo el aeródromo. Por suerte tomó mis maleta, las metió en una cinta y más no supe. Me encerraron en un cuartucho con llave, sola. Dos horas estuve incomunicada allí, pensando que no sólo iba a perder el vuelo, sino que me iban a dejar presa sin que nadie supiera nada. Al final apareció otro gigante, me agarró de un ala y me llevó al otro avión en un autobús que corría por todo Nueva York, que era el inconveniente, como he dicho. Allí estaban mis maletas, me subieron al avión y así acabó todo.
Aunque he viajado poco, he tenido muchas experiencias espantosas, Sólo una, la más terrible les voy a contar. Estaba yo en el aeropuerto del país xxxxx. Tenía que pagar sobrepeso, saco un billete de 100 dólares y se lo paso a la mujer de la ventanilla. Ella lo mira y me dice: “Este billete es falso, señora”. Y yo: “¿Pero usted como lo sabe?” “Porque es una falsificación muy burda, a nosotros nos enseñan esas cosas”. Y yo aterrada, que la metan a uno presa por andar traficando con falsa moneda, es lo peor que puede pasar. Me fui corriendo al amigo que me había ido a dejar, que todavía estaba allí y le pedí plata prestada. Fui otra vez a la ventanilla, pagué el sobre peso y no reclamé el falso billete, no pedí que viniera un jefe, ni nada de nada. Me fui lo más rápido posible, espantada del peligro que había corrido.
Dos meses después, tres compañeros que habían hecho el mismo viaje, me contaron experiencias similares. No había tales billetes falsos, era una manera de robárselos a uno y todo el mundo se aterrorizaba y no reclamaba nada.
Me voy al tema más general: casi todo el mundo sabe que los aviones contaminan mucho, debido a que emiten dióxido de carbono, ozono, metano y otros gases de efecto invernadero. Shaun Hendy, profesor de física de la Universidad de Auckland, cuenta que las reacciones químicas producidas por estos gases pueden provocar grandes efectos de calentamiento global. Y fíjense en esto: un avión tipo Airbus A380 con una capacidad de combustible de 323,546 litros, y una gran cantidad de pasajeros, necesita emplear la energía equivalente al combustible que se usa aproximadamente para 3.500 automóviles. Qué barbaridad, no todo el mudo puede imaginar estas cifras. Los vuelos aéreos se realizan entre los aproximadamente 9.000 aeropuertos que hay en todo el mundo y pueden coincidir en el aire a la vez unos 20.000 aviones. Y en un día son 200.000. Y si un avión contamina igual que 3.500 automóviles, 200.000 aviones contaminan igual que millones de autos y otros vehículos terrestres. Saquen ustedes la cuenta, porque yo para las matemáticas soy fatal. Los veinte mil aviones volando al mismo tiempo, casi nos tapan el cielo. No los vemos porque van muy arriba.
Parece que casi todos van hacia Europa. ¿Y cómo no chocan se pregunta uno? Porque los dirigen los controladores aéreos, sin los cuales habría accidentes a cada rato. Pero no se asusten, sigan tomando aviones, que son mucho más seguros que los autos. Nunca se queda un avión sin control. Lo dirige el controlador más cercano y después se lo traspasa a otro.
En total, desde Santiago a diversos destinos despegan 121 vuelos promedio cada día, y aterrizan otros tantos – LAN proyecta un flujo aproximado promedio de 10.800 pasajeros viajando diariamente dentro de Chile y 8.600 al extranjero.
En el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), llamado Benito Juárez, el número de maniobras de despegue y aterrizaje diario son 1440, que suben en temporada alta y disminuyen un poco en temporada baja. Debido a que el aeropuerto Benito Juárez ya está saturado, el gobierno de López Obrador ha construido otro, el Felipe Angeles, para la Ciudad de México.
Continuando por cada aeropuerto, la cosa es así: El récord se lo lleva ATL (Atlanta, Hartsfield-Jackson) donde se realizan más de 100 operaciones por hora, que equivalen a unos 2.500 aterrizajes y despegues cada día, 100.000 en el total del año y más de 100 millones de pasajeros al año.
El primer aeropuerto europeo que aparece en la lista es el #7 AMS (Amsterdam) seguido del #8 LHR (Londres, Heathrow) y #9 CDG (París, Charles de Gaulle).
La mayoría de los vuelos se hacen a alrededor de seis mil metros de altura. Pero estas cifras se manejan en pies y en ese absurdo sistema de medidas que tienen los gringos y que uno no entiende. Allí no hay aire, pero el avión lleva el suyo y lo va reciclando, me han dicho que filtran hasta el 97 % de ese aire, de modo que no se pasa un microbio ni una bacteria. Yo desconfiaba de esto, pero me lo ha dicho alguien que sabe. También el avión lleva una presión interna parecida a la de la tierra.
Que si se llegara a abrir una puerta a esa altura, saldrían pasajeros y equipajes disparados para afuera. Pero no se asusten tampoco, las puertas no se pueden abrir a esa altura, sólo las abre el personal cuando están en tierra. De lo único que hay que asustarse es de la pésima comida pagada que te dan. Pájaros y mariposas tampoco hay a esa altura porque no se puede respirar. Pero se pueden encontrar más abajo, quizás al aterrizar, pero el controlador lo sabe todo y avisa.
Pero no les voy a negar que suelen para cosas raras. Porque hay pilotos a los que les gusta darse importancia y hacen cabriolas indebidas. Hace poco se supo de un avión de un dueño muy importante, uno de esos súper millonarios que creen que pueden hacer lo que les da la gana. Todo esto lo sé porque se pueden encontrar en internet algunos diálogos entre el piloto y la torre de control. No voy a poner esos diálogos porque la grabación es muy rápida y técnica y no se entiende casi nada. Pero hay periodistas que después han consultado a especialistas en la materia, y eso también está grabado y allí se explica en primer lugar, que desde la torre de control se le dijo al piloto que tenía que esperar un poco para aterrizar, porque había 4 aviones antes que él. Esto pasa siempre, porque son tantos los vuelos que despegan y aterrizan, que tienen que hacer cola, tal como se los vaya indicando el controlador. Pero sin embargo este avión, al que llamaremos HOLA, se metió antes y por su cuenta aterrizó primero. Esta es una grave violación a las normas que rigen en la materia, porque los controladores son los que deciden en estos casos, para garantizar la seguridad. Y el especialista consultado expresó que en ese vuelo ni siquiera venía el dueño del avión. Que los pilotos habían ido a Miami a recoger el aparato y aterrizaron cuando se les ocurrió porque su propietario era un señor muy importante. Y además, al bajar realizaron un vuelo “rasante”, que implica acercarse a la pista a sólo 10 metros del suelo e inclinar un ala hacia abajo en forma evidente, lo que es una proeza muy reconocida. Esto, se dijo en el programa, era algo que se solía hacer en ocasiones muy especiales, por ejemplo para rendir honores a un piloto fallecido o en exhibiciones controladas, pero siempre con autorización de la torre de control, que toma todas las medidas de seguridad indispensables. Y no era primera vez que los pilotos del HOLA hacían esto, como burlándose de los controladores y de la seguridad de todo el aeropuerto. No se ha sabido de ninguna sanción aplicada a estos señores.
Y para terminar, les voy a contar una historia de avión bien interesante. Cuando derrocaron a Evo Morales en Bolivia, Alberto Fernández, que todavía no era presidente de la Argentina, vino rápidamente a México a pedirle a Andrés Manuel que salvaran a Evo. Por supuesto que sí, dijo AMLO y mandó un avión militar mexicano hacia Bolivia. Evo se encontraba con unas pocas personas en plena selva boliviana, en un lugar que había sido una base militar yanqui y ahora estaba convertida en aeropuerto internacional. Rarísimo, un aeropuerto internacional en plena selva. A Evo y acompañantes los tenían rodeados para matarlos, faltaba poco. El avión aterrizó e incluso al piloto, Miguel Eduardo Hernández –un General de División- los milicos que rodeaban el lugar lo atacaron y lo amenazaron. Pero Evo y su gente pudieron abordar y, ¡Vamos para México! Pero el avión tenía que recargar combustible porque para ir y volver no podía llevar. Y además, resulta que cada país es dueño, hasta el infinito, del cielo que se encuentra sobre su territorio. Para sobrevolarlo hay que pedirle permiso y normalmente ese permiso se da. Pero ¿van a creer? Sabiendo que en ese vuelo iba Evo Morales, todos los países de la zona negaron el permiso para sobrevolar su territorio y menos para recargar gasolina o lo que usen los aviones. Lo negó Perú, lo negaron todos los que estaban en el camino hacia México. O sea que simplemente estaban provocando que el avión se cayera y murieran todos sus ocupantes. Un crimen de lesa humanidad, por cierto. Pero el héroe de la jornada fue el piloto Miguel Eduardo Hernández, que conocía a todos los pilotos y controladores aéreos del mundo. Logró que lo dejaran bajar en Paraguay allí recargó gasolina y pudo seguir viaje hacia México. Pero ese no fue el único problema, según cuenta López Obrador en su último libro “A mitad del camino”. La operación para rescatar al presidente de Bolivia, tras haber sido depuesto del poder, fue más peligrosa de lo que, en su momento, se hizo saber públicamente. Evo Morales estuvo cerca de morir en su traslado a México, pues el piloto esquivó un proyectil, revela AMLO. Uno de los momentos más dramáticos del rescate de Morales fue cuando el avión que lo sacó de Bolivia, tuvo que realizar una maniobra para esquivar un cohete RPG lanzado desde el aeropuerto momentos después de que la aeronave despegó.
“Durante el ascenso inicial el piloto alcanzó a observar, desde el lado izquierdo de la cabina de mando y cuando casi alcanzaban 1 500 pies sobre el terreno, una estela luminosa similar a la característica de un cohete en la posición de las siete (atrás y a la izquierda de la trayectoria del avión) por debajo del horizonte, estimando el piloto que, en caso de tratarse de un proyectil, el punto desde donde fue lanzado podría estar ubicado en las inmediaciones del aeropuerto de Chimoré, por lo que efectuó un viraje ceñido hacia el lado contrario de la trayectoria del proyectil (lado derecho)”, cuenta López Obrador, quien cita un informe del Ejército.
“Por su parte, el piloto Miguel Eduardo Hernández, señala que el posible cohete podría haber provenido del lanzador RPG que observó en el aeropuerto. Respecto a esta situación, decidió abstenerse de comunicarla a la tripulación para no incrementar la tensión existente y poder mantenerse concentrado en el ya de por sí complicado vuelo”.
Naturalmente, debido a su magnífica y valiente actuación, Miguel Eduardo Hernández fue ascendido de General de División a General de Ala.