La cuestión migratoria vuelve a ser objeto de debate en España durante las elecciones de 2023. Mientras, el periodismo se enfrenta al reto de representar de manera justa esta causa y combatir las fake news en tiempos de campañas agresivas.
España vive un 2023 de carrera electoral, autonómica y general. Con las grandes comunidades autónomas habiendo pasado ya por las urnas el domingo 28 de mayo, la incertidumbre acecha ahora a nivel nacional. Desde el comienzo de año hemos vivido bajo la esfera de campañas de comunicación agresivas que constantemente buscan figuras a las que señalar.
Como sujeto de estas campañas, los eternos debates reaparecen: la cuestión de género, las pensiones o la inmigración. El movimiento de personas y las fronteras permanecen una vez más bajo el foco de la controversia. En estos últimos cuatro años, España ha sido escenario de presiones de la Unión Europea por una mayor regulación migratoria, la masiva acogida de refugiados ucranianos y el aún mortal Mediterráneo.
En un fragmento de la entrevista con Ernesto Maleno, politólogo, comunicador y activista de los derechos humanos español-marroquí, comentamos la responsabilidad del periodismo, y en especial en estos tiempos de campañas agresivas y amenaza de fake news.
¿Qué papel juega el periodismo a la hora de representar una causa de manera justa, y en especial, la cuestión migratoria? ¿Qué características debería tener un periodismo responsable?
PRESSENZA: Ahora mismo en España, y más teniendo en cuenta que se van a celebrar elecciones pronto, vuelven a salir los temas de siempre con los culpables de siempre. Teniendo en cuenta las fuentes externas que nos crean determinadas visiones en torno a diferentes aspectos mediáticos, ¿qué papel juegan los medios en España tú crees a la hora de marcar una clara diferencia entre los de dentro y los de fuera?
ERNESTO MALENO: Esto es muy interesante. Hay ciertos movimientos de las últimas semanas en el panorama español, que vienen a decirnos lo importante que es la cuestión mediática, incluso más que la política.
Más allá de gustos o preferencias, es muy interesante por ejemplo ver que el vicepresidente segundo del gobierno, Pablo Iglesias, al dejar supuestamente la política, se dirige directamente a intentar montar un medio de comunicación. Sabe dónde se juega el asunto, dónde se juega la partida. Otro ejemplo sería el cierre repentino de Sálvame, que salvando todas las distancias con el histórico que tiene este programa, se ha puesto en el foco por determinados posicionamientos políticos que tenían gran influencia en masas de la sociedad. Vemos a quién se ha puesto en su lugar. Hay toda una estructura. Hay gente que ha ido más allá en el análisis y ha investigado al Opus Dei presidiendo al grupo Mediaset y su intento de desbancar toda posible opinión de izquierda dentro del panorama mediático.
Si esta exclusión mediática ya puede ocurrir con aquellos que sí tiene voz, que son ciudadanos españoles de plenos derecho–en este caso del espectro progresista o de izquierdas–, ¿qué no puede pasar con todas aquellas personas que mueren en las fronteras o que llegan a España? Están en situaciones de una tremenda vulneración de los derechos humanos. Personas que, aun teniendo acceso a unos ideales papeles, siguen siendo excluidos y rechazados por la sociedad, por los rasgos raciales étnicos o culturales-religiosos que representan. Aquí la comunicación es un factor fundamental, no es nada nuevo.
Sabemos las consecuencias de las fake news, sabemos cómo juegan los partidos de la extrema derecha–incluso de una supuesta izquierda– a la hora de construir relatos completamente excluyentes y racistas. Sí que hay una batalla que luchar, donde la única manera de cambiarlo es ser crítico. Yo soy muy crítico, por ejemplo, con la forma victimizante que se ha adoptado muchas veces a la hora de comunicar a las personas en movimiento, a los llamados “beneficiarios”. La solución a todo esto pasa por poner en el centro a las propias personas migrantes, o a cualquier persona en situación de vulnerabilidad. No ser simplemente un mediador, sino dar las herramientas para que las personas puedan expresarse a través de estas.
PRESSENZA: En línea con tu repuesta, ¿qué características crees que debería tener el periodismo que representase de manera justa no solo las diferentes causas, sino también a aquellas personas que las defienden? Como tú o tu madre o las personas de Caminando fronteras que al final siempre se criminaliza. ¿Qué podemos hacer como periodistas para para que esto no pase?
ERNESTO MALENO: Esta es la eterna pregunta. Precisamente vengo de trabajar con Save the Children en todo este cambio de cultura. Estas ONG tienen muchos periodistas trabajando en departamentos de comunicación dentro de sus plantillas. Los tiempos requieren precisamente readaptar y modernizar, ir a la vanguardia de los modelos de comunicación que se han quedado un poco anticuados. Estas ONG se han dado cuenta que en sus métodos tradicionales no se respetaba la propia deontología o la razón de ser original de las ONG.
Con el periodismo yo creo, pasa exactamente lo mismo. Ahora más con la importancia alrededor del click bait, del algoritmo, de intentar buscar siempre el titular que más gancho tenga, la imagen que más emoción y pasión pueda generar, que además tiene que ser hoy una y mañana otra. Los periodistas están en ese ritmo vertiginoso de ofrecer emoción constante a sus lectores.
Así que, aunque el comportamiento ético no sea el que más resultado de en el momento concreto, sí que es la posición más correcta. Es sobre todo la que te permite ir sembrando poco a poco un imaginario al que tus públicos se puedan adaptar, y donde puedan diferenciar entre información sin criterio e información de calidad.
Se trata entonces de huir del sensacionalismo, del amarillismo y de respetar de una manera absoluta, casi excéntrica, la voluntad última y primera de las personas a las que se está comunicando. Más aún si están en situación de vulnerabilidad. Hay que hacer mucho trabajo de introspección y de deconstruir lógicas que tienen que ver con las dinámicas de poder establecidas, que tienen que ver con la clase y/o con el género. En España este último aspecto ya lo llevamos bastante trabajado, y ha habido un gran debate nacional en torno a ello. Sin embargo, la comunicación en torno a la cuestión de la racialidad o de la migración, de cómo comunicamos otras naciones o territorios, todavía se queda muy atrás, y hay que hacer un ejercicio para mejorarlo.