El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) viaja mucho dentro del país. Cada fin de semana hace alguna gira por el interior. Lo ha hecho toda su vida y así conoce cada ciudad, cada pueblito de este enorme país. También conoce a la gente, sabe los nombres de los hijos de los hombres y mujeres del pueblo y por eso ellos lo adoran.
Pero al extranjero casi nunca va; no le gusta. Durante todo su mandato, sólo ha salido del país tres veces, y siempre para ir a Estados Unidos, un vecino al que no se puede menospreciar. Pero no lo ha hecho sólo para ver a los dirigentes de ese país, sino para visitar a los mexicanos que allí son más de 30 millones. Con los gringos prefiere entenderse por videoconferencias o por medio de su Canciller, Marcelo Ebrard, que cumple un requisito elemental para esa tarea: hablar perfectamente inglés.
Y ahora nos ha dado una gran sorpresa y una enorme alegría: acaba de anunciar su viaje a Chile para asistir a los homenajes a Salvador Allende que se rendirán en este cincuentenario del golpe cívico-militar y de la muerte del compañero Presidente.
López Obrador es un gran admirador de Allende, tiene una foto de él en su oficina. Ojalá le den posibilidades de hablar ahora. Y quizás su viaje inspire a otros mandatarios del Continente. Y el Presidente de Chile tendrá que ponerse flecos para tratar de estar a la altura.